La Moral En La Escuela Primaria
Enviado por CESVA • 22 de Noviembre de 2013 • 1.815 Palabras (8 Páginas) • 451 Visitas
Introducción
Para comprender, para justificar como debiera ser el método que convendría seguir en la enseñanza de la moral laica, y hacerles ver ustedes cómo este método debe aplicarse con todo detalle a las cosas particulares, seria necesario un año y seguramente mucho más. La moral laica debería orientarse en la escuela primaria, y me dije que era posible al menos expresarles la idea directriz en la que ella debe inspirarse. Esto es lo que pretendo hacer.
Se trata de saber cómo se puede enseñar la moral sin recurrir una especie de religión revelada o a un tipo de teología racional; las doctrinas metafísicas no son asequibles a los niños. Estamos en la imposibilidad de hacer uso de ellas en la escuela primaria. Dejémoslas entonces de lado.
Pero para que estemos autorizados a dejar de lado las religiones, es evidente que debemos tener la capacidad de pensar que racionalmente lo podemos hacer mejor o tan bien como ellas; para ello es necesario que tengamos razón en creer que podemos facilitar los servicios que ellas han prestado y por consiguiente, nuestra primera preocupación debe ser la de buscar cuáles son esos servicios que la religión ha ofrecido, con el fin de ver si estamos en capacidad, y en qué medida, de satisfacer las mismas necesidades, pero de otra manera.
Carácter de los hechos morales
Lo que caracteriza las cosas morales, lo que las distingue de las demás cosas humanas, es el valor inconmensurable que nosotros le reconocemos en relación con otras cosas que desean los hombres.
No cabe duda que para toda conciencia justa, hoy como antes, los bienes morales han sido considerados siempre carentes de una medida común con los otros bienes que los hombres desean y persiguen. Podemos admitir sin dificultad que en los platos de una balanza se pongan de una parte los intereses industriales y de otra los intereses higiénicos.
Pero lo que no podemos admitir sin sentir inmediatamente por dentro de nosotros elevarse 'una protesta, es que los progresos de la inmoralidad puedan ser compensados por los progresos de la industria, o los progresos del arte, o los de las ciencias. No podemos concebir, por un lado, que el valor económico, artístico, científico, y el valor moral por el otro, puedan ser, en alguna medida, entendidos como equivalentes.
La moral no nos enseñará jamás que la inmoralidad puede ser borrada, compensada por una ventaja industrial o científica. La inmoralidad de una sociedad no es menor porque en ella se encuentren muchos artistas, muchos sabios y muchas grandes máquinas industriales. Aunque sea muy pequeño el lugar que la moral ocupe en el orden de las cosas humanas, nuestras conciencias deben darle un puesto aparte. .
¿De dónde viene entonces este lugar excepcional que ha asignado?
Toda la vida moral del hombre es dirigida por un cierto número de reglas, de principios, de máximas, de acciones que nos indican, que nos prescriben cómo se debe reaccionar en diferentes circunstancias. La moral es un sistema de reglas. La existencia de esas reglas, de esas máximas que determinan la acción no tiene nada de particular en la vida moral. No hay profesión en donde no haya reglas que observar.
Toda nuestra vida física está dirigida por la técnica de la higiene y de la medicina. Existe un conjunto de reglas para observar si queremos comportarnos bien o si queremos curarnos. Esas reglas, esas leyes de la técnica profesional, de la higiene, tienen un carácter propio, un carácter utilitario: nos sometemos a ellas porque con ellas nos encontramos bien, porque las pruebas a las cuales esas reglas han sido sometidas las han consagrado, porque las experiencias pasadas nos garantizan su valor de principio. Los hombres se han sentido bien al seguirlas durante tanto tiempo que por lo tanto hay alguna razón para creer que nosotros también nos sentiremos bien con ellas. Entonces nos sometemos simplemente porque esperamos obtener de esta sumisión resultados ventajosos. Son siempre consideraciones utilitarias las que nos guían: es la naturaleza intrínseca del acto prescrito y sus probables consecuencias; es el deseo de ver este acto producir inmediatamente consecuencias (agradables].
Es totalmente diferente en lo que concierne a las regias de la moral. Si las violamos, nos arriesgamos a ser dejados de lado, en cuarentena, señalados. No conversarán de la misma manera con nosotros, no nos tratarán de la misma forma. Nos estimarán menos, y seremos inclusive despreciados.
la moral se nos presenta, por una parte, como un sistema de principios imperativos. Pero si no fuera más que eso, podríamos seguramente conformarnos, podríamos fácilmente ceder a la obligación, .pero no podríamos quererla verdaderamente. Para quererla, se requiere que podamos también amarla. Esto es lo que ha sentido la opinión común, cuando dice que en la moral hay dos ideas, la idea de deber y la idea de bien.
¿Pero qué significa la idea del bien? Significa que la moral no es solamente un sistema de reglas, sino que el acto moral es bueno, que pude ser deseado, que podemos amarlo. El filósofo Kant intentó, ya que tenía un alto concepto del deber, llevar la noción de bien a la idea de deber. Pero esta reducción es imposible. No podemos llevar la idea de bien a la idea de deber. La idea de bien tiene su propio resplandor, no podemos violar [¿velar?] este resplandor ante nuestros ojos sin que se ensombrezca
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