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Autoestima,Autoaceptacion,Culpa


Enviado por   •  26 de Junio de 2013  •  13.549 Palabras (55 Páginas)  •  523 Visitas

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Había una vez dos hermanos que despertaron el interés de un psicólogo. Uno de ellos era alcohólico, mientras que el otro apenas probaba la bebida. El psicólogo, interesado en las causas de esta diferencia, decidió entrevistar a cada hombre por separado.

Al alcohólico le preguntó: "Usted ha sido alcohólico la mayor parte de su vida de adulto. ¿Por qué supone que es?" El hombre le respondió: "Es fácil de explicar. Verá, mi padre era alcohólico. Se podría decir que aprendí a beber sobre las rodillas de papá".

Al hombre que apenas probaba la bebida, el psicólogo le preguntó: "A usted no le gusta beber. ¿Cómo es eso?" El hombre le contestó: "Es fácil de explicar. Verá, mi padre era alcohólico. Se podría decir que sentí muy temprano en la vida que el alcohol puede llegar a ser veneno".

En última instancia, somos nosotros los responsables de las decisiones que tomamos en la vida. Somos responsables de las conclusiones que sacamos de nuestra experiencia. El tipo de decisiones y conclusiones a las que llegamos inevitablemente reflejan las operaciones mentales a través de las cuales procesamos los hechos de nuestra vida. Estas operaciones mentales representan el único factor realmente decisivo en lo que respecta al nivel de autoestima que alcanzamos. Por ello, a continuación, nos referiremos a las fuentes internas de la autoevaluación.

Como generar la autoestima positiva

Teniendo en cuenta que la necesidad de autoestima surge del hecho de que el funcionamiento de nuestra conciencia es volitivo, se deduce que deberíamos juzgarnos a nosotros mismos a través de lo que está involucrado en nuestro control volitivo, como por ejemplo: nuestra racionalidad, honestidad, integridad. Juzgamos a nosotros mismos por aquello que escapa a nuestro control volitivo -, por ejemplo, lo que depende de la voluntad y elección de otras personas- es subversivo para la sana autoestima.

Si reconocemos que la autoestima está relacionada con el tema de nuestra adecuación fundamental a la vida y, como consecuencia, con nuestras operaciones mentales, nos daremos cuenta del error de medir nuestro valor como persona mediante normas como nuestra popularidad, influencia, riquezas, posesiones materiales o belleza.

Como seres sociales que somos, necesitamos cierta estima por parte de nuestro prójimo; pero relacionar la autoevaluación con la buena opinión de otras personas es lo mismo que ponernos a su merced del modo más humillante. ¿Qué haremos entonces cuando las personas cuya estima anhelamos tengan diferentes expectativas, de manera que para ganar la aprobación de una debamos arriesgarnos a la desaprobación de otra?

También puede suceder que nos complazca tener un físico atractivo, pero relacionar la autoestima con nuestro aspecto significa alimentar el terror a medida que pasan los años, mientras vemos avanzar las marcas de la edad inevitablemente sobre nosotros. Aun cuando nuestro aspecto físico fuera muy superior a nuestro comportamiento, apenas podría curar las heridas infligidas por la deshonestidad, la irresponsabilidad o la irracionalidad.

Al elegir analizar el tema de la función volitiva de la conciencia, no ha sido mi deseo ignorar o negar el poderoso rol del subconsciente, con lo cual me refiero al amplio espectro de procesos y contenidos mentales que yacen fuera de la conciencia. Para ser explícitos, el sí-mismo incluye más que aquello de lo que somos conscientes y nos vemos influidos de una infinidad de formas por factores que operan subyacentemente a la conciencia explícita. Esta es una de las razones por la que nuestra libre voluntad no es ilimitada. De todos modos, nuestra libertad psicológica es una poderosa fuerza dentro de nuestra psique. Si las intenciones y objetivos conscientes no pesaran, todos seríamos existencial e intelectualmente impotentes. Por supuesto, nuestra libertad existe dentro de ciertos limites. También es cierto que podemos vernos arrastrados por fuerzas que no reconocemos ni comprendemos. Sin embargo, es en la posibilidad de la conciencia de sí mismo y el dominio de sí mismo donde reside la posibilidad del cambio y la evolución, además de una cuota razonable de control sobre nuestra existencia.

El pilar central de la autoestima positiva es la intención de tomar conciencia, la voluntad de comprender.

El alcance potencial de nuestra capacidad de tomar conciencia depende del grado de inteligencia, de la naturaleza de nuestra capacidad abstracta. Pero el principio de intención de tomar conciencia, o la voluntad de comprender, rige del mismo modo en todos los niveles de inteligencia. Implica la conducta de buscar la integración en la mayor medida posible a nuestro conocimiento y habilidad de lo que ingresa en nuestro campo mental, así como también el esfuerzo de expandir permanentemente este campo.

El comienzo de la autoafirmación consiste en la afirmación de la propia conciencia, en el acto de ver e intentar asir lo que vemos, de oír y de intentar asir lo que oímos: de responder a la vida activamente y no de un modo pasivo. Este es el fundamento de respetar el si-mismo.

Hemos hablado de que muchos niños tienen experiencias que les suponen enormes obstáculos para el buen desarrollo de esta actitud. Para un niño, el mundo de sus padres y otros adultos puede resultar incomprensible y amenazador. El si¬mismo no se nutre, sino que es atacado. Al cabo de cierto número de infructuosos intentos de comprender las políticas, acciones y comportamiento de los adultos, algunos niños se dan por vencidos y asumen la culpabilidad de sus sentimientos de impotencia. Suelen sentir con tristeza, desesperación e imposibilidad de expresarse- que algo malo ocurre, ya sea con sus mayores, consigo mismos o con alguna cosa. Lo que llegan a sentir es: "Jamás entenderé a las personas. Nunca podré hacer lo que esperan de mí; no siento lo que está bien o lo que está mal y nunca lo sabré'.

El niño que continúa luchando para entender el mundo y a la gente que vive en él, no obstante, demuestra una poderosa fuente de fortaleza, independientemente de la angustia o aturdimiento experimentado. Si se encuentra inmerso en un medio particularmente cruel, frustrante e irracional, sin lugar a dudas, el niño se sentirá alienado de gran parte de la gente que lo rodea y con mucha razón. Pero no se sentirá alienado de la realidad; no se sentirá, en el nivel más profundo, incompetente para vivir, o por lo menos tendrá buenas posibilidades de evitar ese destino.

El individuo en desarrollo que mantiene la intención de tomar conciencia aprende temas, adquiere habilidades, realiza tareas: alcanza objetivos. Y, por supuesto, estos logros convalidan y refuerzan la elección de pensar. La sensación

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