El Poder De La Esposa Que Ora
Enviado por lupissarabia • 12 de Septiembre de 2013 • 48.453 Palabras (194 Páginas) • 489 Visitas
EL PODER
DE LA ESPOSA
QUE ORA
Stormie Omartian
* * *
Versión al Español enviada a Catholic.net
Por PAMELA
Jesús-salva-mi-familia@googlegroups.com
Revisión morfosintáctica y de digitación :
por RAQUEL DURAN R.
raquel.duran@yahoo.es
2006
PRÓLOGO
Es un chiste en nuestra casa cada vez que me refiero al número de años que Stormie y yo hemos estado casados. Yo siempre digo: “Han sido veinticinco años maravillosos para mi y veinticinco años infelices para ella”.
Después de veinticinco años de matrimonio con Sormie, no queda ninguna fase de mi compleja personalidad que ella pueda descubrir. Me ha visto triunfante, fracasado, luchando, temeroso y deprimido y dudando de mi competencia como esposo, padre y músico y también me ha visto enojado con Dios porque Él no brinca cuando yo se lo pido. Ella ha sido testigo de milagros, mientras Dios redimía algo de las cenizas en oro.
Cada paso del camino ha sido acompañado por sus oraciones y este libro ha sido escrito de sus experiencias a través de los años. Yo no puedo imaginar lo que sería mi vida sin sus oraciones por mi. Me da consuelo y seguridad y también, cumple la misión que el Señor tiene para nosotros de que oremos los unos por los otros y llevemos las cargas los unos de los otros.
No se me ocurre una forma mejor en que se pueda amar sinceramente al esposo, que levantándolo en oración con sistemática regularidad. Es un regalo que no tiene precio y que le ayuda a él a experimentar las bendiciones y gracia de Dios.
Stormie, te amo
Tu esposo cubierto en oración, Michael.
EL PODER
Primero que todo permíteme aclarar que el poder de una esposa que ora no es una forma de obtener control sobre su esposo ¡así que no te hagas muchas ilusiones! En realidad, es todo lo contrario. Es abandonar todo reclamo de poder en Ti y descansar en el poder de Dios para transformarte a ti, a tu esposo, tus circunstancias y tu matrimonio. Este poder no se nos da para ser usado como un arma para devolver los golpes a una bestia indomable. Es un medio apacible de restauración apropiada a través de las oraciones de una esposa que desea más hacer lo correcto que tener la razón y dar vida más que vengarse. Es una forma de invitar al poder de Dios a la vida de tu esposo, para su mayor bendición, que al fin es la tuya también.
Cuando mi esposo Michael y yo nos casamos surgieron diferencias entre nosotros, la oración definitivamente no era mi primera opción. En realidad, estaba más cerca de ser el último recurso. Yo traté otros métodos primero, tales como discutir, rogar, no hacer caso, evadir, enfrentar, discutir y por supuesto, el tan conocido tratamiento del silencio, todo con mucho menos que resultados satisfactorios. Me tomó algún tiempo darme cuenta que al orar primero, estos métodos de operación no placenteros, podrían evitarse.
Para cuando leas este libro, Michael y yo tendremos más de un cuarto de siglo de casados. Esto no es menos que milagroso. Por cierto, no es un testimonio de nuestra grandeza, sino a la fidelidad de Dios para contestar oraciones. Confieso que después de todos estos años todavía estoy aprendiendo y no es algo que sucede con facilidad. A pesar de que no tengo mucha práctica de estar haciéndolo tan bien como cuando lo hacía mal, puedo decirles sin reservas que las oraciones trabajan. En realidad, yo no aprendí cómo orar por mi esposo hasta que comencé a orar por mis hijos. A medida que obtuve respuestas profundas a la oración por ellos, decidí tratar de ser más específica y ferviente en la oración por él. Pero me di cuenta que orar por los hijos es mucho más fácil. Desde el primer momento en que ponemos nuestros ojos en ellos, deseamos lo mejor para sus vidas, sin condiciones, de todo corazón, sin dudas. Pero con un esposo, a menudo no es tan simple, en especial para alguien que ha estado casada por algún tiempo. Un esposo puede herir tus sentimientos, ser desconsiderado, despreocupado, abusivo, irritante o negligente. El puede decir o hacer cosas que traspasan tu corazón como una astilla. Y cada vez que comienzas a orar por él encuentras la astilla enconada. Es obvio que no puedes orar de la forma en que Dios desea que lo hagas hasta que te deshaces de ella.
Orar por tu esposo no es igual que orar por tus hijos (aunque parezca similar), porque tú no eres la mamá de tu esposo. Nosotros tenemos autoridad sobre nuestros hijos que nos son dados por el señor pero no tenemos autoridad sobre nuestros esposos. Sin embargo, se nos ha dado autoridad “sobre todos los poderes del enemigo” (Lucas 10:19), y se puede hacer mucho daño a los planes del enemigo cuando oramos. Muchas cosas difíciles que suceden en una relación matrimonial son en realidad parte del plan del enemigo, preparado para minar la relación. Pero nosotras podemos decir:
“No voy a permitir que nada destruya mi matrimonio”.
“No voy a quedarme de pie y mirar a mi esposo que está preocupado, golpeado o destruido”
“No me voy a quedar sin hacer nada, mientras una pared invisible se levanta entre nosotros”
“No permitiré que la confusión, la mala comunicación, las actitudes equivocadas y las decisiones malas erosionen lo que estamos tratando de edificar juntos”
“No voy a tolerar que el dolor y la falta de perdón nos guíen al divorcio”. Nosotras podemos tomar una postura en contra de cualquier influencia negativa en nuestras relaciones matrimoniales y saber que Dios nos ha dado autoridad en su Nombre para respaldarnos.
Tú tienes los medios para establecer un cerco de protección alrededor de tu Matrimonio porque Jesús dijo “Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo” (Mateo 18:18). Tu has autorizado en el Nombre de Jesús detener el mal y permitir el bien. Tú puedes llevar ante Dios en oración cualquier cosa que controle a tu esposo: alcoholismo, exceso de trabajo, vagancia, depresión, enfermedad, conducta abusiva, ansiedad, temor o fracaso y orar por él para que sea libre de eso.
¡UN MOMENTO!
Antes que descartes el Matrimonio…
Les confieso que hubo un
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