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Padre Rico Padre Pobre


Enviado por   •  29 de Enero de 2012  •  10.456 Palabras (42 Páginas)  •  464 Visitas

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PADRE RICO, PADRE POBRE

¿Qué les enseñan los ricos a sus hijos acerca del dinero?

¿¡Que las clases media y pobre no!?

Este libro está dedicado a todos los Padres de familia del mundo:

Los maestros más importantes del niño.

INTRODUCCIÓN

Existe una necesidad

¿Prepara el colegio a los niños para enfrentar el mundo real? "Estudia mucho e intensamente y logra buenas calificaciones, así encontrarás un empleo bien remunerado y con buenos y grandes beneficios", solían decir mis padres. La meta de sus vidas era proporcionar educación universitaria a mi hermana mayor y a mí, de manera que tuviéramos la mayor oportunidad de éxito en la vida. Cuando finalmente, en el año 1976, obtuve mi diploma en contabilidad en la Universidad del Estado de la Florida – graduada con honores, entre los primeros de mi clase – mis padres habían alcanzado su meta. Ese fue el logro más importante que coronaba sus vidas. De acuerdo con su "Plan Maestro", fui contratada por un firma de los despachos de contadores más importantes, me esperaba una larga carrera y retiro a una temprana edad.

Michael, mi esposo, siguió un camino similar. Ambos proveníamos de familias muy trabajadoras, de modestos recursos pero alta ética de trabajo. Michael también se graduó con honores, pero lo hizo dos veces: primero como ingeniero, y luego en la escuela de leyes. Fue contratado rápidamente por un prestigiado despacho de abogados, especializado en leyes de patentes, en Washington D.C., y su futuro parecía brillante, con el sendero de su carrera bien definido, y una jubilación temprana garantizada.

Aunque hemos sido exitosos en nuestras carreras, estas no se desarrollaron tal como esperábamos. Ambos hemos cambiado de puestos de trabajo varias veces – por razones oportunas o correctas – pero no contamos con planes de pensión a nombre nuestro. Los fondos para nuestra jubilación o retiro, crecen solamente a través de nuestras contribuciones individuales.

Michael y yo tenemos un matrimonio maravilloso con tres hijos estupendos. Mientras escribo esto, dos están en la universidad, y el otro recién comenzando el ciclo superior o preparatoria. Hemos gastado una fortuna para asegurarnos de que nuestros hijos reciban la mejor educación disponible.

Un día, en el año 1996, uno de mis hijos volvió desilusionado del colegio. Estaba aburrido y cansado de estudiar.

"¿Por qué tengo que pasar tanto tiempo estudiando temas que jamás voy a utilizar en mi vida real?" protestó.

Respondí sin pensar:

"Porque si no logras buenas calificaciones, no vas a ingresar a la universidad".

"Más allá de que vaya o no a la universidad, yo voy a ser rico", replicó.

"Si no completas tus estudios universitarios y te gradúas, no podrás conseguir un buen empleo", respondí con una ligera sensación de pánico y preocupación maternal. "Y sin un buen empleo, ¿cómo planeas hacerte rico?"

Mi hijo rió desdeñoso y sacudió su cabeza lentamente con cierto aburrimiento. Anteriormente, ya habíamos sostenido muchas veces esta conversación. El bajó la cabeza y puso sus ojos en blanco. Mis palabras de sabiduría materna estaban cayendo en oídos sordos una vez más.

Si bien era inteligente y determinado, siempre había sido un joven educado, amable y respetuoso.

"Mamá" empezó. Había llegado mi turno de recibir una lección. "¡Ponte al día! Mira a tu alrededor; las personas más ricas no se hicieron ricas a causa de su educación. Mira a Michael Jordan, o Madonna. Incluso Bill Gates, que abandonó la Universidad de Harvard, y fundó Microsoft; él es hoy uno de los hombres más ricos de los Estados Unidos, y aún no cumple 40 años. Hay un lanzador de béisbol que gana más de 4 millones de dólares al año aunque su coeficiente mental ha sido etiquetado como `débil mental”.

Hubo un largo silencio entre los dos. Me di cuenta de que le estaba dando a mi hijo el mismo consejo que me habían dado mis padres. El mundo a nuestro alrededor había cambiado, pero el consejo no.

Recibir una buena educación y lograr calificaciones altas ya no constituye ni asegura el éxito, y nadie parece haberlo notado, excepto nuestros hijos.

"Mamá" continuó, "no quiero trabajar tan arduamente como tú y Mi Padre lo hacen. Ustedes ganan mucho dinero, y vivimos en una casa enorme, repleta de “juguetes”. Si sigo tu consejo, acabaré igual que tú, trabajando más y más, tan sólo para pagar más impuestos y acabar endeudado. Hoy en día no existe la seguridad de un empleo; ya he oído todo acerca de reducciones de personal y reajustes empresariales. También sé que los actualmente graduados universitarios hoy en día ganan menos de lo que ganabas tú cuando te graduaste. Mira a los médicos. No están ni cerca de ganar tanto dinero como ganaban antes. Sé que no puedo confiar en el Sistema de Seguridad Social o las pensiones de una compañía para mi jubilación. Necesito nuevas respuestas."

Él tenía razón. Necesitaba nuevas respuestas, y yo también. Los consejos de mis padres pudieron haber funcionado con personas nacidas antes de 1955, pero pueden resultar desastrosos para aquellos nacidos en este mundo rápidamente cambiante. Ya no le puedo decir simplemente a mis hijos: "Ve a la universidad, obtén buenas calificaciones, y busca un trabajo seguro y permanente."

Descubrí que tenía que buscar nuevas formas para guiar la educación de mis hijos.

Tanto como madre o como contadora, he estado preocupada por la falta de educación financiera que reciben nuestros hijos en los colegios. Muchos jóvenes de hoy en día tienen tarjetas de crédito antes de terminar el ciclo medio superior y superior aunque jamás hayan asistido a un curso sobre el dinero, o la manera de invertirlo ya no digamos que puedan comprender cómo funcionan los intereses compuestos en las tarjetas de crédito. Para decirlo de manera sencilla sin conocimientos sobre finanzas y el conocimiento de cómo funciona el dinero, ellos no están preparados para enfrentar el mundo que los aguarda, un mundo en el cual se enfatiza y privilegia el gastar antes que el ahorrar.

Cuando mi hijo mayor, siendo estudiante de primer año, volvió totalmente endeudado con su tarjeta de crédito, no sólo le ayudé a destruir sus tarjetas de crédito, sino que me puse a buscar un programa que me pudiera ayudar a educar a mis hijos en temas financieros.

Un día durante el año pasado, mi esposo me llamó

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