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La Abogacia


Enviado por   •  29 de Enero de 2012  •  1.716 Palabras (7 Páginas)  •  981 Visitas

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La abogacía no es una consagración académica, sino una concreción profesional. Un título universitario no es de Abogado, sino de un Lic. En Derecho.

La universidad preside una formación académica, en las demás facultades, solo ofrece el peligro de que el alumno resulte ser un teórico pedante. La formación del hombre viene después, en las aulas quedó pulverizado todo lo bueno que aportara de su hogar.

La facultad de Derecho se redime y contribuye eficazmente a la constitución técnica de sus alumnos, junto a él operan la conciencia, el hábito, la educación, el engranaje de la vida, el ojo cíclico, mil y mil elementos que, englobados, integran un hombre que se distingue de los demás, alguien que no conoce sus pasiones, si no sabe atisbarlas, toda su ciencia resultara inútil para abogar.

En el Abogado la rectitud de la conciencia es mil veces más importante que el tesoro de los conocimientos, primero es ser bueno, segundo es ser firme, después ser prudente, la ilustración viene en cuarto lugar, y la pericia al último lugar.

El Abogado en conclusión es; el que ejerce permanentemente la abogacía.

Nuestro hierro actúa siempre sometido a la influencia del hierro contrario, hemos de afrontar constantemente el peso de la injusticia. Injusticia hoy en el resultado de un concierto donde pudo más la fuerza de la izquierda.

Las decisiones de un hombre prudente no se forman por generación espontánea, sino como fruto de un considerado respeto a opciones, conveniencias y estímulos del exterior. El orgullo es una faceta de la dignidad, a diferencia de la vanidad, que es una fórmula de la estupidez. Debo de andar firme y sereno, cual si lo que me rodea no me afectase. Y si vacilo en cuanto a la verdad o a la justicia de mi causa, debo abandonarla, por qué mi papel no es el de comediante, contribuye la obra más intima, más espiritual, más inefable del hombre.

En la abogacía actúa el alma sola, porque cuanto se hace obra de la conciencia y nada más porque ella, el Derecho es cosa que se ve, se interpreta y se aplica con el alma de cada cual. En nuestro ser, solo en nuestro ser, hallase la fuerza de las convicciones, la definición de justicia, el aliento para sostenerla, el noble estímulo para anteponerla al interés propio, el sentimentalismo lirico para templar las armas del combate. Quien no reconozca en si estos tesoros, que no abogue, pues nada es tan irritable como la injusticia.

La inmutabilidad de Derecho, por qué son consistentes los conocimientos morales del mismo, que la sociedad elige y determina, muchas veces a despecho de la fuerza coactiva del estado. El Derecho no establece la realidad sino que la sirve, y por esto camina mansamente tras ella, consiguiendo rara vez marchar a su paso. No nada más es saber Derecho, sino conocer la vida. El Derecho positivo esta en los libros, se buscan, se estudian, y en paz. Pero lo que la vida reclama no está escrito en ninguna parte. Las leyes, los códigos, no deben ofrecer ningún interés; se aprende a leer con imágenes y se aprende la vida con hechos.

La pugna entre lo legal y lo justo no es invención de los novelistas y dramaturgos, sino producto vivo de la realidad. No es estudio sino sensación. La sensación no se cimienta en la lucidez del ingenio, sino en la rectitud de la conciencia.

Quien busca en los libros el aquietamiento de la conciencia, suele ir hipócritamente a cohonestar la indelicadeza para beneficio del interés, pugna entre lo moral y la ley, cuando se descubre un aspecto moral en un problema, no hay fórmula amparadora en las leyes, se resuelve en sentido moral que se nos marque, creer en lo que es justo.

La moralidad, hay que servir el fin bueno aunque sean con medios malos que el Abogado está obligado a sufrir y callar. Debajo de la toga hay que llevar coraza, Abogado que sucumba al “qué dirán” debe tener su hoja de servicios manchada con la nota de cobardía.

El secreto profesional no hay más que una forma de guardarlo: no diciéndoselo a nadie más, que no sea otra persona de idénticas virtudes que no se lo dirá a nadie más. La Abogacía es un servicio público porque la administración de justicia lo es, y el Abogado es un auxiliar de la justicia.

El Abogado debe guardar el secreto a todo trance, cueste lo que cueste. Se puede contar con tres conflictos, con su propia conveniencia, con el interés particular ajeno y con un grave interés social. El secreto sólo cabe mientras los asuntos no salen de la intimidad del estudio.

La chicana o triquiñuela, enredo, artería, mentiras, embustes. El Abogado debe abstenerse de todo trámite innecesario y en especial de toda articulación puramente dilatoria, cuidándose de no entorpecer el normal desarrollo del juicio. La chicana es lo más vergonzoso de la administración de justicia y el Abogado es un auxiliar de esta administración. La obligación de luchar contra la iniquidad es la razón de ser de nuestra profesión.

Pero un chicanero que gana tiempo para la defensa de una causa es algo justo o injusto?... o es humanidad, que es cosa apegada al sentir. Todo depende en la vida de del hombre, de su pensamiento, de su conciencia.

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