El Amor.
Enviado por avrildixhuit • 25 de Noviembre de 2013 • Ensayo • 4.375 Palabras (18 Páginas) • 239 Visitas
Amor
Solo mencionando el término “amor”, damos por sentado que existen muchas clases de amor: a sí mismo, a los demás, a la naturaleza, a Dios, a la humanidad, a los animales, incluso a las cosas materiales.
Pero, el verdadero significado que interesa desde el punto de vista ético, es el amor que profesamos a las demás personas y a nosotros mismos, sin desconocer que el amor también se puede concebir en la relación hombre-cosa.
Platón fue uno de los filósofos de la antigüedad que ocupo el tema de AMOR con una mayor profundidad en sus diálogos El Banquete y el Fedro; lo que Platón dijo al respecto su ubica en el dominio de los mitos, las fabulas y en su concepción general del amor griego. En este marco de acuerdo con Ramón Xirau, Platón sostiene una concepción dialéctica del amor. En tanto eros, el amor es sinónimo de creación, pero también de carencia; en primer término es amor a la sabiduría, es conocimiento de la belleza, pero al mismo tiempo es ausencia, es decir, capacidad de aspiración y de deseo. En tal sentido, el amor es y no es al mismo tiempo. Es primero carencia, para después tornarse en la realización de la persona que ama o es amada.
Tomás de Aquino defiende al amor como un acto genérico de la voluntad orientado hacia el bien en general; según este teólogo-filosofo: “todo el que obra, obra por un fin. El fin es el bien que cada uno ama y desea, por lo que resulta manifiesto que todo agente obra cualquier acción por algún tipo de amor.
Otro teólogo-filosofo fue san Agustín, para el existen dos tipos de amor: el amor propio y el amor a Dios. De cada uno de ellos se deriva una forma de existencia: la terrenal o la divina, En su obra LA CIUDAD DE DIOS, señala: “Dos amores fundaron dos ciudades: el amor propio hasta el desprecio de Dios, la terrenal; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo, la celestial. La primera se gloría en sí misma, y la segunda en Dios.
Arthur Schopenhauer, filósofo alemán del siglo XIX: “El fin definitivo de toda empresa amorosa, lo mismo si se inclina a lo trágico que a lo cómico, es en realidad, entre los diversos fines de la vida humana, el más grave e importante, y el merece la profunda seriedad con que cada uno lo persigue.” Al igual que Tomás Aquino, Schopenhauer identifica al amor con los fines humanos más elevados, en este sentido para él, amor es sinónimo de bien, puesto que se trata del fin humano “más grave e importante”.
Para Fromm “El amor es un arte, tal como es un arte el vivir… no es una relación con una persona especifica; es una actitud, una orientación del carácter que determina el tipo de relación de una persona con el mundo como totalidad como un “objeto” amoroso… Si amo realmente a una persona, amo a todas las personas, amo al mundo, amo a la vida. Si puedo decirle a alguien “Te amo”, debo poder decir “amo a todos en ti, a través de ti amor al mundo, en ti me amo también a mí mismo.”
Otro punto de vista fue el de Humberto Galimberti filósofo italiano para el cual es: “una radicalización del individualismo, donde hombres y mujeres busca en el tú el propio yo, y en la unión amorosa no tanto la relación con el otro, como la posibilidad de realizar su propio yo profundo, que ya no encuentra expresión en una sociedad técnicamente organizada… En nuestra época el amor se vuelve indispensable para la propia realización como nunca lo había sido antes, y al mismo tiempo imposible porque, en la relación amorosa, aquello que se busca no es el otro, sino más bien, a través de otro, la realización de uno mismo.”
En resumen, podemos decir que el amor implica la existencia de una relación persona-persona, persona-mundo, persona-vida. Significa un movimiento colectivo de dos, entre el individuo y otro.
El amor propio como autoestima y como amor a sí mismo
La autoestima es el conocimiento que tenemos de nosotros mismos, es decir, la aceptación de nuestros potenciales y debilidades, aquello de lo que somos capaces hacer de acuerdo con nuestra humana condición. Significa, por tanto, la posibilidad de aceptarnos tal y como somos, con nuestras virtudes y defectos.
Se habla hoy de alta y la baja autoestima. La persona con alta autoestima, al aceptarse como es busca siempre el bien de sí misma, por el contrario, la que tiene baja autoestima, al no aceptarse con sus propios potenciales y limitaciones, tiende a la depresión, a la desmoralización y, en algunos casos, al suicidio. En pocas palabras, no busca su propia realización, sino lo contrario, su autodestrucción.
La primera persona con la que de hecho nos relacionamos somos, evidentemente, nosotros mismos, y esta relación es la que da lugar precisamente al amor propio. Si aceptamos la idea del amor propio como elevada autoestima, tenemos que aceptar que aquel es bueno por varios motivos:
1) Porque cada uno de nosotros somos seres dignos y valiosos, ya que somos seres dignos y valiosos, ya que somos personas. No son personas solo los otros, sino también nosotros lo somos, y por consiguiente, también somos dignos de ser amados.
2) Sería realmente absurdo amar a los demás y no amarnos a nosotros mismos; tenemos, por tanto, que cuidarnos y preocuparnos de nosotros mismos.
3) Aunque somos responsables de los demás, lo somos de nosotros mismos, precisamente porque nuestra capacidad de autodeterminación se limita a nuestro propio ser. Por todo ello, estamos obligados a presentarnos una atención especial, ya que somos la persona en quien más podemos influir y a quien, por otra parte, más podemos ayudar.
Como complemento de lo anterior, podemos decir que el amor propio no solo es bueno, sino totalmente necesario, debido a que es el motor de toda nuestra existencia. Esto significa que, entre más nos queremos y apreciamos a nosotros mismos, más hacemos crecer nuestras propias potencialidades.
“El amor propio entendido como autoestima o valoración de si es un muelle imprescindible de la acción.”
Para teólogos como Calvino y Lutero el amor e interés hacia sí mismo es algo en esencia detestable y pecaminosa.
No siempre el egoísmo, el amor a sí mismo y el interés propio han sido considerados pecaminosos y amenazantes para los individuos y las sociedades en distintas épocas de la historia.
El amor e interés propio del individuo, es parte esencial de la condición ética del ser humano, además de expresar la posibilidad que este último tiene que reconocerse y de actuar como sujeto ético, al mismo tiempo que practica el arte de amar a los demás. Por ello el amor propio como autoestima, en su carácter ideal ético, es para pensadores compatible con una ética que propugna el amor a los demás.
“Dirán que sin amor propio mi amor a los demás será ciego,
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