POBLACION

Diversidad Social Y Politica

3073 VISITAS09 DE NOVIEMBRE DEL 1997IMPRIMIR

Quito. 9 nov 97. (Editorial) Varias maldiciones parecen pesar

inevitablemente sobre los movimientos que representan a la

diversidad social. Estas son su falta de reconocimiento y la

imposibilidad de acceder a la polìtica. A lo mucho, parecen

tener cabida dentro de lo público. Todo sucede como si

existiera una oposición entre lo público que estos grupos

representan y la polìtica que les resulta inalcanzable. Más

aún, la polìtica se presenta como el campo en el cual sus

reivindicaciones son casi siempre expropiadas por los actores

tradicionales, lo cual contribuye a que éstos puedan

reconstituirse y seguir manteniendo su rol protagónico.

Si la "diversidad social" se manifiesta como una lucha en

contra precisamente de estos actores, en la medida que son

parte de los sectores que sistemáticamente han negado o

desconocido sus derechos y garantìas, ¿cómo eludir esta

paradoja? ¿cómo lograr que los grupos diversos puedan tener

acceso a la polìtica? Ante todo, conviene señalar que los

movimientos sociales no han logrado sortear algunas de las

mediaciones que la polìtica exige. Los actores de la sociedad

civil si bien son importantes en su conjunto, siguen siendo

extraños a la escena polìtica. Moviéndose en el cìrculo

limitado de sus referentes espaciales y sociales no han

abandonado lo privado; sus dirigentes y representantes siguen

siendo desconocidos.

Además, parece adecuado aglutinar a todos los actores de la

diversidad social en frentes polìticos. Los "frentes" son

viejas alternativas que han demostrado su validez como

mecanismos de presión y negociación. No obstante, han sido

instancias que no se las ha utilizado adecuadamente como

medios de representación. Esto último debido a que se los ha

considerado generalmente, como exponentes de alianzas de

grupos heterogéneos que, por sì mismas son coyunturales. Una

de las claves para que los grupos de la diversidad puedan

manifestarse y constituirse a nivel polìtico es superar, pues,

esta limitación del "frente" que es más aparente que real, y

que está anclada en la vieja concepción de los partidos

polìticos y de las "vanguardias", como exponentes de una

homogeneidad y de un interés de clase que supuestamente los

constituye.

Pero, por otra parte, es necesario empezar a pensar que la

lucha polìtica no debe pasar necesariamente por la centralidad

del Estado Nacional. Tal parece, por el contrario, como si la

diversidad pudiera constituirse polìticamente solamente si

rehuye la centralidad. Por consiguiente, en la medida que no

se requiere consolidar movimientos o partidos con referencia

nacional. De alguna manera esto implica pensar en partidos,

movimientos, frentes provinciales, departamentales, a través

de los cuales se aglutinen los diversos sectores y se

constituyan formas de representación locales, adecuadas a sus

reivindicaciones particulares. Finalmente, esto significa que

el paso de partidos polìticos provinciales o departamentales a

frentes nacionales puede ser una clave que mediatice y

consolide los intereses de los distintos sectores de la

sociedad, sin que éstos terminen siendo expropiados por los

sectores

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