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Revolucion Francesa


Enviado por   •  22 de Febrero de 2012  •  3.585 Palabras (15 Páginas)  •  431 Visitas

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Revolución Francesa

L. E. Huerta, Guillermo Quintero, Edward Atencio, Leonardo Paz y Antonio Rivero

Prólogo: Francia del siglo XVIII

Francia, país europeo que desde los inicios del siglo XV había sufrido el terror de la guerra, se hallaba en un momento de crisis. La Guerra de los Cien Años, en la cual Inglaterra se quería hacer con las tierras francesas, dejó al país en ruina. Tras esto se desató la Guerra de los Siete Años, en la que varios países europeos buscaban tomar control de Silesia y para establecer la supremacía colonial en América del norte e India.

Más tarde, durante los años 1775 y 1783, se desarrolló la Guerra de Independencia Estadounidense, en la que participó Francia. Todos estos sucesos, junto con la ruina de las cosechas, habían empobrecido al país al punto tal de que el rey debió pedir prestado a una nueva clase social, los burgueses quienes se abrían campo en lo económico y político, para poder mantener su régimen absolutista.

El creciente liberalismo, concedido como idea en la Ilustración, había despertado en el pueblo francés el interés por acabar de una vez por todas con la monarquía y el absolutismo, así que en 1789 explotó la revolución con la toma de la Bastilla.

Capítulo 1: ¿Qué pasará?

París, capital francesa, era una ciudad enorme, rodeada por murallas que habían sufrido daños graves gracias a innumerables asedios durante la época de la Guerra de los Cien Años. En la puerta este se alzaba la Bastilla, una antigua fortaleza que ahora era usada como prisión federal. En el centro de la ciudad se alzaban casas de burgueses importantes que eran miembros del Tercer Estado, uno de los componentes de los llamados Estados Generales.

El rey, Luis XVI, vivía rodeado de riquezas. Era un hombre alto, de contextura normal, con la cara un poco ancha. Era un hombre inteligente, con una memoria excepcional. De entre todos, era el único rey francés que había aprendido a hablar inglés. Tenía cuatro hijos: María Teresa, Luis José Javier, Luis Carlos y María Sofía, cuya madre era María Antonieta, con la que el rey estaba felizmente casado.

El monarca, vivía en el palacio de Versalles, en la ciudad de este mismo nombre. Para aquél entonces estaba preocupado por su situación, los Parlamentos, centro del poder aristocrático francés, crecía como un órgano de poder que se había atrevido a desacatar las órdenes del monarca. Aquél día estaba enojado, su cara rojiza estaba aún más roja, y pateaba con furia el suelo del salón.

Se hallaba en su habitación, junto con su esposa, quien yacía sentada en una butaca muy fina. Intentaba refrescarse con un abanico mientras escuchaba a su furioso esposo. Luis XVI caminaba en círculos, intentando hallar una solución para aquél problema. El monarca llamó a su ministro, Jacques Necker, quien era su consejero se iniciaron a discutir sobre la actitud de los Parlamentos.

―Su Majestad, ¡no puedo creer lo que los Parlamentos han hecho!―, exclamó Calonne sorprendido al entrar en la habitación. Era un hombre delgado, con la cara fina y ojos pequeños.

― ¡Pues créalo! ¡Los parlamentos han atentado en contra de mí! ¡¿Cómo se les ocurre negar a cumplir una orden directa de su rey?! ¡Debemos destituirlos de su poder!―, Luis XVI temblaba de la ira, así que para calmarse un poco se sentó en una butaca cerca de su esposa.

― ¡Pero su majestad eso nos costaría mucho! Y no creo que a los demás Estados Generales les guste lo que está haciendo― titubeó el ministro.

― ¡Eso no me importa! ¡Soy el rey de Francia y yo decido qué está bien y qué está mal!

―Mi señor no se irrite tanto. Encontraremos una solución para este conflicto― dijo María Antonieta cerrando su abanico y poniéndose de pie―. Debo irme, tengo unos asuntos que atender en Orleans.

― ¡María! ¡No me puedes dejar ahora!― replicó el rey asombrado por lo sorpresivo de aquella decisión.

―Lo siento Luis, pero mi carruaje espera. Volveré en dos días― la reina se acomodó su traje y se fue seguida del ministro, dejando al rey solo en su habitación.

La situación que estaba viviendo el rey era pésima. Su poder era opacado por los Parlamentos, y poco a poco la población empezaba a pensar que el absolutismo debía cesar. En las afueras del castillo de Versalles, se hallaba una multitud de plebeyos que gritaba enfurecida: << ¡Tenemos hambre! ¡Que Dios se apiade de nosotros!>>

La reina salió del palacio acompañada por su hija, María Sofía, unos cuatro sirvientes y varios guardias. La multitud entonces empezó a gritarle a la reina insultos y barbaridades. Afuera estaba una carroza que llevaría a María Antonieta hasta Orleans.

―Mi señora, ¿qué desea que hagamos con esta gente?― le preguntó un soldado.

― ¡Llévenselos! No quiero verlos cerca de mi castillo nunca más― ordenó la damisela viendo con una expresión de asco a la multitud.

Los soldados reaccionaron al instante. Desenvainaron sus sables y se dirigieron a la gente para quitarlos de la vista de la reina. No muy lejos de aquél tumulto iba pasando una carreta cargada por un par de caballos. En ella iba una pareja de granjeros y su único hijo, Pierre. Los granjeros vivían en las afueras de París, y poseían una extensión de tierra enorme de la cual provenía la comida con la que alimentaban a la población.

La pareja de granjeros eran personas muy nobles, que habían vivido durante su niñez al sur de Francia cerca de la ciudad de Marsella. En esta ciudad se conocieron se casaron y luego se fueron a vivir a París, sin embargo, con el paso del tiempo se dieron cuenta que había sido un gran error irse a vivir cerca de la capital. La participación de Francia en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos había producido que la pobreza se extendiera por todo el país.

Cuando por fin se normalizó la situación, tuvieron a su hijo, llamado Pierre. Era un niño muy quieto, tenía los ojos azules como su padre y el pelo negro y lacio como su madre. Al cumplir los doce años, su padre le empezó a enseñar a tratar los cultivos. Aquel día, en el que la reina se iba de viaje a Orleans, ellos habían ido a Versalles a vender su mercancía.

Pierre no estudiaba. Apenas sabía leer y escribir porque su madre le había enseñado. Siempre iba a la plaza en las tardes, en la que se juntaba con sus amigos: Rafael, quien era huérfano, era un niño muy activo, con los ojos marrones y el pelo castaño; Tomás, hijo de un panadero que siempre era castigado por su padre por juntarse con Pierre y Rafael, era más calmado que éste último. Tenía el pelo negro

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