El Trueque
Enviado por roal • 21 de Marzo de 2012 • 9.133 Palabras (37 Páginas) • 3.230 Visitas
Las redes de trueque como institución de la economía popular (1998)
por José Luis Coraggio
1. Introducción
Impulsar el desarrollo de un sistema de economía popular va más allá de contabilizar los recursos, capacidades y actividades económicas actuales de las unidades domésticas de trabajadores y proponer darles más apoyo crediticio o tecnológico. Va también más allá de recuperar, coleccionar y difundir microexperiencias exitosas de sobrevivencia o de mayor calidad de vida en los intersticios del sistema capitalista en la esperanza de que conocerlas incitará a replicarlas.
Ninguna de esas vías ha probado su eficacia por sí sola para dar el salto cualitativo hacia nuevas formas permanentes de vida social que exigen la magnitud y extensión de la exclusión estructural producida por el nuevo estilo de desarrollo del capital. Tal cambio cualitativo sólo podrá alcanzarse si se actúa conscientemente para constituir un sistema, es decir no un conjunto agregado mecánicamente de personas, organizaciones, comunidades y recursos, sino una red autosostenida de redes interdependientes, orgánica y no sólo éticamente solidaria, capaz de posicionarse autorepresentada en el sistema social más amplio del que forma parte junto con el sistema capitalista.
Pensar en términos de sistema –interactuante con otros sistemas que conforman el gran sistema socioeconómico y político- exige pensar en la institucionalización de prácticas socioeconómicas, distintivas y generalizables, capaces de constituir un régimen autoregulado, capaz de diferenciarse aunque vinculado al sistema del mercado capitalista. Esto requiere desarrollar mecanismos automáticos de regulación, pues la apuesta al control del conjunto a partir del control ético de los comportamientos individuales por parte de portadores de una ética superior es no sólo inviable sino peligroso. Aunque todo mecanismo social supone un grado de alienación de las prácticas cotidianas, pretender la conciencia total es una utopía destructiva. En cambio, la conciencia reflexiva sobre los sistemas, las instituciones y las prácticas sociales, y la participación autónoma de sujetos colectivos en la política democrática, son condiciones necesarias para evitar recaer en la alienación total que supone la plena vigencia del capitalismo.
Se trata, en esta reflexión colectiva que debemos emprender, de identificar los gérmenes de las instituciones de un sistema de economía popular. A ello puede contribuir registrar y examinar críticamente el sentido y la viabilidad de nuevas o viejas instituciones económicas -pautas de comportamiento y sus correspondientes visiones del mundo que orientan el quehacer económico- emergentes o voluntariamente impulsadas, como parte de las respuestas a la crisis de integración social del sistema capitalista o como parte de una búsqueda de formas de vida orientadas por otra utopía social. En particular, queremos aquí examinar la cuestión de si las redes de trueque son una de esas instituciones. [1]
Al hacerlo, es necesario diferenciarse del discurso movilizador y voluntarista que debe acompañar la acción para impulsar estas formas alternativas, discurso usualmente centrado en marcar sus virtudes, apoyado por ejemplos exitosos, y muy asociado a componentes utópicos. El análisis crítico puede ayudar a fundamentar sus posibilidades pero también a reconocer sus contradicciones internas, cumpliendo un papel necesario como contribución teórica a las prácticas dirigidas a transformar la realidad.
2. La comunidad de trueque como mercado
Normalmente, en nuestras sociedades urbanas el método predominante para resolver las necesidades es comprar los bienes y servicios que las satisfacen utilizando dinero obtenido a través de la venta de recursos que son necesarios para (deseados por) otros. En ambos momentos participamos de compraventas en el mercado. En un sistema social donde impera la interdependencia resultante de la división social del trabajo, el primer sentido de la compraventa generalizada de mercancías es así la satisfacción de las múltiples necesidades de sus poseedores. Ocasionalmente, tal objetivo puede también lograrse mediante el trueque entre dos personas (o dos comunidades) poseedoras de productos que son mutuamente deseados. Se supone que el peso relativo de estas formas forma de intercambio fue diverso en las sociedades capitalistas y más aún en las antiguas.
En un intento de reconstrucción lógica de su desarrollo histórico, el trueque aparece inicialmente realizado en proporciones casuales, y su repetición termina estableciendo términos de intercambio en ciertas cantidades o precios relativos. El acto se completa mediante la entrega, simultánea o en momentos acordados, de un bien o servicio y la recepción del otro, en cantidades también acordadas. Pero este tipo de intercambio limita los alcances de la circulación (requiere, por ejemplo, que se reconozcan y encuentren en un mismo momento o plazo y lugar dos partes que poseen los bienes o capacidades mutuamente deseados). Por necesidad surge la institucionalización de una mercancía que cumple la función del equivalente general, cuya posesión da acceso inmediato a todas las demás mercancías independientemente del lugar y tiempo y de los deseos o necesidades particulares de sus poseedores. La circulación del dinero supone la confianza en la posibilidad de completar el movimiento de intercambio de bienes y por tanto en la aceptación universal de esa mercancía como medio de pago. Posteriormente las formas de papel moneda de circulación obligatoria, y hoy del dinero electrónico, perfeccionan esta institución.[2]
El mercado capitalista subordina ese primer sentido de las transacciones de mercado (la satisfacción de necesidades) al de la acumulación (las empresas producen y venden mercancías para acumular capital, no para obtener los medios de consumo deseados). Pero para vender sus productos las empresas requieren finalmente que haya consumidores que van al mercado a comprar medios de consumo personal, y al hacerlo contribuyen a la realización del ciclo del capital. Pero esos consumidores interesan sólo como portadores del dinero, el equivalente general acumulable. Las necesidades, personalidades o sentimientos de los consumidores entran en consideración sólo instrumentalmente, como dato a tener en cuenta al diseñar u ofrecer los productos, o como objeto de manipulación (propaganda, etc.) a fin de que decidan gastar su dinero en los productos que ofrecen y no en los de sus competidores.
En todo caso, el dinero facilita el proceso de intercambio, al constituirse en equivalente general de toda mercancía. Para todos los efectos prácticos, quien tiene (suficiente)
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