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La construcción psicosocial de los modelos de género


Enviado por   •  23 de Julio de 2013  •  1.926 Palabras (8 Páginas)  •  515 Visitas

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LA CONSTRUCCION DE LA IDENTIDAD PERSONAL EN UNA CULTURA DE GÉNERO

"No se nace mujer, llega una a serlo"

S. de Beauvoir, El Segundo Sexo.

1. La construcción psicosocial de los modelos de género

La configuración de la identidad personal es un fenómeno muy complejo en el que intervienen muy diversos factores, desde predisposiciones individuales hasta el desarrollo de diversas habilidades suscitadas en el proceso de educación/socialización. En este trabajo me interesa explicitar los presupuestos filosóficos, ideológicos y simbólicos que intervienen en la construcción, configuración y elaboración de la identidad sexual masculina o femenina.

Tradicionalmente se consideraba que, en la configuración de la identidad personal, el sexo era un factor biológico determinante de las diferencias observadas entre varones y mujeres y que era el causante de las diferencias sociales existentes entre las personas sexuadas en masculino o femenino. Hoy, por el contrario, al no haber encontrado nada que esté universal y transculturalmente asociado con la feminidad o la masculinidad, tiende a afirmarse que en el sexo radican gran parte de las diferencias anatómicas y fisiológicas entre las mujeres y los hombres, pero que todas las demás pertenecen al dominio de lo sociológico, al ámbito de lo genérico y no de lo sexual y que , por lo tanto, los individuos no nacen predeterminados biológicamente con una identidad de género, no nacen hechos psicológicamente como hombres o como mujeres, ni se forman por simple evolución vital, sino que la adopción de una identidad personal es el resultado de un largo proceso, de una construcción, en la que se va urdiendo, organizando la identidad sexual a partir de una serie de necesidades y predisposiciones que se urden y configuran en interacción con el medio familiar y social.

Pero esa urdimbre, esa construcción no es la misma para las niñas que para los niños, ya que los géneros, o lo que es lo mismo, las

normas diferenciadas elaboradas por la sociedad para cada sexo no tienen la misma consideración social, ya que existe una jerarquía entre ellas. Esa asimetría se internaliza en el proceso de adquisición de la identidad de género, que se inicia desde el nacimiento con una socialización diferencial, mediante la que se logra que los individuos adapten su comportamiento y su identidad a los modelos y a las expectativas creadas por la sociedad para los sujetos masculinos o femeninos.

Esas normas, es decir, las formas de "ser mujer" o las formas de "ser varón" son muy cambiantes de unas culturas a otras, de unas épocas a otras, de unas décadas a otras, incluso de unas mujeres a otras o de unos varones a otros. Como afirma Maite Larrauri en su artículo "¿Qué es una mujer?":

"Cuando digo que soy una mujer es una realidad totalmente diferente a la que ha existido en otros momentos históricos o en otras culturas... La serie de transformaciones a las que ha estado sometida la mujer no deben ser consideradas accidental si por accidental se entiende lo que no afecta a un núcleo esencial de naturaleza femenina, como tampoco esas transformaciones deben considerarse concepciones diferentes hechas sobre la base de una sustancia fundamentalmente idéntica"(1).

Las definiciones de género son, pues, variables según las necesidades e intereses de las diversas culturas o sociedades y son prescriptivas y, como cualquier norma prescriptiva, tienen una doble faz, ya que por una parte se presentan como un modelo o prototipo a imitar, al que se debe ajustar la conducta y, por otra, como una prohibición de lo que no se debe hacer. Pero aunque dichas normas no son idénticas en todas las culturas y en todas las épocas históricas, sin embargo tienen una característica común, la división sexual del trabajo, que se constata en todas las sociedades, incluso en aquellas de carácter más igualitario y con una consideración social de los sexos más o menos equiparable. En virtud de esa división sexual del trabajo las mujeres han desarrollado un género social relacionado con el ámbito de la reproducción, entendida en un sentido amplio y que incluye no sólo la reproducción de la especie sino el cuidado de las personas enfermas, minusválidas, ancianas, la preparación de alimentos, la atención y protección de toda la familia, la socialización de la infancia, el confinamiento en el ámbito privado etc. Por su parte, el varón desarrolla una identidad de género asociada al control de la naturaleza, a la guerra, al desempeño de un trabajo remunerado, al dominio de la técnica, a la organización y representación social y política, a la ocupación del ámbito público etc.

Esta asignación de funciones distintas va a dicotomizar la realidad social, a reflejar una jerarquía o asimetría entre los sexos. Esto se debe a que los géneros exhiben una característica propia de nuestro sistema de pensamiento occidental, la bipolaridad. En efecto, nuestro sistema de pensamiento es bivalente, pero en el que los dos términos de la valencia no tienen el mismo valor, pues uno siempre es positivo y el otro negativo. Esta visión dicotómica conduce a una jerarquización de las partes, ya que los términos positivos se asocian con otros positivos y los negativos con otros negativos, reforzando así la cadena. Esto es lo que explica que en la dicotomía Alto/Bajo el primer término del binomio lo relacionemos con conceptos como elevado, superior, divino, en tanto que "bajo" lo relacionamos con ideas como inferior, ínfimo, feo. Lo mismo sucede con el par Derecha/Izquierda, queriendo significar cuando expresamos la palabra "derecha" algo que es recto o justo, pero con la voz "izquierda" insinuamos que algo es retorcido o siniestro. Por su parte, el término "blanco" lo asociamos con nociones como claro, níveo, angelical y sin embargo el vocablo "negro" lo hermanamos con conceptos como oscuro o tenebroso. Como dice Victoria Sau:

"La partición cultural

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