Enfoque Sociolistas
Enviado por Ameyaltsin • 28 de Junio de 2013 • 1.888 Palabras (8 Páginas) • 215 Visitas
TEORÍAS SOCIOLÓGICAS DE LA EDUCACIÓN (ENFOQUE FUNCIONALISTA)
INTRODUCCIÓN
La educación de la que todos hablamos, de la que todos pretendemos saber y de la que todo tenemos algo que decir, nos hace vernos en dimensiones o formas de pensar diferentes, tal es el caso de la corriente funcionalista donde se le da importancia a lo social antes que lo psicológico visto como algo individual y lo pedagógico relacionado con el hacer áulico.
La educación como tal se da en todos los grupos sociales con características típicas en cada uno, pues con esto se cumple la transferencia de cultura de generación en generación; es importante ver cómo ha evolucionado la educación, el papel desempeñado por la familia, la iglesia, la escuela como institución social con poder y tal vez atendiendo deseos ocultos o económicos establecidos para individualizar o en el mejor de los casos para dar importancia a cada uno de los individuos y convertirlos en sujetos.
Las necesidades que como sociedad hemos creado nos traen nuevas necesidades, y por lo tanto requerimos de especializaciones en el trabajo, lo cual se apega a la teoría funcionalista, llegamos a saber todo de nada, pues cada vez conocemos más sobre objetos o cuestiones más simples.
Progreso, desarrollo y división del trabajo son fenómenos interrelacionados, pero que no permiten la misma participación de los actores, aquí es importante reconocer el papel que otorga el funcionalismo a en cada uno de los tres conceptos, considerando que son estos tres los que la sociedad actual toma como política educativa.
1. La escuela, institución social
Procurando establecer las bases de una verdadera ciencia de la educación, Durkheim y con él todos los que estudiaron objetivamente ese nuevo orden de hechos comprobó que el fenómeno de la educación se produce en todos los grupos sociales, manifestándose. Además, en estado difuso en las sociedades de tipo primitivo. La educación, que se revela “como una preocupación constante de transmitir a la nueva generación los bienes intelectuales y morales acumulados por las generaciones anteriores”, antes de concentrarse en órganos especiales (escuelas) se presenta difusa en otras funciones de la vida social tomando ya en las sociedades primitivas formas embrionarias o rudimentarias de organización en las series de “iniciaciones” de los adolescentes a la vida de los adultos. Pero por muy distinto que pueda parecer estado amorfo (educación asistemática y difusa) que le precede el régimen institucional (función concentrada y organizada) surgió directamente de él y coexiste con él, como ya vimos, aun en las sociedades más avanzadas en que esa difusión se atenúa sin dejar nunca de existir. Ninguna revolución, ninguna voluntad individual implantaron las antiguas civilizaciones. Si examinamos las fuerzas creadoras que, concentrando la función pedagógica en campos especiales con agentes y medios propios, le dieron una nueva vitalidad y un nuevo aspecto, encontramos dos principales: una, esencialmente cultural: la acumulación y el enriquecimiento de los bienes intelectuales que se transmiten de una generación a otra generación, y la otra, que es esencialmente social: la especialización creciente, la división del trabajo social que contribuye a un mayor conocimiento del progreso desde que va acompañado por una centralización proporcionada.
Pero esa evolución no fue regular, unilateral. Pues si se encuentran formaciones escolares en el interior de instituciones domésticas, de las que se desprenderán más tarde, como en la familia patriarcal romana, y si en torno de los monasterios y de las iglesias, tan importantes en la Edad Media por su función intelectual y económica, tanto como por la naturaleza y el número de su población, se produjo la cristalización de un sistema educativo, de origen heterogéneo, las iniciaciones en las sociedades primitivas pueden considerarse como agregados escolares, aunque rudimentarios, completamente independientes de la familia, y las escuelas de la antigua Grecia, subordinadas ya a los magistrados de la ciudad, se formaron como instituciones autónomas, sin lazos con la familia y la religión¹.
Entre las escuelas y las aglomeraciones escolares de origen familiar o eclesiástico que se les asimilaron luego, de una parte, y los focos únicamente escolares, autónomos, de otra, hay apenas una diferencia de processus, institucional, ligada a las diferencias de estructura social, económica, política y religiosa. Pero la especialización, acompañada de sistematización, en órganos propios engendrados al flanco de otras instituciones o de formación autónoma, se produjo siempre que la educación difusa y asistemática se reveló suficiente, debido al grado de complejidad alcanzado con la organización social. Al principio, nos enseña Paul Monroe, “la clase de maestros está representada, por los jefes de los grupos familiares; pero al multiplicarse los deberes de los padres y al hacerse más compleja la cultura de los espíritus, se formó un sacerdocio especial… Surgen así los primeros maestros profesionales. Durante muchos siglos la enseñanza es patrimonio exclusivo del clero”. Pero entre el padre de la familia y el sacerdote, que acumulaban con la función educativa las respectivas funciones domésticas y religiosas, y el maestro, así denominado en el grupo por su actividad específica, este último era verdaderamente educador “profesional”, mientas que los otros dos lo eran en virtud de otra función social, por accidente o por ampliación, durante diversas fases de la evolución social. Se puede, por lo tanto, decir que la educación existe en estado adulto cuando la función educativa está organizada, y aparece en ese estado desde que todo el cuerpo social que la impone y la modela de acuerdo con su estructura propia siente la necesidad de esa organización. Surge entonces una nueva organización social, que es la escuela, destinada, como campo especifico de la educación, a administrar la educación sistemática, común espacial,
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