ENSAYO DEL LIBRO VIVE
Enviado por JRJ27 • 26 de Abril de 2015 • 3.136 Palabras (13 Páginas) • 291 Visitas
Parece que fue un atardecer, no lo recuerdo… caminaba sin rumbo cuando de pronto me encontré a las puertas de un panteón. Triste sombrío, lúgubre.
Me pesaba la cabeza, renegaba de mí mismo… ¡sentía que esta vida, tal como me tocó a mí, no valía la pena!
Todavía no se ni porque entre. Era un panteón sin lapidas ni cruces, solo un montón de tierra seca infértil.
El sol se ocultaba lentamente; en ese lugar si vida. Logre ver una figura con un pico y una pala cavando una fosa, me llamo para que me acercara y al hacerlo, a un lado de la fosa se encontraba un cadáver putrefacto, al acercarme el sepulturero pregunto:
-¿Crees en dios?
¡Sí! –conteste.
-Entonces acompaña a este ser que al morir tenia este papel en sus manos.
Lo leí:
Hermano:
Te imploro que no dejes que me entierren solo sin una oración y sin una cruz.
Me da miedo la soledad y no estar cerca de dios. Reza una oración y pon una cruz en mi tumba, acompáñame hasta que mi alma repose en paz.
Avísale al señor en tu oración que recoja mi alma, dios te bendiga hermano.
-¿lo acompañaras? – pregunto de nuevo el sepulturero.
-¡sí! Respondí
-comienza a orar- sugirió el sepulturero- porque ya está por caer la noche.
¿Quién fue? Interrogue con curiosidad.
¿te interesa saberlo? Contesto extrañado.
Nadie lo reclamo y decidí enterrarlo por humanidad, en una bolsa están sus pertenencias,
El sepulturero siguió cavando.
Decía el papel.
A esta persona le apodaban el mediocre, nunca se aceptó como era tenía un concepto muy bajo de sí mismo, nunca fue capaz de enfrentarse a su realidad ni a sus problemas, si el cuerpo no es reclamado ira a la fosa común.
Fue como un golpe al corazón, sentí como si fuera yo ese pobre cadáver. Muerto en vida, abandonado, olvidado por todos.
De mis ojos empezaron a brotar lágrimas, hacía mucho que no lloraba, ¡algo dentro de mi quería estallar! Abrace con fuerza al desconocido, antes lo despreciaba ahora lo entendía. Sentía una inmensa lastima, no por el sino por mí.
Cuando el sepulturero termino su cometido.
-¿y la cruz? –le pregunte. El con desdén contesto. –no hubo presupuesto.
Entonces, corrí hacia un árbol seco, casi sin vida, corte dos brazos y con un trozo de mi camisa hice una cruz, y empecé a orar en voz alta.
Gritaba y cantaba para que todos se dieran cuenta que no estaba solo, que había un creyente que lo acercaba adiós y le ponía una cruz como último deseo.
Rece y cante hasta agotarme, volví a llorar y a gritarle al desconocido.
¡Mediocre! Hermano, yo si te entiendo, siempre he tenido mala suerte.
Quería que conociera mi fracaso y entendiera mi desgracia. Me abrace a la tumba.
El sepulturero término, recogió sus cosas y se retiró.
A lo lejos lamentos y escuche unas sombras que se acercaban, envuelto en pánico empecé a gritarles que se alejaran que no se acercaran. Horrorizado arranque la cruz de la tumba y la tome entre mis brazos.
Le empecé a suplicar a la muerte que viniera por mí, que ya no quería seguir viviendo.
Aquella danza de muertos seguía alrededor de mí, trataban de convencerme para que las acompañaran, pasaron largas horas en esa oscuridad yo sin sentido, en la penumbra alguien me cuidaba.
Recordé como en un sueño mi casa, el día que le grite a mi madre e insulte a mi padre,
-¡estoy harto de esta vida de miseria! ¡Siempre sufrir y hacer lo mismo! ¡Dame señor el valor para salir de esta maldita miseria!
Le reprochaba a mi padre por esa vida, mi mama al tratar de calmarme intervino.
-Hijo cálmate.
-mírate a ti que te ha dado, solo miseria. ¿Tú crees que pueda dormir con esta angustia?
-¡cálmate me duele lo que me dices!
Ella me beso en la frente y me cobijo. -¡duérmete hijo mío…! ¡Duérmete!
Volví a la realidad… desperté en el panteón abrazado de la cruz, había una espesa bruma, yo seguí sintiéndome vacío… iba cayendo… sin gravedad… sin espacio…sin fin.
En mi desesperación rogaba a la muerte que me llevara. No quería vivir.
En lo profundo de la bruma vi la silueta de alguien que me vigilaba, sentí sus ojos fijos en mí, un escalofrió recorrió mi inerte cuerpo, era el mirar de un espectro.
-¿Quién eres…? – pregunte.
-¿deberás quieres que te diga…? ¡Tú ya sabes quién soy! ¡Has solicitado mi presencia! ¡Has implorado mi clemencia! Soy quien enjuicia tus acciones y te orienta y ayuda a llegar a la eternidad.
-¡No te burles de mí! No juegues conmigo.
-¡soy la esperanza de tus sueños, tu salvadora, muchos seres como tu claman a mí y esperan con alegría mi llegada.
-¡Tú… eres la muerte! Tu…
Empecé a dudar si era la muerte. ¿Por qué si tanto la deseaba, ahora le temía y no la aceptaba? Quise saber quién era en realidad. Al reponerme de la sorpresa, no sé de donde saque valor, me levante para desafiarla, para correrla. No la quería conmigo.
-¡vete, no te quiero aquí!
Y con coraje intente golpearla. La muerte al ver mi actitud se rio.
-¡a mí no me asustas con tu falso orgullo! ¡Me causan lástima! Ya que los hombres los han olvidado. Estoy cansada del clamor de ustedes…la basuras humanas, que por el miedo de responsabilizarse a si mismo se vuelven cobardes. ¡Estoy harta de soportar tanta cobardía!
Recupere fuerzas y le exigí.
-¡aléjate! ¡No soporto tu cercanía! ¡Te tengo miedo!
Con sarcástica actitud me contesto:
-¡ja jajá! ¡Tú me llamaste me necesitas! ¿Me deseas?
La muerte empezó a reír, sus macabras carcajadas se oían hasta el infinito en la oscuridad silenciosa y de pronto desapareció. Sus risotadas permanecieron como un eco.
Pase horas y horas angustiado. El fio de mi inconciencia y los temores hacían vibrar mi cansado cuerpo. La presencia de la muerte me daba seguridad.
Esa larga noche parecía no tener fin, le aguarde ansioso, era tanta mi zozobra, que deliraba.
Caminaba por una plaza llena de público, y se me acerco una persona y me dijo.
Que tenía algo valioso para mí que cambiaría mi vida, que era el último invento de los sabios y que solo lo podía vender a unas cuantas personas y que yo era uno de los elegidos, que conmigo no fallarían los poderes de esta joya. Yo soy su amigo solo quiero ayudarlo ándele anímese cómprela.
Emocionado acepte, era lo que buscaba, la respuesta anhelada, me sentía grande, ere un hombre escogido, me sentí seguro de que pronto ganaría, todo lo que compraría y empecé a apostar en todo pero siempre perdí. El amuleto
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