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EL RACISMO DE LA INTELIGENCIA


Enviado por   •  2 de Marzo de 2015  •  1.460 Palabras (6 Páginas)  •  1.009 Visitas

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Articulación entre los conceptos de Unteligencia de Bourdieu; el texto sobre Desigualda educativa de Carina Kaplan, y dos cuentos de Vincent Marquez y de Eduardo Galeno.

Carina kaplan analiza cómo a través de operaciones discursivas y prácticas discriminatorias que utilizan una herramienta ideológica meritocrática, se legitima un orden social injusto y desigual basado en la distribución diferencial de poder, pero sutilmente eufemizado desde un “discurso científico”, que pretende hacer pasar por diverso aquello que es desigual, e injusto. Se utiliza un argumento científico, que pretende legitimar el racismo biológico que avala privilegios sociales, a partir de otorgarle a “la Inteligencia” (o a las Inteligencias; emocional, múltiples, digital, etc), un carácter de naturaleza humana a- histórica.

En este sentido Bordieu habla de “el racismo de la Inteligencia”, para referirse al racismo de la clase dominante, cuya reproducción depende en parte, de la transmisión del capital cultural; heredado; pero incorporado (adquirido; pero tratado como algo natural , nato. Esta transmisión garantiza su propio privilegio y justifica el orden social que elllos dominan; como una suerte de “esencia superior”.

Bajo esta órbita de análisis, los éxitos y los fracasos sociales serían exclusivamente producidos y explicados por las competencias y estrategias individuales o familiares, justificando así los privilegios de una minoría con poder.

Asintiendo a lo expuesto por Kaplan en su texto; se percibe como los estudiantes marcados por trayectorias individuales de exclusión, tienden a percibirse a sí mismos como la razón de su propio fracaso; desacreditándose a sí mismos a consecuencia del descrédito del que han sido objeto (Kaplan, 1992; 1997). En el afán clasificatorio de la masa escolar, se ha vuelto natural categorizar de “pobre”, que no es para nada inocente sino que, remarca características sociales del alumno como “asistido social”, “becario”, “alimentado en el comedor comunitario”, potenciando el riesgo de estigmatización y el consecuente impacto mediatizado sobre su subjetividad. La pobreza se transforma así en una marca de calidad o cualidad; que aparce como condición “natural” o “inherente a cierta naturaleza humana” justificando que las dos dimensiones constitutivas de la experiencia social: esperanzas subjetivas y posibilidades objetivas, no sean idénticas para todos. Por el contrario, no todos los agentes sociales tienen a la vez unas mismas posibilidades o potencias de beneficio material y simbólico y unas mismas disposiciones de invertir en el mundo social.

Es fundamental reconocer que los procesos de exclusión social, existen ya por fuera de la escuela, y tienen sus consecuencias en el interior escolar; en el porceso de formación de la subjetividad de los alumnos y en la producción de trayectorias educativas. A lo largo de las cuales se va configurando una auto-valía social, una idea acerca de sí mismos y constituyéndose una imagen acerca de los propios supuestos límites y posibilidades. Cuanto más vulnerable es el alumno que se auto-juzga, más tenderá a atribuirse el fracaso escolar a sí mismo, llegando a excluirse subjetivamente de aquello de lo que objetivamente ya estaba excluido de antemano. Frases como “no me da la cabeza para el estudio”, “no nací para las matemáticas”, “no estoy hecho para la escuela secundaria”, que son habituales en las escuelas, terminan por interiorizarse en los sujetos y estructuran un veredicto y un destino escolar.

Como contrapartida de estos mecanismos de refuerzo, los sujetos negocian y luchan en este juego social de nominación; desde luego con poderes desigualmente distribuidos. Así las escuelas pueden ser analizadas en una doble forma: como mecanismos de clasificación en el que grupos selecccionados de estudiantes son más o menos favorecidos en función de su raza, clase, género, pertenecia étnica y, al mismo tiempo, como agentes para dotar de poder social e individual. No todas las instituciones ni todos los docentes se posicionan del mismo modo frente a los condicionamientos adversos de los alumnos. Mientras que para algunos docentes, la pobreza del alumno puede transformarse en un atributo estigmatizante, negativo; para otros, la pobreza material de los alumnos representa un desafío o una oportunidad de que la escuela pueda torcer los destinos que se presentan en apariencia inevitables.

Las escuelas pueden confirmar y reproduir los limitantes externos que tiñen la experiencia social de los alumnos; o bien, colaborar a abrir un horizonte simbólico que tense el punto de partida desigual con el que los niños y jóvenes transitan por el sistema escolar. Si pensamos en esta segunda posibilidad; la escuela debe ser capáz de torcer destinos que parecen naturalmente

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