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Coeficiente Intelectual Y Emocional


Enviado por   •  30 de Octubre de 2013  •  1.661 Palabras (7 Páginas)  •  380 Visitas

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El Coeficiente intelectual

Definición: El CI es una medida de inteligencia relativa determinada por una prueba estandarizada. La primera prueba de inteligencia fue creada en 1905 por Alfred Binet y Simon Théophile para determinar qué niños franceses en la escuela eran demasiado "lentos" como para beneficiarse de la instrucción regular. A Binet se le ocurrió la idea de edad mental cuando se dio cuenta de que los niños son cada vez más capaces de aprender conceptos difíciles y llevar a cabo tareas más difíciles a medida que envejecen. La mayoría de los niños alcanzan el mismo nivel de complejidad más o menos al mismo tiempo, pero algunos niños son más lentos al alcanzar estos niveles. Un niño de 6 años de edad, que no puede hacer nada más que uno de 3 años de edad, tiene una edad mental de 3. Wilhelm Stern, dividió la edad mental entre la edad cronológica para obtener un "cociente mental".

Edad mental / Edad cronológica = Cociente Mental

Un niño de 6 años de edad, que tan solo puede hacer lo mismo que un niño de 3 años de edad, tiene un cociente mental de 0,5 o (3 dividido entre 6). Lewis Terman más tarde multiplicó el cociente mental por 100 para eliminar la fracción y ¡nació el Coeficiente Intelectual (CI)!

Edad mental / Edad cronológica X 100 = Coeficiente Intelectual

El niño de 6 años de edad con el cociente mental de la mitad tiene un CI de 50.

La mayoría de la gente tiene un coeficiente intelectual entre 85 y 115.

El coeficiente Emocional

La Inteligencia Emocional es la capacidad para reconocer sentimientos propios y ajenos, y la habilidad para manejarlos. Si bien el término nació mucho antes, fue en el año 1995 con la publicación del libro La Inteligencia Emocional, del psicólogo estadounidense Daniel Goleman, que se popularizó. Este libro está compuesto por investigaciones que Goleman llevó a cabo durante diez años en la Universidad de Harvard, con la colaboración de las Universidades de Yale y Michigan, gracias a sus conocimientos e investigaciones de la mente humana y a los avances que se habían producido hasta ese momento, en el campo de las neurociencias.

La teoría de Goleman sugiere que la Inteligencia Emocional se podría organizar en cinco capacidades: conocer las emociones y sentimientos propios, manejarlos, reconocerlos, automotivarse y gestionar relaciones.

Si nos remontamos a unos años atrás, podemos observar cómo los profesores preferían a los niños conformistas que conseguían buenas notas y exigían poco de ellos.

El “conformismo” y “exigir poco” van de la mano de la poca motivación hacia la creatividad y el fortalecimiento de la autoestima. Es no animarse a ampliar la “zona de seguridad”, tal como se la denomina en Neurosicoeducación. En este sector no nos sentimos necesariamente felices, sino que es el círculo en el que aunque poco feliz, conocemos y en que nos acostumbramos a vivir.

Es por esto que era habitual encontrar alumnos atentos en clase, memorizando explicaciones del profesor y sacando, en el mejor de los casos, buenas notas. El objetivo era que los alumnos desarrollasen capacidades lógico matemáticas que eran después evaluadas y podrían “medirse” con el test de Coeficiente Intelectual.

Los avances en el campo de las ciencias y las neurociencias nos hacen predecir, por un lado, que este escenario no garantiza el aprendizaje duradero en el tiempo. Lo más probable es que estos alumnos sacasen notas maravillosas en sus evaluaciones, pero esos conocimientos, al poco tiempo, desaparecerían de sus mentes producto de, fundamentalmente, el escaso (o nulo) rol y compromiso emocional. Esta escasez, resulta en redes neuronales débiles que al no tener impacto emocional y al no ejercitarse en el futuro (en este caso, una vez concluida la evaluación) se debilitan hasta finalmente desaparecer.

Por otro lado, es bastante penoso el resultado del análisis de los sistemas educativos. Los más adelantados coinciden que la formación docente, además de contemplar los contenidos de cada disciplina, la psicología y la pedagogía, debería incluir una introducción a las neurociencias. Contando con descubrimientos sobre la forma en la que aprende el cerebro y cuán importante es el rol de las emociones en la vida diaria, el hecho de que las habilidades de la Inteligencia Emocional no sean contempladas por la gran mayoría de los sistemas a nivel mundial no es un hecho menor.

“La inteligencia emocional es un factor decisivo a la hora de la formación académica.”

Encontramos aquí, en este último punto, un semáforo en rojo que exige un espacio para reflexionar. Es evidente que para que un niño, o un joven, se desarrolle como una persona feliz no basta con que su formación contemple contenidos o retenga datos, es decir, no es suficiente que incremente un Coeficiente Intelectual alto.

El aula actual no muestra demasiados cambios comparado con el escenario que se describe anteriormente. Si bien se incluye en la mayoría de los currículos escolares el pensamiento crítico, este no siempre es llevado a la práctica. Sería imperioso que la formación docente y escuela contemplasen el desarrollo de la Inteligencia Emocional para que pueda aplicarse en el ámbito de la educación formal, transmitirla a los padres y así, en conjunto, educar a toda la persona (Coeficiente Intelectual y Coeficiente

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