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EL LIDER Y EL FRUTO DEL ESPIRITU.


Enviado por   •  15 de Abril de 2016  •  Trabajo  •  1.916 Palabras (8 Páginas)  •  2.538 Visitas

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Introducción:

Dios siempre tiene en mente un plan perfecto para cada uno de sus hijos, es decir, para aquellos que le recibieron y que han creído en su nombre (San Juan 1:12) y en este trabajo puntualmente nos enfocaremos en aquellos a quienes se les ha encomendado un liderazgo dentro de alguna congregación, misión, célula o cualquier otro lugar en que podemos servir al Señor, entonces, en la voluntad de Dios y en su propósito perfecto para cada uno de nosotros que hemos sido llamados a ser “lideres” él otorgó un puesto, un lugar en donde servir, personas a quienes dirigir, y esto por supuesto que no es nada sencillo, ya que de nosotros dependerá muchas veces la formación de otras vidas para que sean mejores cristianos y discípulos del Señor.1

Dios respalda a cada líder…

Dios ya tenía un plan para que fuéramos parte importante en alguna de nuestras congregaciones y es necesario que recordemos y entendamos que Dios no nos deja solos en lo que Él mismo nos ha mandado, Jesús antes de subir con el Padre dijo a sus discípulos: 16 Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: 17 el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. 18 No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. San Juan 14:16-18. Jesús prometió que nos daría el Consolador en lugar de ÉL, el Espíritu Santo a quien el mundo no puede ver, pero nosotros sabemos y entendemos que está con nosotros para siempre como dice la palabra, no estamos solos él nos guía, él nos fortalece, él nos da poder: pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. Hechos 1:8. El Espíritu santo no solo está con nosotros, también nos da poder para poder ejercer el liderazgo que tenemos.

El fruto del Espíritu Santo…

El fruto del Espíritu tiene que ver con el crecimiento y la personalidad; el estilo de vida es la clave de que somos genuinos. En Gálatas 5:22-23 aparecen las “nueve gracias que componen el fruto del Espíritu: el estilo de vida de aquellos en quienes habita el Espíritu y a quienes da poder”. Jesús dijo: “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:16-20). Es de este fruto del Espíritu que hablaremos y de la importancia que el “líder” tenga estas “nueve gracias” en su vida.

A continuación resolveremos las siguientes preguntas para conocer y entender la importancia del fruto del Espíritu en la vida del Líder.

¿Qué es el fruto del Espíritu?

 ¿Por qué es importante obtenerlo?

 ¿Cómo puedo obtenerlo?

  1. ¿Qué es el fruto del Espíritu?

En Gálatas 5:22-23, encontramos las características del fruto del Espíritu, analicemos cada una de estas “gracias”.

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Amor.

Se suele usar la palabra griega agápe para hablar de un amor leal, y en su grado más elevado, se ve como una revelación de la naturaleza misma de Dios. Es un amor firme, y dado gratuitamente, “de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su hijo unigénito” amó Dios al mundo por eso es que envió a su hijo único Jesucristo por amor a la humanidad muerta en sus pecados, delitos y sin esperanza. Amor es el principio ético, la fuerza motivadora y la metodología correcta para todo ministerio. El amor es una característica de aquel líder que en realidad ha conocido al que lo ha llamado “el Señor”, respecto a esto menciona el discípulo amado de Jesús “el que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor”.

Gozo.

El vocablo griego jará que traducimos como gozo comprende la idea de un deleite activo. Es la expectación positiva que se debe a que Dios está obrando en la vida de los demás creyentes, una celebración de nuestra victoria final en Cristo. El gozo es el corazón de la adoración: convierte la rutina en deleite, alza el ministerio a un plano más alto.

Paz.

La palabra griega eiréne comprende las ideas de armonía, salud, integridad y bienestar. Dice la palabra de Dios que debemos “vivir en paz con todos los hombres” (Romanos 12:18), debemos ser como nuestro maestro, respecto a esto dice también el apóstol Pablo “Dios no es un Dios de desorden, sino de paz” (1 Corintios 4:33). La paz nos ayuda a darnos cuenta de que nos necesitamos mutuamente, a ser comprensivos los unos con los otros, a buscar el mayor bien para todos.

Paciencia.

La palabra griega makrozymia significa paciencia con las personas. Comprende ese ser tardo para la ira y tener dominio de sí que soporta la mala conducta de los demás y nunca busca la venganza. Para un ministerio pleno en el Espíritu, necesitamos aprender juntos, cometer errores, crecer, perdonar y confrontarnos en amor sin mantener un espíritu crítico. Esto exige paciencia.

Benignidad.

El vocablo griego jrestótes nos recuerda a Cristo, el supremo ejemplo de benignidad. La paciencia y la benignidad aparecen juntas en la primera línea de la descripción que hace Pablo sobre el amor de Dios (1 Corintios 13:4). La benignidad es un bálsamo sanador que nos une a medida que aprendemos a apreciarnos mutuamente. Aun los dones son consecuencia de la benignidad de Dios hacia nosotros. No los merecemos, como tampoco merecemos la benignidad de los demás. Los recibimos ambos con un corazón agradecido, y entonces los compartimos incondicionalmente.

Bondad.

El significado esencial de agazosne, traducido por “bondad”, es una generosidad que brota de una justicia santa recibida de Dios. La bondad o generosidad, nos trae un interés practico y realista por las necesidades de las personas, allí mismo donde están. Los miembros de la Iglesia primitiva sabían cuidar unos de los otros, y si acaso erraban era por exceso de generosidad.

Fe.

El termino griego pístis  significa con frecuencia una confianza expresada en una vida de fe. En este contexto, tiene el sentido de “fidelidad”. Esto refleja la naturaleza de nuestro Padre celestial, Él es digno de confianza, es paciente con nosotros, por muy frecuentemente que le fallemos. Debemos ser personas dignas de confianza. A través de la unidad de la fe, podremos alcanzar toda la medida de la plenitud de Cristo (Efesios 4:13).

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