RESILENCIA

RESILIENCIA PERSONAL Y COMUNITARIA

Conociendo la adversidad

Cada etapa de nuestra vida trae consigo nuevas vivencias y cambios: retos personales y académicos, relaciones con nuevas personas e instituciones, cambios físicos y psicológicos que demandan aptitudes y actitudes diferentes. Por ejemplo, en la infancia, durante los primeros seis años de vida, debemos desarrollarnos como seres autónomos y adquirir destrezas motoras y el desarrollo físico necesario que nos permitan sobrevivir, cualquier carencia física y/o emocional es crucial en esta etapa porque afecta negativamente nuestro crecimiento sano y nuestro desarrollo físico y mental; en la niñez, de los seis a los doce años, debemos adquirir habilidades para socializar y adaptarnos a la escuela que resultan definitivas en el resto de la vida, durante esta etapa se estructura nuestra personalidad y se aprenden muchas formas de ver y sentir la realidad que determinan cómo nos sentiremos sobre nosotros mismos.

En la adolescencia, los retos se extienden a otras áreas, empezamos a entablar relaciones afectivas y a explorar la sexualidad, las relaciones sociales con amigos y padres requieren de la madurez que no se ha logrado del todo, mientras que la búsqueda de la identidad propia desemboca a veces en crisis emocionales y conflictos familiares. Durante la juventud, de los 18 a los 25 y durante la adultez, la etapa de los 25 a los 60, la independencia económica, estabilidad laboral y afectiva, el desarrollo profesional y académico, la vida matrimonial y la crianza de hijos y nietos se convierten en nuestras preocupaciones y toman todo nuestro tiempo, mientras que en la vejez, la disminución de nuestras capacidades físicas y psicológicas así como la culminación de la etapa laboral y el rol como personas de la tercera edad nos presentan dificultades que se suman al mismo hecho de contar con tiempo libre pero sin ocupaciones que den sentido a nuestro vivir cotidiano.

Se puede afirmar que cada etapa de la vida nos presenta retos en todas las áreas y cómo los afrontamos determina qué tan felices nos sentimos con nosotros mismos y nuestro estilo de vida. Si una demanda no se satisface, o si un área de desarrollo se descuida o no se adquieren las habilidades necesarias para afrontar cada reto, especialmente los que involucran relaciones interpersonales, es seguro que nos sentiremos incompletos, incapaces de involucrarnos en nuevos proyectos, inseguros y evitaremos cada aspecto de la vida que implique un cambio. Los problemas que surgen al tratar de adaptarnos a las demandas cotidianas pueden ser tan serios que nos pueden llevar a deprimirnos, aislarnos, refugiarnos en el licor, las drogas e incluso recurrir al suicidio.

Pero no solo las dificultades que trae consigo el enfrentar cada etapa del desarrollo nos afectan y demandan una respuesta de adaptación o rechazo. Otro tipo de sucesos, que nos afectan como individuos pero también como comunidad, son potencialmente nocivos para nuestra supervivencia. Podemos hablar de problemáticas tales como catástrofes naturales entre las que se incluyen: terremotos, inundaciones, incendios forestales, deslizamientos, sequías, inviernos, entre otros, pero también, otro tipo de desastres producidos por el hombre, como la pobreza, la guerra, el desplazamiento forzado o la corrupción.

En nuestro país podemos encontrar varios ejemplos de catástrofes naturales que han azotado a pueblos y comunidades enteras y que han puesto prueba la capacidad de sobrevivir que tenemos como individuos y comunidad. En 1985, la erupción del Nevado del Ruiz y la posterior avalancha de lodo que produjo la erupción y el deshielo provocaron más de 22,000 víctimas y alrededor de 20,000 damnificados; esta fue la peor tragedia natural en la historia de Colombia y mostró nuestra vulnerabilidad ante este tipo de catástrofes. La situación fue tan crítica que, por ejemplo, Armero fue arrasado casi en su totalidad por la avalancha y luego de muchos meses los sobrevivientes seguían buscando a sus familiares.

Otro ejemplo de una situación adversa puede ser el del desastre económico producido por la quiebra de las denominadas pirámides en las que miles de personas en todo el país invirtieron dinero que posteriormente perdieron debido al desmantelamiento de todas las empresas captadoras puesto que funcionaban de manera ilegal. Muchos colombianos vieron que el fruto del trabajo de toda su vida desapareció en cuestión de horas y otros llegaron al punto de quedar en la bancarrota.

Ante este panorama es claro que las posibilidades son limitadas, y las situaciones de crisis son tan devastadoras que muchos literalmente tuvieron que empezar una nueva vida mientras que otros no alcanzaron a tanto y murieron o resultaron afectados de manera permanente. ¿Cómo podemos mejorar nuestras posibilidades al enfrentarnos a la crisis?, ser felices a pesar de la adversidad es posible y depende de nosotros.

La resiliencia, ¡un punto a nuestro favor!

Ante las adversidades tenemos la opción de apoyarnos en otros y afrontar nuestros problemas con ayuda de profesionales que nos pueden enseñar a ver distintas soluciones y adquirir capacidades para afrontar dificultades, sin embargo, no siempre tenemos la fortuna de acudir a estas alternativas por lo que debemos confiar en nuestra capacidad de solucionar y afrontar nuestros propios problemas únicamente con nuestras fuerzas y nuestra estabilidad emocional. Esta capacidad que poseen las personas para afrontar adversidades de distinto tipo: emocionales, de pareja, económicas, laborales, etc., se denomina resiliencia y es el tema principal del presente módulo. Quienes estudian la resiliencia la han definido de distintas formas aunque todas concuerdan en afirmar que consiste en la capacidad que tienen las personas para afrontar situaciones de crisis, traumáticas y adversas, superándolas y tomando los aspectos positivos de la adversidad para el crecimiento personal.

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