SISTEMA EDUCATIVO MEXICANO
katherinian731 de Diciembre de 2013
9.424 Palabras (38 Páginas)363 Visitas
El Sistema Educativo Mexicano
La experiencia del siglo veinte
Carlos Ornelas
Introducción
La experiencia de la educación mexicana en el siglo pasado es rica y, simultáneamente, decepcionante. La creación, consolidación y expansión del sistema educativo fueron pausadas, conflictivas y tardas en comparación con otros países. Hay razones para el orgullo y motivos para la vergüenza. Hubo gobiernos que tuvieron miras de largo alcance y, aun en momentos de escasez, hicieron el esfuerzo y alcanzaron más de lo que se podía. En contraste, hubo períodos en que los gobernantes hicieron discursos grandilocuentes acerca de la educación o para ensalzar a los maestros, pero socavaron logros reales o frenaron su desarrollo.
Entre el comienzo del siglo y la promulgación de la Carta Magna, se constituyó la escuela pública como una función del gobierno, mas con la Revolución se rompió la institucionalidad incipiente; y, después de la guerra revolucionaria se refundó como un ministerio del Estado y se plasmaron sus principios igualitarios y laicos en el artículo tercero de la Constitución. En los primeros años del nuevo régimen no hubo avances materiales significativos. El gobierno de los sonorenses dio la espalda al federalismo embrionario y erigió la Secretaría de Educación Pública, que emergió con bríos, fines humanísticos y civilizadores, dirigida por intelectuales románticos y revolucionarios que deseaban unificar el país por la cultura. Por primera vez en la historia de México la educación dejaba de ser para una minoría urbana y se consideraba un derecho para las masas, incluyendo segmentos rurales. Se hizo la exégesis de los maestros y su labor se consideró una misión histórica.
Los agitados tiempos políticos pusieron su impronta en el sistema educativo y, cuando se decretó la educación socialista, se tornaron sus propósitos de ilustración en conceptos utilitaristas, se centralizó aún más que en el pasado, aunque con una visión igualitaria y logros materiales impresionantes, dada la pobreza del país. Los docentes de aquellas escuelas, más que maestros, eran considerados organizadores sociales. No sin pugnas, la educación dio otro giro a mediados de los años 40, de la exaltación de la lucha de clases se transitó a la concordia de la nación y, en consonancia, se fundó el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, el SNTE, ligado al partido oficial y como dependencia del Estado; se instituyó que la educación debería ser democrática y tuvo otro impulso expansionista; también creció hacia arriba. El discurso hacia los maestros era edificante y sin límites alabó su apostolado.
En los albores de la década de los 60, la institución escolar centralizada se había consolidado; la educación como todo lo demás, debería servir al desarrollo del país. Hubo progreso e innovaciones, mas después de una expansión inicial se frenó el crecimiento del sistema, especialmente en los niveles superiores. El docente se consideraba un técnico al servicio de los intereses nacionales. Ese modelo pasaba dificultades y para los 70 se emprendió una reforma que pretendía modernizar el aparato escolar, pero sin soltar el control. Sus fines fueron ambiguos pero hubo prosperidad material y crecimiento. En esta época se consolidó el predominio de las tendencias economistas, “la teoría del capital humano” y el papel de los maestros pasó a segundo plano. En los años 90, el sistema educativo entró en ebullición, fue un tiempo de reformas, con fines ambiciosos, una visión más cosmopolita, cambios bruscos en la organización, con cierta participación de actores que antes estaban marginados y con un debate vivo de la carrera docente y sus ánimos de profesionalización.
¿Cuál fue la experiencia del sistema educativo mexicano en el siglo veinte? Visto en la perspectiva del largo tiempo de la historia, no parece que su institucionalidad haya tendido un hilo conductor, fue de ensayo, error y cambio. Hubo vaivenes sexenales pero también continuidad en ciertos programas y estrategias. Igualmente, sus propósitos variaron, quizá más en concordancia con los intereses políticos en boga, que con miras de largo alcance o, como se dice en los albores del siglo veintiuno, con una visión de Estado. En este capítulo no hay cortes cronológicos tajantes; propósitos y acciones se empalman de un gobierno a otro o se contradicen, aun en un mismo periodo presidencial.
En esa experiencia, los maestros fueron los actores centrales, aunque hubo protagonistas (intelectuales, políticos o tecnócratas) que con su palabra y acción marcaron derroteros nuevos o imaginaron vías alternas para el futuro de la educación nacional. El balance es favorable, pero hay rezagos que son una oprobio para el país y una rémora para la nación, más aún en los tiempos de la globalización.
De la Pax a la Revolución y la destrucción de las instituciones: 1900-1920
Al comenzar el siglo veinte, México era un país desigual y pobre, aunque su grupo dominante gobernaba con delirios de grandeza. La estabilidad política e institucionalización del país se había logrado por fin gracias a la dictadura de Porfirio Díaz, que ya cumplía dos decenas. Los primeros 10 años del siglo fueron de paz y crecimiento y, los segundos 10, de convulsión social, guerra civil y el surgimiento de un nuevo régimen. La educación fue marginal, aunque en el Congreso Constituyente generó uno de los debates cruciales, más por aspectos doctrinarios que prácticos.
La educación en el régimen de Díaz era indigente aunque en los primeros 10 años de la centuria se aceleró la construcción de instituciones, tanto para el lucimiento del dictador cuanto para “servir al pueblo”. En 1900, alrededor del 90% de la población adulta era analfabeta; había como 700 mil estudiantes en 12 mil escuelas de “primeras letras”, que eran de párvulos, primaria elemental (cuatro años) y primaria superior (dos años); 77 escuelas secundarias (sin un perfil definido); 33 escuelas preparatorias, 13 escuelas normales y cinco escuelas nacionales profesionales.
En 1901 se creó el Consejo Superior de Educación Pública, como un órgano “científico” de asesoría al subsecretario de Instrucción Pública, cargo apenas inaugurado el año anterior dentro de la Secretaría de Justicia e Instrucción Pública y, en 1902, se creó la Dirección General de Enseñanza Normal. Ambos fueron pasos previos a la fundación de la SIPBA, la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, por la que pugnaba Justo Sierra desde finales del siglo anterior. La educación pública recibió un impulso, mas era para las ciudades y los segmentos medios. Como concluyó Ernesto Meneses, uno de los historiadores mayores de la educación: “La escuela mexicana era la escuela urbana, lejano fulgor de esperanza en una nación cuyo 75% de la población habitaba dispersa en rancherías y pueblecitos remontados en las crestas de la abrupta serranía”.
No sólo era urbana, era para los segmentos medios y ascendentes, como se demostró con la creación de la Escuela Nacional de Altos Estudios en 1908, que se inauguró oficialmente en septiembre de 1910, durante las Fiestas del Centenario, justo para que formara parte de la flamante Universidad Nacional de México. Los liberales mexicanos se opusieron por décadas a la creación de una universidad, porque recordaban el papel que representó la antigua Real y Pontificia Universidad de México durante la Colonia y en contra de la Independencia. Justo Sierra, el ministro porfirista de Instrucción Pública, quería una universidad moderna, laica y ajena al pasado. “¿Tenemos una historia?”– se preguntó–. “No. La Universidad mexicana que nace hoy no tiene árbol genealógico [...]”, expresó en el discurso de inauguración. No obstante, la nueva universidad no era nueva, fue la conjunción de las escuelas nacionales Preparatoria, de Jurisprudencia, de Medicina, de Ingenieros, de Bellas Artes (sólo en lo concerniente a la enseñanza de la arquitectura) y la de Altos Estudios.
Los fines de la educación eran generales, educar en las primeras letras, promover el avance de la ciencia, suscitar progreso material y social y afianzar la nacionalidad mexicana. A eso se encaminaban las leyes de Educación y la Constitutiva de las Escuelas Normales. La ley de Educación decretaba la gratuidad de la escuela primaria, en contraste con la de 1901, pero no la obligatoriedad. La de las escuelas normales era la coronación de un conjunto de Congresos Pedagógicos que desde el siglo diecinueve organizaban los docentes. Se podría decir que para 1910, la normal era la escuela más asentada y en expansión. Los maestros eran el gremio mejor organizado, politizado y con integrantes que tenían influencia y voz en la prensa. Los maestros de aquel entonces, eran tan elitistas (y urbanos) como los abogados, los médicos o los ingenieros, pero con más espíritu de cuerpo y consciencia de su potestad.
Pero la Pax porfiriana llegó a su fin. La Revolución mexicana acabó con la dictadura y formó otro régimen, donde la educación pasaría a ser una pieza importante en la articulación del Estado con la sociedad. Durante los años de la rebelión, la escuela oficial perdió vida, las leyes no tuvieron vigencia, no había fondos para las escuelas y las que funcionaban lo hacían en condiciones precarias. Los segmentos medios e ilustrados formaron el Ateneo de la Juventud y la Universidad Popular, con el ánimo de criticar el “cientificismo” de la era porfiriana e impulsar el estudio de la filosofía, las humanidades y las letras, al mismo tiempo que abogaban –en
...