Tuan Yi-Fu. Topofilia.
Enviado por A_Necochea • 4 de Noviembre de 2015 • Resumen • 1.199 Palabras (5 Páginas) • 473 Visitas
Tuan Yi-Fu. Topofilia. Madrid. Editorial Melusina. 2007. Pp. 9-48; 129-176.
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El texto explora las relaciones afectivas del ser humano con determinado espacio geográfico, acerca de la percepción, valoración y estructuración que hacemos de este y el modo en que nuestro imaginario se ve afectado por el entorno, además de la influencia de nuestras actividades sociales sobre dicho entorno.
En el marco de una breve introducción, Tuan hace un acercamiento entre enfoques teóricos y filosóficos relacionados con la forma de percibir el mundo, poniendo en evidencia la disparidad de sus métodos y planteando como punto principal para una solución plausible, el desarrollo de un punto intermedio entre un Collage de las corrientes del saber y una visión integral dotada de conceptos globales.
Para llegar a esto, el autor apela a la inquietud de los geógrafos y su visión ante la respuesta del ser humano frente a los riesgos naturales y a las percepciones que se generan acerca de la naturaleza misma de su entorno, lo cual lleva a adoptar determinadas actitudes de carácter afectivo con el mismo. Este lazo afectivo es llamado Topofilia.
Posteriormente, el autor abarca esas percepciones del entorno en términos de los cinco sentidos comunes en la mayoría de las personas que nos permite adoptar un imaginario distinto al de nuestros hermanos animales y aún al de otros humanos significativamente diferentes, pero que pese a esto, podemos compartir e incluso comprender de cierta manera si nos vemos en la disposición de hacerlo.
Comienza entonces por el sentido más práctico para el ser humano y que le permite desarrollar pensamientos más específicos con respecto a su entorno; la Vista, que ha evolucionado ampliamente permitiéndonos observar una amplia gama de colores de un espectro amplio en cuestión de frecuencia fotónica (normalmente vemos todo color entre el ultravioleta y el infrarrojo) y además, gracias a su localización frontal, nos otorga una visión binocular que permite desarrollar rápidos cálculos metacognitivos tocantes a la profundidad y a la forma de los elementos estáticos del entorno.
Continúa con el Tacto o sentido hápico, que proporciona al ser humano una amplia información acerca de temperatura, humedad, presión, temperatura, dureza y rugosidad con una precisión tan asombrosa, que los invidentes desarrollan especialmente este sentido para reemplazar la vista faltante. El Oído es el siguiente tópico y aunque no es especialmente agudo comparado con los otros animales, nos permite captar continuamente los sonidos del entorno, proporcionando información acerca de la distancia y la naturaleza de la fuente de dicho sonido.
El olfato también es uno de los sentidos que no están especialmente desarrollados en comparación con otros animales o aún con otros sentidos como la vista y el tacto, pero que permite recopilar información acerca de la naturaleza del objeto, de su estado (ej. somos particularmente sensibles a la carne en descomposición, que resultaría fatal para nuestro organismo). El olfato, pese a estar relegado en el mundo actual, tiene una particularidad evocatoria en nuestras mentes; un aroma específico nos puede recordar fácilmente una etapa, lugar, persona o momento específicos. (Este sentido está estrechamente ligado al del gusto)
A partir de estos sentidos, percibimos nuestro entorno y evolucionamos de acuerdo al uso de estos para la comprensión del mundo.
A partir de esto, comenzamos a construir razonamientos (a partir de cierta etapa de nuestro ciclo vital) acerca del mundo basado en nuestra percepción y a generar “pensamientos” permitidos por la naturaleza evolutivamente amplia del cerebro humano; construimos relaciones combinadas entre objetos y sujetos, muchas veces relacionando las propiedades de la materia con nuestra propia humanidad y desarrollando desde allí todo un complejo sistema cosmológico y filosófico con referentes espaciales y de los sentidos.
Mucho más adelante, en el capítulo ocho, se desarrollan los planteamientos anteriores para dar lugar a una concepción más clara de Topofilia como la relación afectiva de los sujetos con su entorno, más allá del cariz psicológico, se crean dinámicas sociales alrededor del espacio propio. Apreciaciones estéticos de la majestuosidad natural que nos evocan ciertos sentimientos y produce no sólo obras artísticas, sino además métodos de relación con la naturaleza y la belleza del paisaje (como el turismo) y el apego casi instintivo por un ambiente natural.
Se observan además, estados propios de bienestar relacionados al contacto con la naturaleza, no sólo a nivel de salud física, sino a nivel mental; a partir de una estrecha relación con el entorno podemos reconstruir vínculos de familiaridad (generalmente de carácter amable y cálido) que lleva a un amor por el suelo natal.
Desde esta filiación con el suelo natal, los estados modernos europeos desarrollaron una idea de patriotismo (que en Colombia se llevó al límite, al patrioterismo, pese a ser una colonia informal del dominio yankee) ligado al amor a la terra patria o lugar de parto. Este fenómeno pudo ser de cierta manera basado en los regionalismos de las antiguas civilizaciones llevados muchas veces hasta la xenofobia.
Con el desarrollo del devenir histórico y la introducción de las ciudades, urbes y metrópolis, se crearon diferentes filiaciones con respecto a los territorios de la nación propia, así pues las ciudades vendrían a ser la representación para las mayorías de un hogar, por el cual se vive y se muere, mientras el campo genera una suerte de lejanía en territorio propio, a una antítesis de la ciudad-hogar pero que genera sentimientos más cálidos, ilustrado ampliamente con ejemplos de variadas épocas y regiones (Gracia, China)
Una vez determinada la concepción de la filiación con un entorno, que pasa a ser un “Lugar” revestido de una carga emocional, Tuan entra a observar las relaciones entre el entorno y la Topofilia, planteando que pese a que en nuestra cotidianidad la mayor parte de las veces no entramos en contacto con otros entornos, tenemos cierta predisposición con algunos de ellos que nos pueden resultar atractivos, como litorales de fácil defensa y útiles para el desarrollo económico además del valor turístico, los valles de naturaleza fértil y resguardada o las islas (particularmente explotadas en las artes).
Es justo en las artes, en las que grandes civilizaciones encuentran ese punto de encuentro, pese a ser diferentes en cosmovisión y en percepción además de cultura. No sólo las que cita el autor (Griega, Europea y China), sino todas las culturas en general tiene una filiación concreta con la naturaleza. En la Cultura Incaica, por ejemplo, la Coricancha o patio de oro, estaba (según las crónicas de la época) repleta de representaciones a tamaño natural de gran cantidad de plantas y animales fabricados de metales preciosos, sin contar la estrecha relación de muchos guerreros precolombinos con animales propios de su entorno natural.
En conclusión, es cierto que a partir de nuestros sentidos y capacidades sensoriales adoptamos posiciones frente a nuestro entorno, que generalmente llevan a la aparición de fuertes sentimientos de apropiación y de pertenencia, sin embargo, estos han sido de cierta manera sobreexplotados llevándonos a guerras fratricidas sin sentido y a la explotación ciega de la naturaleza a cambio de lucro. Es significativamente extraño el caso del turismo para clases altas, que toma un lugar naturalmente paradisiaco y lo transforma de una manera radical a nombre del confort, que resulta más parecido a los hogares de estos, de los que en un principio pretendían salir, dejando tras de sí huellas perennes en otros humanos y en los ecosistemas.
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