La teoría del apego

Durante la primera infancia, los niños y niñas desarrollan una conexión emocional con una figura de apego, a la cual perciben como más fuerte o sabia. Este vínculo se conoce como apego y se establece desde antes de la concepción, con el deseo de los padres de tener un hijo, siendo la madre la primera persona con la que se establece este vínculo a través de los movimientos intrauterinos. Esta cercanía se fortalece durante el parto y las primeras horas de vida fuera del vientre.

Al nacer, el primer contacto físico del niño o niña es con su madre, y a través de la lactancia se sienten unidos a ella. Con el tiempo, los niños comienzan a distinguir a las personas y se sienten seguros y cómodos en presencia de sus figuras paternas, experimentando malestar cuando estas no están presentes. El apego puede definirse como una conexión afectiva que se forma entre el niño o niña y alguien especial, y este vínculo perdura en el tiempo. Es fácilmente observable durante el primer año de vida con las figuras primarias y juega un papel fundamental en el desarrollo de habilidades emocionales, la calidad de las relaciones interpersonales, la autoestima y la salud emocional, incluso en las relaciones de pareja en la edad adulta.

El apego se refiere al instinto humano de establecer lazos afectivos desde el principio de la vida y a lo largo de toda ella. También intenta explicar sus componentes, como haber recibido una protección adecuada durante la infancia. Se puede definir como un vínculo bidireccional fuerte que se forma entre el niño o niña y los progenitores, siendo automático en el caso del infante pero requiriendo una progresiva vinculación por parte de los padres. Este vínculo tiene una influencia fundamental en el desarrollo del niño o niña y proporciona ventajas para su supervivencia y evolución.

La teoría del apego sostiene que durante los primeros seis meses de vida se establecen los primeros vínculos afectivos hacia una o pocas personas, a través de interacciones sociales continuas. Estos vínculos se forman debido a una predisposición biológica que asegura que el niño no esté solo en circunstancias extremadamente inusuales.

El modelo de Bowlby se basa en la existencia de cuatro sistemas de comportamiento interrelacionados: el apego, la exploración, el miedo a los extraños y la búsqueda de proximidad. El sistema de apego se refiere a las acciones que el niño o niña realiza, como sonreír, llorar y buscar contacto táctil, para mantener la proximidad y el contacto con la figura de apego. Estas acciones se activan cuando se aumenta la distancia con la figura de apego o cuando se percibe una señal de amenaza, y buscan restablecer la proximidad y seguridad. El sistema de exploración está estrechamente relacionado con el sistema de apego, ya que cuando el cuidador está lejos, el niño reduce su exploración del entorno.

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