Problema del parásito
Enviado por orlandin1 • 21 de Septiembre de 2023 • Trabajo • 8.743 Palabras (35 Páginas) • 106 Visitas
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- Problema del parásito
- Concepto
- Para saber más…
Usuarios que no pagan y no pueden ser excluidos del bien o servicio ofrecido.
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Concepto
Cuando se afirma que el mercado es un buen sistema de asignación de recursos, se supone que los bienes intercambiados son bienes privados que gozan de la propiedad de rivalidad y exclusión.
Sin embargo, hay bienes no excluyentes, es decir, que no se puede impedir que haya terceros que disfruten del bien si alguien decide consumirlo. En este caso la asignación propuesta por el mercado falla. El fallo se produce porque dado que el coste marginal de un consumidor más es nulo, el precio también debe ser cero. Por esa razón, estos bienes son ofrecidos generalmente por el Estado, que asume su provisión, convirtiéndose en bienes públicos tales como la defensa nacional, en la cual no se puede excluir a un ciudadano de su disfrute.
"No exclusión" significa que aquellos usuarios que no paguen —y este también es conocido como el "problema del usuario gratuito" o "problema del parásito" o "problema del gorrón"—, no pueden ser excluidos del bien o servicio ofrecido. El segundo aspecto característico de los bienes públicos es lo que se denomina "consumo no competitivo" o "consumo no rival". El problema del parásito significa que los usuarios gratuitos no incrementan el coste del servicio ni se puede impedir que disfruten de él, el coste marginal de provisión del bien no excluyente a un consumidor más es nulo, luego el precio que se le debería cobrar también lo es.
Parece pues lógico que en tales condiciones las empresas privadas rehúsen la provisión de estos bienes, pero aunque tradicionalmente se ha apelado a la figura del "usuario gratuito" o "free riders" como un ejemplo de la necesaria intervención del Estado para sustituir al mercado, también es cierto que ha habido ejemplos en los que la iniciativa privada ha sido capaz de resolver el problema por sí misma.
Descripción
Un clásico ejemplo de bien público utilizado en muchos manuales de Economía lo constituyen las puestas de sol, la visión de unos fuegos artificiales, la iluminación de las calles, la seguridad privada que paga un comerciante de una calle beneficiando a las tiendas vecinas, etc. y sobre todo, los faros que guiaban a los barcos durante la noche, beneficiando tanto a los barcos que abonaban el servicio de iluminación de las costas como aquellos que no estuvieran dispuestos al pago y se aprovecharan de los que sí lo sufragaban (es decir, un caso típico de "no exclusión").
En realidad el problema del parásito o gorrón es una situación en el que un consumidor se quiere aprovechar de una externalidad positiva, ya que el consumo realizado y pagado por otros le asegura disfrutar del suministro del bien.
Sin embargo, existen formas de superar el problema del parásito. Por ejemplo, mediante un mandato (por ejemplo, una reunión en la que los dueños de los locales llegan a un acuerdo por mayoría vinculante para todos), que hace que todas las tiendas de un centro comercial colectivamente paguen por la seguridad en el centro, como parte de los gastos de la comunidad de locales, así mismo, se puede imponer una tasa por la iluminación de las calles que deben pagar obligatoriamente todos los vecinos.
Si el problema del usuario gratuito no se trata debidamente lleva a un equilibrio de Nash en el que cada agente renuncia al bien porque la estrategia dominante, es decir, con independencia de lo que hagan los demás, es renunciar al bien, ya que están igual o mejor si no contratan el bien que si lo hacen. Este resultado, que no es un óptimo tiene la misma filosofía que el Equilibrio de Nash en el dilema del prisionero, es decir, los agentes no tienden a hacer lo que les mejoraría a ambos conjuntamente cuando realizan sus decisiones de manera independiente.
Sí existen ejemplos que demuestran que aunque hay formas de superar el problema del usuario gratuito, su existencia distorsiona la asignación del mercado. Por ejemplo, se ha observado que en los apartamentos con un único contador de agua utilizados por varias personas o familias que comparten gastos, el consumo de agua es más elevado que en aquellos casos en que cada cual paga estrictamente el agua que consume.
Recuerde que...
- El problema del parásito significa que los usuarios gratuitos no incrementan el coste del servicio ni se puede
En 1849, cuando el liberalismo clásico era todavía la ideología predominante y los términos «economista» y «socialista» se consideraban (con razón) antónimos, Gustave de Molinari, prestigioso economista belga, escribió: «Si existe en economía política una verdad bien fundamentada, es ésta: En todos los casos, sean cuales fueren los bienes que satisfacen las necesidades materiales e inmateriales del consumidor, lo que más le conviene a este es que el trabajo y el comercio se desarrollen en libertad, porque esto tiene como consecuencia necesaria y permanente la máxima disminución del precio. Y ésta: Sea cual fuere el bien de que se trate, el interés del consumidor debe prevalecer siempre por sobre los intereses del productor. La observación de estos principios lleva a esta rigurosa conclusión: Que la producción de seguridad debe someterse a la ley de la libre competencia, en interés de los consumidores de este bien intangible. Por consiguiente: Ningún gobierno tiene el derecho de evitar que otro gobierno entre en competencia con él o de exigir a los consumidores de seguridad que acudan exclusivamente a él en procura de este bien».1 Y, con respecto a la totalidad de la argumentación, agrega: «Si esto no es lógico y verdadero, los principios sobre los cuales se basa la ciencia económica carecen de validez».2
Aparentemente, sólo hay un modo de rehuir esta desagradable conclusión (así, por lo menos, la consideran todos los socialistas): sostener que existen determinados bienes a los cuales no se aplica este razonamiento general, por ciertas razones especiales. Y esto es lo que han decidido probar los denominados teóricos de los bienes públicos.3 Sin embargo, demostraré que en realidad no existen bienes ni razones especiales, y que la producción de seguridad no plantea un problema diferente del de la producción de cualquier otro bien o servicio, ya se trate de casas, quesos o seguros. Toda la teoría de los bienes públicos, pese a sus numerosos seguidores, es defectuosa, de razonamientos llamativos, cargada de internas inconsistencias y falsas conclusiones, apelando a los prejuicios populares y a las creencias aceptadas y se sirve de ellas, pero no posee ningún mérito científico.4
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