La narrativa escrita por mujeres a partir de una habitación propia
Enviado por Brenda Isela Váz • 6 de Diciembre de 2017 • Resumen • 2.727 Palabras (11 Páginas) • 300 Visitas
La narrativa escrita por mujeres a partir de una habitación propia
Certificación
Vázquez González Brenda Isela
Matrícula 10-011-0452
Habitación Propia
Resumen
Una habitación propia es un ensayo publicado por la escritora Virgina Woolf (1882-1941) en Londres, Inglaterra.
Este libro nació de un par de conferencias a las que fue invitada la escritora en 1928. Ahí, Woolf habló sobre “Las mujeres y la novela”. Tiempo después, el discurso pasó a ser un libro. Éste consta de seis capítulos, donde desglosa de una manera muy amena la historia de la literatura, hasta su tiempo, y el papel de la mujer dentro de su contexto psicológico, sociológico y cultural. Con el tiempo Una habitación propia pasó a ser uno de los primeros tratados feministas.
El libro comienza con la divagación de la autora por no saber desde donde enfocar su ensayo. Hila sus pensamientos haciendo unas observaciones sobre algunas autoras que considera importantes para su época, por ejemplo: Fanny Burney, Jane Austen, las hermanas Bronte, George Eliot, entre otras. Reflexiona acerca del ángulo femenino desde donde lo enfocará, pero esto le causa un conflicto, pues no encuentra una buena conclusión, mas formula una tesis: “Una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas”. Asimismo, comenta: “Pero en compensación trataré de mostrarles cómo he llegado a esa opinión sobre el dinero y el cuarto propio. Voy a desarrollar ante ustedes con toda plenitud y franqueza posible el proceso mental que me condujo a ella. Si expongo las ideas y los prejuicios que respaldan esta tesis ustedes acabarán por reconocer que ellas tienen alguna relación con las mujeres y la novela”. A su vez, menciona: “Sea lo que fuere, cuando un tema es muy discutible y cualquier tema donde interviene el sexo lo es, nadie puede esperar a decir la verdad. Solo es posible referir de qué modo uno ha llegado a esa opinión.” Valiéndose de licencias literarias, crea toda una historia a partir de la conferencia, días antes de ésta, para poder explicar con mayor libertad su tema[1]. Describe la atmósfera londinense en la que se encuentra mientras decide como abordar su tesis, cómo es sentarse en el pasto de un lugar exclusivo para hombres. Luego, relaciona eso con la escritura del sexo opuesto, ¿qué escribieron los escritores célebres del pasado? ¿Cómo se iniciaron en la escritura? ¿Quiénes y cómo usaban las bibliotecas? Así, narra una historia donde ella misma aparece. Se encuentra parada frente a una biblioteca, la cual es más concurrida por hombres. Se siente extraña porque cree que no pertenece ahí.
Salta a otro punto. Comenta que aquella era la época de la fe, se derramaba dinero libremente para la construcción de iglesias. Cuando pasó la época de la fe, llegó la época de la razón, como consecuencia prosiguieron los ríos de oro y plata: se dotaron de becas y se fundaron las cátedras.
Cuando almuerza se le vienen a la mente otras preguntas: ¿Y era esto lo que tarareaban los hombres en el almuerzo antes de la guerra? ¿Y las mujeres? ¿Cuántas poetas existen? ¿Echaremos la culpa a la guerra? Cuando se dispararon las armas en agosto de 1914, ¿se encontraron los hombres y mujeres tan feos los unos a los otros y murió la fantasía? Sin duda fue un golpe duro, sobre todo para las mujeres con sus ilusiones sobre la educación y demás. Por otro lado, retoma a la literatura y comenta: “La literatura debe atenerse a los hechos y cuanto más reales los hechos, mejor literatura – Según nos dicen.” Vuelve a la idea de la importancia de la comida, pero desde el punto de la convivencia. Reflexiona: “Uno no puede pensar bien, amar bien, dormir bien si uno ha comido mal”. Volviendo al pensamiento de las mujeres y el dinero medita: “Pensando en todas esas mujeres trabajando años y años y matándose para juntar dos mil libras y no pensando entre todas de treinta mil nos indignó la culpable pobreza de nuestro sexo ¿Qué habían estado haciendo nuestras madres para dejarnos pobres? ¿Empolvándose la nariz? ¿Mirando las vidrieras?” Sobre la importancia de que las mujeres dejaran dinero a sus hijas para que de ese modo ellas pudieran trascender al igual que los hombres.
Woolf se pregunta ¿Por qué los hombres beben vino y las mujeres agua? ¿Por qué un sexo es tan adinerado y el otro tan pobre? ¿Qué influencia ejerce la pobreza sobre la literatura? ¿Qué condición requiere una obra de arte? Pero no obtiene respuestas. Así que decide emprender un viaje a la biblioteca en busca de ellas y se topa con un centenar de libros, ¿“Tiene usted la menor idea del número de libros sobre mujeres que se publican en el curso de un año? ¿Tiene usted la menor idea de cuantos son escritos por hombres? ¿Se dan cuenta que ustedes son, tal vez, el más discutido animal del universo?” Así pues, encontró desde qué perspectivas los hombres observan a la mujer: Las mujeres no escriben libros de hombres, hecho que recibí con alivio, pues si primero tienes que leer todo lo que los hombres han escrito sobre mujeres y después todo lo que las mujeres han escrito sobre los hombres, el óleo florece cada cien años, florecería dos veces antes de que yo empezara a escribir. Continúa meditando: ¿Por qué las mujeres, a juzgar por los catálogos interesan mucho más a los hombres que los hombres a las mujeres? Sin importar su área, esto la lleva a preguntarse ¿Por qué son pobres las mujeres? Eso desencadena un largo listado donde podría ser abordada la mujer. Relaciona la pobreza con el dinero: “La noticia de mi herencia me llego una noche casi al mismo tiempo que pasaba la ley concediendo el voto a las mujeres. Una carta cayó a mi buzón y al abrirla supe que tendría quinientas libras al año para toda la vida. De los dos -el voto y el dinero – me ha parecido más importante el dinero”. Prosigue, llega a la siguiente reflexión: quizá en cien años la mujer dejará de ser el sexo protegido y tendrá participación en lo que ahora no puede.
Pasan las hojas, mas la autora sigue sin encontrar la respuesta de sus interrogantes. Me pregunto cuáles eran las condiciones en que vivían las mujeres; porque las novelas, es decir el trabajo imaginativo no se desprende de un guijarro como puede suceder con la ciencia; la novela es como una telaraña ligada a la vida por los cuatro costados como a la salud y al dinero y a las cosas que vivimos. Es verdad, si la mujer no tuviera más existencia que la de ser revelada por las novelas que los hombres escriben, uno se imaginaria como un ser de la mayor importancia; muy cambiante, heroica y mezquina, esplendida y sórdida; infinitamente hermosa y horrible en extremo; tan grande como un hombre o tal vez mayor. En la novela dominan las vidas de los reyes y conquistadores: en realidad es la esclava de cualquier muchacho obligado por sus padres a ponerle un anillo en el dedo. Algunas de las palabras más inspiradas de algunos de los pensamientos más hondos de la literatura caen de sus labios. En la vida real apenas sabía leer, apenas deletrear y era la propiedad de su marido.
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