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Diversidad Cultural Y Educación Artística


Enviado por   •  12 de Diciembre de 2013  •  2.132 Palabras (9 Páginas)  •  550 Visitas

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Diversidad cultural y educación artística

La educación, en general, pero especialmente la educación artística y cultural iberoamericana,

están resultando ser un lugar privilegiado desde el que reclamar el reconocimiento identitario, así

como la liberación, la restauración de la equidad y la justicia social para los colectivos subalternos

que pueblan el continente.

Cuando ha existido y existe una situación de discriminación política, económica y social, resulta

difícil negar la legitimidad de un renacimiento de la identidad cultural desdibujada por la exclusión.

Sin embargo, como nos recuerdan muchos estudiosos de las dinámicas sociales y culturales

–Martín Barbero y García Canclini, entre otros–, debemos permanecer alertas para no caer en

esencialismos que puedan añadir marginación a la situación ya de por sí difícil de muchos colectivos

iberoamericanos.

La educación multicultural en Latinoamérica, quizá más que en otros lugares por la larga tradición

de sus procesos de hibridación, debe poder despegarse cuanto antes de una definición territorialista

y localista de la cultura al organizar sus currículos. Debería tratar de romper con una

concepción etnicista o indigenista de las culturas, para incorporar una concepción más caleidoscópica

de las mismas. Ello no supone abandonar los derechos culturales de los pueblos indígenas,

pero sí mirarlos en un sentido más contemporáneo, que está rodeado de un desarrollo translocal,

transgeneracional y pleno de mezclas. Ahí están los grupos de rock indígenas, las fiestas desterritorializadas

y las músicas fusión que elaboran diversos grupos étnicos que se miran a sí mismos

con los ojos del mundo tecnológico y migratorio de nuestros días.

Esto supondría estudiar las producciones del joven rapero de Bogotá con las de su coyunturalmente

“igual” rapero de Ciudad El Cabo, o los diseños gráficos del diseñador de Manhattan junto

a los del diseñador de Montevideo, o bien los que producen los grupos Mazahuas del Estado de

México, o bien los primeros dibujos del Art Decó. Necesitamos comprender, dicho de otra manera,

que no todos nuestros iguales se encuentran dentro del territorio de nuestra “cultura local”, ni

todos los diferentes se encuentran fuera de ese régimen cultural o dentro de las mismas fronteras.

Es más, supone aceptar que nuestras redes relacionales, nuestras “comunidades hermenéuticas”,

se tejen y destejen tanto con los de dentro como con los de fuera, en cada golpe de vuelta del

caleidoscopio cultural. Y esto nos lleva a abordar otra de las cuestiones capitales para un replanteamiento

de la educación artística multicultural o intercultural.

LA CUESTIÓN DEL OTRO

Como afirma Rizvi, una limitación habitual e importante de la educación artística multicultural

es que “no define al ‘otro’ en términos relacionales, de una manera que remita a la posición de

quien habla. Sino que, por el contrario, naturaliza ‘al otro’ en representaciones que son asumidas

como objetivas. Este hecho oscurece la cuestión de la desventaja y la discriminación y de las políticas

de la formación étnica” (Rizvi, 1994, p. 60).

Esta idea de Rizvi sobre la diferencia de pensar en el “otro” en términos absolutos o en términos

relacionales es muy interesante para ser introducida en el debate educativo y, especialmente, en la

educación artística. No se trataría solamente de aceptar los cambios dentro de una cultura, como

propone Chalmers, o de considerar las hibridaciones entre “culturas-territorios”, porque eso sigue

suponiendo la aceptación de compartimentos estancos que marcan a todos los individuos que los

habitan. Se trataría de partir de la premisa de que la diversidad es constante y nos traspasa en cada

momento. Aceptar que dependiendo de cada contexto y de cada punto de mira se reconfigura un

“otros” distinto con respecto a mí, que soy siempre un factor que entra en la comparación y que

me obliga a explicitar desde dónde y en qué términos estoy hablando.

El artista polaco-estadounidense-canadiense Krzystof Wodiczko expresa claramente esta situación

cuando afirma: “Pertenezco a esos artistas-en-tránsito que son críticos y que, mientras traspasan

fronteras, cambian ellos mismos, su arte, y contribuyen a cambiar las percepciones, imaginaciones

y visiones del mundo de los otros. Esta es mi cultura, crítica y móvil”5.

Si aceptamos que podemos compartir con nuestro vecino el gusto y la emoción de un hecho cultural

local, a la vez que compartimos con alguien muy lejano los significados de otras situaciones

culturales, si entendemos que somos poliédricos –personas-en-tránsito– en nuestras relaciones

con la cultura, estaremos en mejor disposición de organizar una educación artística multicultural

más cercana a la experiencia humana, porque estaremos en disposición de proponer otro tipo

de cruces para el objeto de estudio. Los adjetivos que marcan identidades prefijadas –“latinamericano”,

“europeo”, “navajo”, “igbo”, “budista”, etc.– dejarían de tener sentido como elementos

articuladores del objeto de estudio, para pasar a ser entendidos como marcos de las prácticas

contingentes –de cada una de las redes de significados– que se quieran analizar. Igualmente, si

somos capaces de reconocer ciertos elementos comunes en una expresión artística de un pueblo

lejano, al mismo tiempo que en uno propio, o bien que en una misma obra y artista pueden convivir

nutrientes que proceden de muy diversos orígenes, temporalidades y territorios, podremos

relajarnos y dejar de pensar la diversidad como un espacio de representación de culturas territoriales

o identitarias predefinidas.

Esta disociación entre lo cultural y lo territorial deja en el aire la idea de cultura que manejan

las propuestas multiculturalistas, interculturalistas y transculturalistas, porque en realidad niega

la existencia de algo que podamos llamar “cultura”, en sentido étnico, como marco desde el que

establecer los currículos educativos.

También pone en cuestión la concepción de identidad que solemos manejar en la educación

multicultural porque, como dice Bhabha (1990), la identidad no es algo fijo que se adquiere una

vez y dura para siempre. Afirmación a la que cabe añadir que la identidad no nos vincula estrictamente

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