Verano En Vaqueros
Enviado por roselyn85 • 26 de Enero de 2013 • 1.862 Palabras (8 Páginas) • 386 Visitas
Prólogo
Había una vez un par de pantalones. Era un tipo de pantalón imprescindible -vaqueros, por su¬puesto-, azules, pero no de ese azul tieso y nuevo que se ve tan a menudo el primer día de colegio. Eran de un azul suave, cambiante, un poco más descoloridos en las rodillas y en la culera, y con pequeñas rayas blancas en el bajo.
Habían disfrutado de una buena vida antes de lle¬gar a nosotras. Sencillamente se notaba. Supongo que una tienda de segunda mano se parece a una perrera en ciertas cosas. Todo lo que encuentres allí tiene mu¬cho de sus dueños anteriores. Nuestros pantalones no eran como un cachorro neurótico a quien sus dueños dejaban solo y ladraba de la mañana a la noche hasta quedarse afónico. Se parecían más a un perro adulto de una familia que lo apreciaba, pero que debía mudarse a un piso o quizá a Corea (¿es Corea?), el país donde la gente a veces se come a los perros.
Se notaba que los vaqueros no habían llegado a nuestra vida a causa de una tragedia. Simplemente ha¬bían pasado por una de esas transiciones de la vida, habituales, pero dolorosas. Así es, por lo visto, el des¬tino de los pantalones.
Eran unos vaqueros nobles, pero sin pretensiones. Podías echarles un vistazo y pensar: «Sí, unos pantalones», o podías tomarte tu tiempo y mirar en serio la delicada complejidad del color y las costuras. No te forzaban a admirarlos. Se daban por satisfechos cum¬pliendo su función principal de cubrirte el culo sin hacer que pareciera más grande de lo que realmente es.
Los compré en una tienda de segunda mano en un extremo de Georgetown, que está encajonada entre una tienda que vende agua (no sé tú, pero yo la tengo gratis en casa) y una tienda de alimentos naturales que se llama «¡Sí!». Cada vez que una de nosotras exclama «¡sí!» (y lo hacemos tan a menudo como nos es posible), siempre gritamos ¡Sí! a grito pelado. Acompañaba a Lena, a su hermana pequeña, Effie, y a su madre. Effie había ido a comprarse un vestido para el baile del co¬legio. Effie no es el tipo de chica que se compra un vestido rojo de tirantes como todo el mundo. Ella tiene que comprar algo exclusivo.
Fundamentalmente compré los pantalones porque la madre de Lena odia las tiendas de ropa de segunda mano. Dice que la ropa usada es para los pobres. «Creo que eso está sucio, Effie», repetía cada vez que Effie descolgaba algo de una percha. En el fondo yo estaba de acuerdo con la señora Kaligaris, lo que me daba algo de vergüenza. La verdad, echaba de menos la limpia sencillez de una tienda como «Express», pero tenía que comprar algo. Los pantalones vaqueros estaban dobla¬dos inocentemente en un estante junto al mostrador donde se pagaba. Pensé que quizá los habían lavado. Además, solo costaban 3,49 dólares, IVA incluido. Ni siquiera me los probé, así que puedes suponer que no me interesaban de verdad. Mi culo tiene unos requi¬sitos específicos en cuanto a pantalones se refiere.
Effie escogió un pequeño vestido mod rabiosamente opuesto al estilo del baile, y Lena encontró un par de mocasines machacados que tenían aspecto de haber per¬tenecido al tío abuelo de alguien. Lena tiene los pies grandes, usa un nueve y medio o algo así. Es lo único que no es perfecto en ella. Me encantan sus pies. Sin embargo, no podía mirar esos zapatos sin estremecer¬me. Como si no fuera suficiente comprar ropa usada, que en teoría es lavable, pero ¿zapatos usados?
Cuando llegué a casa dejé los vaqueros en el fondo de mi armario y me olvidé de ellos.
Reaparecieron la tarde antes de que nos marchá¬semos de vacaciones de verano, cada una por su lado. Yo iba a Carolina del Sur a ver a mi padre, Lena y su hermana Effie iban a pasar dos meses en Grecia con sus abuelos, Bridget se marchaba a un campamento de fútbol en Baja California (resulta que está en México. ¿Quién lo hubiera dicho?). Tibby se quedaba en casa. Era el primer verano que íbamos a pasar separadas y creo que a todas nos provocaba una extraña sensación de nerviosismo.
El verano pasado las cuatro amigas hicimos el curso de refuerzo en Historia americana porque Lena dijo que en verano se sacaban mejores notas. Estoy segura de que Lena sí consiguió una nota más alta. El verano anterior todas fuimos asistentes de monitores en Camp Tall Timbers en la costa este de Maryland. Bridget fue monitora de fútbol y dio clases de natación, Lena es¬tuvo trabajando en el taller de artesanía y a Tibby le tocó la cocina, una vez más. Yo colaboré en el taller de teatro hasta que perdí la paciencia con dos diabli¬llos de nueve años y me reasignaron, a mí sola, a la oficina del campamento a cerrar sobres a lametones.
Me podían haber despedido directamente, pero creo que nuestros padres pagaron, y todo para que nos tu¬vieran allí trabajando.
Los veranos anteriores son un recuerdo borroso de aceite para bebés, mechas caseras y el sentimiento de odio que nos inspiraba nuestro cuerpo (a mí me creció el pecho; Tibby no tenía nada de pecho) en la piscina pública de Rockwood. Mi piel se puso morena, pero ni un solo mechón de pelo se volvió del rubio prometido.
Y supongo que antes de eso... Dios, no sé qué ha¬cíamos. Tibby fue a un campo de trabajo durante una temporada y ayudó a construir casas de renta baja. Bridget tenía un montón de clases de tenis. Lena y Effie chapoteaban en su piscina día tras día. Para ser sincera, creo que yo pasaba mucho tiempo delante de la televisión.
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