Las crisis del capitalismo democrático avance
Enviado por cabezajc • 27 de Noviembre de 2017 • Síntesis • 4.855 Palabras (20 Páginas) • 215 Visitas
El colapso del sistema financiero estadounidense en 2008 se ha ido convirtiendo desde entonces en una crisis económica y política de dimensiones globales.
Desde el punto de vista de la economía, esta crisis se explica desde la idea que la sociedad está gobernada por una tendencia general al equilibrio y que las crisis y mutaciones que en ella acontecen no son más que desviaciones coyunturales del estado estacionario de un sistema normalmente bien integrado. Se imagina como una perturbación pasajera de una situación estable.
Desde el punto de vista sociológico, Wolfgang Streeck considera la “Gran Recesión” y el sub-siguiente colapso de las finanzas públicas como manifestación de una tensión subyacente en la configuración político-económica de las sociedades capitalistas avanzadas. Se habla de inestabilidad y desequilibrio, y en una sucesión histórica de perturbaciones del orden social-económico.
W. Streeck argumenta que la crisis actual solo se puede entender en el marco de la transformación conflictiva que se está produciendo en la formación social que el llamará “CAPITALISMO DEMOCRÁTICO”.
El capitalismo democrático no se consolidó hasta después de la Segunda Guerra Mundial y aun entonces solo en parte del hemisferio occidental: Norteamérica y Europa occidental. Durante dos décadas funcionó allí extraordinariamente bien, fue un periodo de crecimiento económico ininterrumpido que aún sigue dominando nuestras ideas de lo que podría, o debería ser, el capitalismo moderno.
Streeck sugiere que la situación normal del capitalismo democrático no es la de “les trente glorieuses”, sino la serie de crisis posteriores, el conflicto endémico entre los mercados capitalistas y la política democrática, que se puso de manifiesto cuando el elevado crecimiento económico llego a su fin en la década de los 70.
Nuestro autor analizará primero la naturaleza de ese conflicto y luego la sucesión de perturbaciones político-económicas a él asociadas que precedieron y configuraron la crisis global actual.
- ¿MERCADOS VERSUS VOTANTES?
Desde el siglo XIX hasta bien entrado el XX, se muestran dos posiciones:
- La de la burguesía y derecha política, que expresaron su temor de que el gobierno de la mayoría, que suponía el de los pobres sobre los ricos, acabaría suprimiendo la propiedad privada y el mercado libre.
- La clase obrera en ascenso y la izquierda política advirtieron que los capitalistas podían aliarse con las fuerzas de la reacción para abolir la democracia, a fin de evitar ser gobernados por una mayoría permanentemente entregada a la redistribución económica y social.
Des del punto de vista histórico se cree que tenía más razón la izquierda tenía más razones de temer que la derecha liquidara la democracia a fin de salvar el capitalismo, que la derecha a temer que la izquierda aboliera el capitalismo por el bien de la democracia.
En los años inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial, se asumía de forma generalizada que para que el capitalismo fuera compatible con la democracia debía estar sometido a un riguroso control político (ejemplo: racionalización de las empresas o sectores clave, o co-determinación “mitbestimmung” de los trabajadores, como en Alemania), a fin de evitar que la propia democracia se viera limitada en nombre del libre mercado.
Desde entonces, la economía dominante se ha obsesionado con la “irresponsabilidad” de políticos oportunistas que tratan de satisfacer a un electorado económicamente ignorante, interfiriendo en mercados que de otro modo serían muy eficientes, en procura de objetivos (como el pleno empleo y justicia social) que el mercado libre acabaría ofreciendo de no ser por las distorsiones provocadas por las injerencias políticas.
Las crisis económicas, según las teorías dominantes, se deben esencialmente a intromisiones políticas que distorsionan el mercado buscando objetivos sociales. Hayek, por ejemplo, en los últimos años propuso abolir la democracia en defensa de la libertad económica y las libertades civiles, sin embargo, el “cantus firmus” de la actual teoría económica neoinstitucionalista es en general hayekiano.
Para funcionar adecuadamente el capitalismo requiere:
- Una política económica sometida a reglas, con protección de los mercados y derechos de propiedad constitucionalmente consagrados frente a injerencias políticas discrecionales.
- Autoridades reguladoras independientes.
- Bancos centrales firmemente protegidos frente a presiones electorales.
- Instituciones internacionales, como la Comisión Europea o el Tribunal Europeo de Justicia, que no tengan que preocuparse de la reelección popular.
El autor entiende el capitalismo democrático como una economía política gobernada por dos principios o regímenes en conflicto de asignación de los recursos:
- Uno que opera según la “productividad marginal”, en función de los méritos manifestados en el “juego libre de las fuerzas del mercado”.
- Otro basado en las necesidades o derechos sociales, expresados en las opciones colectivas de la política democrática.
En el capitalismo democrático los gobiernos deben supuestamente obedecer a ambos principios simultáneamente. En la práctica, suelen privilegiar durante un tiempo uno postergando el otro, hasta que se ven castigados por las consecuencias: los gobiernos que no atienden a las reivindicaciones democráticas de protección y redistribución corren el riesgo de perder el apoyo del electorado, mientras que los que desatienden las exigencias de compensación de los propietarios de los recursos productivos, provocan disfunciones económicas cada vez más insostenibles que socavan su apoyo político.
Según la utopía liberal de la teoría económica predominante, la tensión entre estos dos principios de distribución presentes en el capitalismo democrático se supera convirtiendo la teoría en lo que Marx habría llamado una fuerza material. Desde ese punto de vista de la economía, enseña a los ciudadanos y políticos que la verdadera justicia es la justicia del mercado, que recompensa a cada uno según su contribución, en lugar de juzgar sus necesidades como derechos.
En el mundo real, no fue tan fácil apartar a la gente de sus creencias “irracionales” en derechos sociales y políticos no sometidos a la ley del mercado y al derecho de propiedad. Hasta ahora, siempre que tiene la posibilidad, tienden de una forma u otra a insistir en la primacía de lo social sobre lo económico, en que los compromisos y obligaciones sociales sean protegidos de las presiones del mercado en pro de la flexibilidad y en que la sociedad satisfaga expectativas humanas de vida sin someterse a la dictadura de las “fluctuantes órdenes del mercado”. Esto es lo que Polanyi describía en “The Great Transformation” como “contratendencia” opuesta a la mercantilización del trabajo.
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