Oficina Nro 1
Enviado por eliianaMnz • 18 de Febrero de 2013 • 1.284 Palabras (6 Páginas) • 2.347 Visitas
Miguel Otero Silva, el otro arte de novelar
Rafael Rattia
Hace exactamente 40 años apareció una novela que con el tiempo devendría en una
de las obras literarias más emblemática de la narrativa venezolana, se trataba de
la novela OFICINA Nº 1 del escritor, periodista y novelista Miguel Otero Silva.
La novela se inicia con una escena que dibuja magistralmente la reparación de un
camión conducido por un chofer de origen trinitario y en el cual viajaban Doña
Carmelina y Carmen Rosa acompañadas de Olegario. El relato novelesco se ambienta
en una ciudad en ruinas lastimada por el sol inclemente, el desamparo y el olvido que
deja la súbita riqueza del denominado oro negro.
El autor de esta novela elabora un discurso poblado de personajes capaces de expresarse
de un modo tan auténtico que plantan en la tierra fértil de la página una originalidad
metafórica de primer orden.
En el inicio de la novela el autor advierte la fuerza de un símil espléndido: en el topos
de la novela llueve como en el infierno. Desde las primeras páginas de esta novela se
puede observar la cualidad descriptiva del novelista: un cuadro móvil de cruda
estupefacción se le viene encima al lector con todas las taras de una sociedad enferma
de miseria y desigualdad. A guisa de ejemplo, dice el narrador: tres niños desnudos,
caritas embadurnadas de tierra y mocos, barriguitas hinchadas de anquilostomos,
piecesitos deformados por las niguas, corrían hasta la puerta para mirar a los viajeros.
Un itinerario sinuoso hecho de polvo y pedregales marca el trayecto de unos personajes
estigmatizados por destinos aciagos. Extensas llanuras y vastas sabanas de los llanos
centrales y orientales de una nación llamada Venezuela sirven de escenario para el
despliegue de toda una narrativa signada por la maestría de quien se sabe poseedor de
los dones misteriosos de la escritura literaria.
Es preciso insistir, una y otra vez, en la extraordinaria maestría que ostenta la escritura
del novelista. Fíjese en la relación comparativa que establece el narrador: El camión
saltaba como un caballo rabioso. Un personaje (Rupert) pronuncia una palabra
inconveniente: - Shit, dice Rupert, y en la reminiscencia anémica del lector se reaviva
una expresión de Guillermo Meneses: ¡Bulshit!, avistada en La mano junto al muro.
Por los muchos vericuetos del relato novelesco que conforma OFICINA Nº 1 vemos a
unos personajes marcados por un profundo sentimiento cristiano.
Otero Silva no escatima palabras y narra con el impulso de una fuerza psíquica que
emerge de los socavones de la tierra, es decir de su imaginación desbordante. Así por
ejemplo pone en boca de sus personajes frases y oraciones que revelan la extracción
social sórdida de los personajes.
Santa María de Ipire, Ortiz, La Guaira, Ciudad Bolívar, Trinidad, son espacios mentales
por donde transitan cientos de recuerdos y evocaciones que van formando una urdimbre
de añoranzas vividas o imaginadas por los personajes que pueblan la novela.
Por las páginas de esta novela se mueve una soledad espantosa que conmueve hasta
aquellos lectores más aparentemente insensibles. Los personajes que protagonizan la
primera parte de esta novela son seres signados por la melancolía, personajes truncos
que viven una vida irrealizada pero impregnados de una férrea esperanza que no
doblegan por nada del mundo.
La magistral prosa narrativa de Otero Silva le confiere a sus ambientaciones ficcionales
un clima de sobrecogedoras tensiones lúgubres. Veamos: Ni un rancho ni un vehículo
en sentido contrario, ni un hombre a caballo, ni el canto del aguaitacaminos, ninguna
señal de vida durante largas horas.
El rasgo de esta escritura de Otero Silva se define por su elasticidad expresiva; el lector
experimenta una sensación de movilidad, tras la lectura de cada línea se suceden
imágenes en movimiento muy similares a imágenes de cine.
Muy pocas veces se ha visto una prosa tan ágil y despierta dentro del amplio panorama
narrativo venezolano. La novela es pretexto para caracterizar socialmente el momento
histórico de una Venezuela agraria en tránsito hacia su condición de República
petrolera.
George Wilkinson, un americano representante de una Compañía petrolera
multinacional personifica al capital internacional, y Arturo Villarroel, margariteño,
introvertido y silencioso, expresión del colonizado vernáculo, forman un entramado
social que aún hoy se mantiene con otros nombres.
El escritor se prodiga en
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