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Para Que Enseñar Historia


Enviado por   •  26 de Junio de 2013  •  2.739 Palabras (11 Páginas)  •  424 Visitas

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“LA IMPORTANCIA DE LA ENSEÑANZA DE LA HISTORIA DESDE LA PERSPECTIVA OFICIAL DE LOS PLANES Y PROGRAMAS DE LA RIEB”

Enseñar es comunicar. Y en cualquier acto comunicativo hay que tener en cuenta: a) la formación para la comunicación, la adecuación de lo que se comunica, del discurso, al medio y al contexto, el aprendizaje de determinadas herramientas, etc. Hay que formar al comunicador para que conozca las características y los medios de la comunicación educativa; b) las personas a las que se les comunica algo, con las que se establece algún tipo de comunicación, en nuestro caso los alumnos de primaria, su predisposición ante lo que les queremos comunicar, sus propósitos y sus intereses para aprender aquello que les comunicamos; y c) lo que se comunica, este caso el conocimiento histórico, y cómo debemos comunicarlo para obtener aprendizajes. Y, además, el contexto en el que se realiza la comunicación, contexto que incluye desde las finalidades o propósitos educativos que la administración educativa otorga a los saberes escolares, el contexto social y cultural, hasta la institución en la que se realiza y la organización espacio-temporal en la que tiene lugar (organización del espacio aula y tiempo de duración de la comunicación).

La didáctica de la historia pretende dar respuesta a esta formación. Se ocupa de enseñar

el oficio de enseñar historia, de formar docentes de historia. Pero, ¿en qué consiste preparar a un docente de historia?, ¿qué significa formar las competencias en didáctica de la historia de los futuros docentes? Por lo consiguiente opino que para preparar a un docente que enseñe historia, consiste en educar a un profesional para que tome decisiones, sepa organizarlas y llevarlas a la práctica, sobre los conocimientos históricos que se deben enseñar en un aula de una institución determinada.

La enseñanza de la historia es indispensable para el conocimiento del ser humano viviendo en sociedad.

Si damos un salto desde los tiempos remotos hasta los días actuales, advertimos que los motivos que hoy nos mueven a enseñar la historia no difieren sustancialmente de los fines que animaron a nuestros antepasados indígenas. Enseñamos a nuestros descendientes la historia propia y la de otros pueblos para hacerlos conscientes de que son parte de la gran corriente de la historia humana, de un proceso que se inició hace miles de años y por el que han transitado pueblos y civilizaciones distintos a los nuestros.

Enseñamos el pasado porque somos conscientes de que el "pasado fue el modelo para el presente y el futuro". En cierta manera, el conocimiento del pasado es la clave del "código genético por el cual cada generación reproduce sus sucesores y ordena sus relaciones. De ahí la significación de lo viejo, que representa la sabiduría no sólo en términos de una larga experiencia acumulada, sino la memoria de cómo eran las cosas, cómo fueron hechas y, por lo tanto, de cómo deberían hacerse".

Enseñar el desarrollo histórico de los pueblos equivale entonces a ser conscientes, en primer lugar, de nuestra temporalidad, a situarnos en nuestra propia circunstancia histórica.

La primera lección del conocimiento histórico es hacernos conscientes de nuestra historia. "La vida humana se desarrolla en el tiempo, es en el tiempo donde ocurren los acontecimientos y es en el transcurso del tiempo que los hombres escriben la historia". Los individuos, así como los grupos y las generaciones humanas, requieren situarse en su tiempo, en el inescapable presente que irremediablemente forjará su propia perspectiva del pasado y sus expectativas del futuro. La dimensión histórica, con su ineludible juego entre el presente, el pasado y el futuro, es el ámbito donde los seres humanos adquieren conciencia de la temporalidad y de las distintas formas en que ésta se manifiesta en los individuos y en los grupos con los que éste se vincula.

La conciencia de que nuestras vidas se realizan en el tiempo y se modifican con el transcurrir temporal la adquirimos primeramente en el seno de la vida familiar y en el propio entorno social. La primera noción de que el ser humano está vinculado con sus antecesores en una suerte de cadena temporal se adquiere con los padres y los ascendientes de los que éstos provienen. En el seno de la familia el niño adquiere por primera vez conciencia de que es un eslabón temporal de un grupo social cuyos orígenes se sitúan en un pasado remoto. Es en el seno de la familia donde se percata de las diferencias de edad y donde adquiere noción de los cambios que el paso del tiempo induce en la vida humana. Más tarde esta percepción individual de la temporalidad se convierte en percepción social cuando el joven o el adulto entran a formar parte de generaciones, grupos y clases sociales. La apreciación de que el grupo, la tribu o la nación también cambian con el transcurso del tiempo aparece cuando el individuo se inserta en la vida social de su momento histórico.

El proceso histórico, además de verificarse en el tiempo, ocurre en el espacio. Tiempo y espacio son los dos ejes del acontecer histórico. Los hechos históricos, una vez situados en el tiempo, requieren ser ubicados en el lugar donde ocurren, deben ser registrados en una geografía precisa. Cualquier persona que se acerca al pasado, y con más razón el historiador, está obligada a conocer el lugar exacto donde ocurrieron los hechos y a dar cuenta de las características de ese espacio.

Por estos rasgos del conocimiento histórico en muchos países la historia marcha emparejada con la geografía. No puede haber conocimiento fidedigno de los acontecimientos sin el registro pormenorizado del territorio donde éstos ocurrieron. Sin caer en las aberraciones que proclamaron que el lugar o el clima determinaban la naturaleza de los acontecimientos históricos, es un hecho que el medio geográfico impone su huella sobre las obras humanas.

Por otra parte, el conocimiento histórico, al reparar en las circunstancias que promueven el desarrollo de los individuos, las familias, los grupos o las naciones, nos lleva a percibir la singularidad de esos grupos, nos hace percatarnos de sus rasgos propios y de los lazos de identidad que los unen. El conocimiento histórico enseña que desde los tiempos más remotos los seres humanos se organizaron en grupos, tribus, pueblos y naciones dotados de un profundo sentimiento de solidaridad e identidad. Al mismo tiempo que el conocimiento histórico destaca la naturaleza social de los seres humanos, nos acerca a los artefactos que contribuyeron a soldar los lazos sociales: la lengua, los rasgos étnicos, el territorio, las relaciones familiares, la organización política...

Por las razones anteriores se puede afirmar que el conocimiento histórico es indispensable

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