Thompson Trabajo & Tiempo
Enviado por romina30150 • 25 de Junio de 2015 • 2.142 Palabras (9 Páginas) • 164 Visitas
TIEMPO, DISCIPLINA DE TRABAJO Y CAPITALISMO INDUSTRIAL
El cambio se debió a la difusión de los relojes en el siglo XIV, el reloj sube al escenario de la organización y el cambio se produce con toda certeza. Con el avanzar del siglo XVII la imagen del mecanismo de relojería se extiende.
¿ Hasta qué punto y en qué formas afectó este cambio en el sentido del tiempo a la disciplina de trabajo, y hasta qué punto influyó en la percepción interior del tiempo de la gente trabajadora? Si la transición a la sociedad industrial madura supuso una severa reestructuración de los hábitos de trabajo ¿hasta qué punto está todo esto en relación con los cambios en la representación interna del tiempo?
II
Entre pueblos primitivos la medida del tiempo está generalmente relacionada con los procesos habituales del ciclo de trabajo o tareas domésticas.
Se establecían diferentes desarrollos de una definición ocupacional del tiempo. Por ejemplo en el Chile del siglo XVII, el tiempo se medía con frecuencia en “credos”.En Birmania los monjes se levantaban al amanecer “cuando hay suficiente luz para ver las venas de la mano”. Una indiferencia tal ante las horas del reloj sólo se podía dar en una comunidad de pequeños agricultores y pescadores con una estructura mínima de comercialización.
Se pueden observar ritmos de trabajo “naturales”: la organización del tiempo social en el puerto se ajusta a los ritmos del mar; hay que ocuparse de las ovejas mientras crían y guardarla de los depredadores. La orientación del tiempo que surge de estos contextos ha sido descrita como “orientación al quehacer”.
Se puede proponer tres puntos sobre la orientación al quehacer.
1) En cierto sentido es más comprensible humanamente que el trabajo regulado por horas.
2) Una comunidad donde es normal la orientación al quehacer parece mostrar una demarcación menor entre “trabajo” y “vida”.
3) Al hombre acostumbrado al trabajo regulado por reloj, esta actitud le parece antieconómica y carente de apremio.
Pero la cuestión de la orientación al quehacer se hace mucho mas compleja en el caso de que el trabajo sea contratado. Se señala el cambio de orientación al quehacer a trabajo regulado. No es el quehacer el que domina sino el valor del tiempo al ser reducido a dinero. El tiempo se convierte en moneda: no pasa sino que se gasta.
III
No está claro hasta qué punto estaba extendida la posibilidad de disponer de relojes precisos en la época de la Revolución Industrial. Desde el siglo XVI se erigieron relojes en iglesias y lugares públicos. El reloj de bolsillo era de precisión dudosa hasta que se hicieron ciertos progresos.
La fabricación relojera en pequeñas localidades sobrevivió hasta el siglo XIX. En contraste, la fabricación de relojes de bolsillo, desde los primeros años del siglo XVIII, se concentró en unos cuantos centros.
El registro del tiempo pertenecía a mediados de siglo todavía a la gente acomodada, patronos, agricultores y comerciantes; y es posible que la complejidad de los diseños y la preferencia por los metales preciosos, fueran formas intencionadas de acentuar el simbolismo de status.
Había muchas maquinarias de medir el tiempo hacia 1790: el énfasis se iba trasladando del “lujo” a la “conveniencia”; se está produciendo una difusión general de los relojes en el momento exacto en que la Revolución industrial exigía una mayor sincronización del trabajo. En algunos lugares del país se crearon Clubs de Relojes, de alquiler o adquisición colectiva. Además, el reloj era el banco del pobre, una inversión de sus ahorros; en épocas malas podía venderse o empeñarse.
IV
Del reloj a la tarea:
La atención que se presenta al tiempo en la labor depende en gran medida de la necesidad de sincronización del trabajo. En los comienzos del desarrollo de la industria fabril y de la minería, sobrevivieron muchos oficios mixtos. Es en la naturaleza de este tipo de trabajo donde no puede sobrevivir una planificación del tiempo precisa y representativa.
En la norma de trabajo se alternaban las tandas de trabajo intenso con la ociosidad, donde quiera que los hombres controlaran sus propias vidas con respecto a su trabajo. Surgió la tradición de hacer honor a San Lunes. San Lunes era venerado casi universalmente dondequiera que existieran industrias de pequeña escala, domésticas y a domicilio. Se perpetuó en Inglaterra hasta el siglo XIX. Donde la costumbre se encontraba profundamente establecida, el lunes era el día que se dejaba para el mercado y los asuntos personales. Podemos constatar que la irregularidad de días y semanas de trabajo se insertaba, hasta las primeras décadas del siglo XIX.
¿Hasta qué punto puede extenderse esta problemática de la industria fabril a los trabajadores rurales? Aparentemente su caso supondría un implacable trabajo diario y semanal: el bracero rural no gozaba de San Lunes.
En el siglo XIX la polémica se resolvió en gran parte a favor del trabajador asalariado semanal, complementado por las labores necesarias, cuando lo requería la ocasión.
El trabajo más arduo y prolongado de la economía rural era el de la mujer del bracero. Una parte de aquél era el más orientado al quehacer. Otra parte estaba en los campos. Una forma tal de trabajar era sólo soportable porque parte del mismo, los niños y la casa (quehacer) se revelaba como necesario e inevitable, más que como una imposición externa. Esto es hoy día todavía cierto y, no obstante las horas de escuela y televisión, los ritmos de trabajo de la mujer en el hogar no están enteramente adaptados a las medidas del reloj. Todavía no ha salido del todo de las convenciones de la sociedad “preindustrial”.
V
Es cierto que la transición a la sociedad industrial madura exige un análisis en términos sociológicos así como económicos. Pero, el intento de proporcionar modelos simples para un solo proceso, supuestamente neutro y tecnológicamente orientado, conocido como “industrialización” es también dudoso. Es también que no hubo nunca un solo tipo de transición. La tensión de ésta recae sobre la totalidad de la cultura: la resistencia al cambio y el asentimiento al mismo surge de la cultura entera. Examinamos los cambios producidos en las técnicas de manufactura que exigían una mayor sincronización del trabajo y mayor exactitud en la observación de las
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