UNIDAD UNO LA SOCIEDAD
xaviercobra22 de Febrero de 2015
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UNIDAD I. GENERALIDADES
1. HISTORIA DE LAS SOCIEDADES
Iniciamos el estudio de las sociedades comerciales haciendo un breve recuento sobre la evolución histórica de esta institución jurídica, enfatizando sobre las razones que han llevado a la aparición de cada una de las formas societarias clásicas. Justificamos este inicio echando mano de las palabras del profesor chileno Hugo Vilches;
«Es vital comprender que el derecho cambia a través del tiempo, no de modo radical, sino lenta y parcialmente. Hay una dialéctica de continuidad versus cambio en el acontecer histórico-jurídico, lo que podemos observar al estudiar las fuentes formales en las que el derecho se expresa. Y en este juego no hay que buscar causas, sino finalidades, tratando de entender más los «para qué» que los «por qué» de los cambios del derecho, rechazando todo el determinismo histórico en su interpretación».1
El desarrollo de las sociedades comerciales está ligado necesariamente a la evolución de la economía y el comercio. Por esta razón, podemos afirmar que la aparición de cada forma societaria es una respuesta a las necesidades de la clase comerciante en un momento determinado y, al mismo tiempo, refleja el avance de la actividad mercantil.
Aquellos autores que se han dado a la tarea de desentrañar la historia de las sociedades, coinciden en afirmar que no es posible hallar en las civilizaciones antiguas una estructura organizativa que pueda asemejarse a las formas asociativas que hoy conocemos, en ninguna de sus manifestaciones. Este fenómeno se explica por las incipientes y casi nulas relaciones de intercambio entre los pueblos y por las dificultades para la comunicación entre ellos, así como por la fuerte intervención de los órganos políticos, los cuales monopolizaban la mayoría de las actividades comerciales.
No fue sino hasta el siglo IV, cuando en Grecia aparece el primer antecedente de las sociedades. Al comenzar a desarrollarse la navegación, los comerciantes, guiados por su espíritu aventurero y por el deseo de penetrar los mares en busca de riquezas, comenzaron a conformar grupos denominados nautikon danción, en los cuales, un grupo de socios reunía sus aportes para que el armador de un buque realizará una expedición. Si está resultaba exitosa, se devolvía a cada uno de los socios el aporte realizado con un interés variable según los riesgos de la misma, riesgos que eran compartidos por todos los socios.
Pero fue en Roma donde comenzó el verdadero desarrollo de las sociedades, impulsado por la libertad de los ciudadanos romanos para el ejercicio del comercio. Las sociedades romanas se caracterizaron por carecer de personalidad jurídica y por ser estrictamente personalísimas, ya que la muerte de uno de los socios ocasionaba su disolución.
Las principales formas asociativas que conoció el imperio romano fueron la societas ómnium bonorum y la societas unius negotiationis. La primera consistió en la unión de los patrimonios de todos los miembros de la familia, por lo que estaba vedada la entrada de extraños al grupo familiar. El antecedente de esta sociedad está dado por la comunidad hereditaria, que surgía con la muerte del páter durante la época arcaica y que recibía el nombre de erctum non citum. En cambio las unius negotiationis fueron agrupaciones constituidas para la realización de negocios internacionales y para el específico negocio de compraventa de esclavos.
Otras sociedades comunes en Roma fueron la societatis vectigalum, que funcionaban como intermediarios entre el Estado y los ciudadanos para el cobro de impuestos. También fueron comunes las sociedades de argentan, constituidas para el préstamo de dinero con cobro de intereses. Esta sociedad carecía de personalidad jurídica y los socios eran responsables solidarios.
Además, existió en Roma el llamado contrato de comendas, generado por la evolución de la navegación y el intercambio comercial. Este contrato consistía en la unión de dos socios, donde uno de ellos, el capitalista, aportaba el dinero necesario para realizar una expedición marítima, encargándose el otro a su vez de llevarla a cabo. Algo similar a la nautikon danción de los griegos. La responsabilidad de los socios en el contrato de comendas era ilimitada, la sociedad se disolvía por voluntad de sus miembros, por muerte de uno de ellos o por la extinción del negocio. Por todas estas características las comendas son consideradas el antecedente de la sociedad colectiva.
Desde la caída del imperio romano en 476 dc, el comercio entró en una etapa de estancamiento, producto de las invasiones de los pueblos bárbaros, lo cual llevó a que los grandes asentamientos urbanos se disolvieran y a que los pueblos volvieran a los tiempos de autoabastecimiento.
Sin embargo, el siglo XIII marcó el inicio del florecimiento del comercio, gracias a los avances en la navegación, principalmente en las poblaciones costeras italianas de Génova y Venecia. Debido a las exigencias de capital requerido por las nuevas expediciones, los comerciantes se vieron avocados a asociarse, recurriendo a figuras como la collegantias o las societas maris, contratos en los que participaban dos o más socios. Uno de ellos se denominaba gestor o tractans, el cual, además de aportar un tercio de capital, se encargaba de realizar el viaje; el otro socio era el capitalista, quien aportaba las dos terceras partes de los gastos y mantenía siempre su nombre en secreto.
Se acudió también a la figura romana de las comendas, solo que en esta clase de contratos, el socio capitalista aportaba siempre el 100% del capital, siendo él quien soportaba todo el riesgo de la inversión.
Como quedó dicho, estas primera formas de asociación constituyen el antecedente de las sociedades colectivas y comanditarias que conocemos hoy día, caracterizadas por la responsabilidad solidan sus socios y por la reunión de capitales poco significativos.
Como fuera, el avance del comercio no se detuvo y las forma asociación se vieron superadas por la realidad económica, razón la cual los comerciantes se encontraron frente a la necesidad de novedosas figuras que permitieran la incorporación de más capital además, una permanencia en el tiempo, pues en las comendas, una vez terminaba el negocio para el cual fue celebrada, se repartían ganancias y quedaba disuelto el contrato.
Fue en ese momento que surgieron las compagnias y las societterrae. Las primeras consistieron inicialmente en asociaciones familiares cerradas, donde todos los integrantes tenían la representacion de la sociedad y eran responsables personal y solidariamente por k actos realizados en su nombre. Buena parte de estas compañías s dedicaron a la actividad bancaria. Figuran entre ellas las compañías florentinas de los Peruzzi y de los Bardi y más tarde la de los Médici cuya fama habría de superar a las anteriores.
El éxito de estas compañías llevó a que cada vez se hicieran más sólidas y estables, renovando de manera constante el contrato inicial convirtiéndose en actores importantes de la actividad financiera de Estado. Debido a su acelerado crecimiento, se vieron en la obligación de recibir a terceros, con el fin de aumentar el capital en la cantidad necesaria para atender los negocios que se avecinaban.
Fue así como en el siglo XV se produjo el acontecimiento que se constituyó en el antecedente más próximo de la sociedad anónima moderna. Ocurrió en la ciudad de Génova, cuando la gran mayoría de las Compañías dedicadas a prestar dinero a la República, decidieron unirse en una sola, creando la famosa Banca de San Gíorgio. Esta sociedad fue absorbiendo progresivamente la totalidad de las compañías financieras, logrando consolidar los créditos contra la República y además, captando ahorro del público y otorgando créditos a particulares.
Pero la actividad bancaria no fue la única que se desarrolló durante este período. El avance de la navegación permitió realizar importantes descubrimientos que venían acompañados de grandes riquezas. Sin embargo, los costos de estas expediciones eran bastante elevados, por lo que se necesitaba de la suma de grandes capitales individuales que respondieran a esta necesidad. La solución al problema llegó gracias a las famosas Compañías de Indias. La primera de ellas fue la Compañía holandesa de las Indias Orientales, creada en 1602, conformada en principio por ocho sociedades de navegación. Luego, en 1664, se creó en Francia la Compañía de las Indias Occidentales, la Compañía de Santo Domingo, del Canadá y de la Bahía de Hudson en el mismo año. Inglaterra también tuvo la Sociedad inglesa de las Indias Orientales, y en Dinamarca y Portugal existieron figuras similares.
Estas compañías estaban organizadas como sociedades anónimas. La participación de la sociedad estaba representada en acciones negociables y existía la limitación de la responsabilidad de los socios hasta el monto de sus aportes. Los aportes podían ser iguales, lo que permitía la participación de más personas y además contaban con unas reglas claras sobre la forma como debía llevarse la contabilidad.
Debido al crecimiento de estas sociedades, el Estado francés se vio en la obligación de regularlas a través de la Ordenanza de Comercio de 1673. En ella se introdujo como principal novedad la figura de la Asamblea de Accionistas, a la cual acudían los principales accionistas con el fin de aprobar la cuentas presentadas por las personas encargadas de la administración. Además, se reguló la sociedad en comandita y la sociedad colectiva, a la que se denominó sociedad general o libre.
España, por su parte, también se dio a la tarea de regular las sociedades. Lo hizo mediante
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