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El Diezmo


Enviado por   •  4 de Agosto de 2012  •  6.052 Palabras (25 Páginas)  •  426 Visitas

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EL PRINCIPIO DE LA SUJECIÓN

Quisiera saber si alguna vez ha escuchado usted algunas expresiones como estas: “¡Hermano! ¡Usted no se sujeta! ¡Usted resulta una persona conflictiva! ¡Usted está en rebeldía! ¡No se sujeta como manda la Biblia!”. Ahora pregunto: Además de haberlo oído, seguramente: ¿Nunca dijo usted mismo algo así?

Después este otro: “Querida... nuestro matrimonio no está bien porque no estás sujetándote a mí como ordena la Biblia” Y falta un tercero: “Mire pastor; si usted quiere seguimos trabajando en el área de liberación tal como lo estamos haciendo, pero quiero que entienda que la gente viene cada día más rebelde, cada vez más endemoniada. No hay caso, pastor. Es tanto el pecado que tienen que, por más que hacemos todo lo que debemos hacer, los demonios no se sujetan”.

¿Cuántas veces hemos oído cosas como estas mencionadas? Reflexione. ¿Podemos decir que están mal, que no son bíblicas? Creo que no. Pero también creo que así como por imperio de una cultura pretendidamente democrática, los países del Primer Mundo e incluso América Latina, han hecho un canto a la desobediencia como símbolo de independencia, así también al amparo de estos textos, se han producido verdaderas barbaridades dentro de las iglesias.

Así como en los países occidentales el cristianismo ha hecho siempre un énfasis más notorio en la figura de Dios o la de Jesucristo, en las naciones africanas ha sido mucho más sencillo enfatizar por el Espíritu Santo. ¿Sabe por qué? Porque los occidentales, culturalmente, tenemos más ejercicio con personas que con espíritus, en tanto que las culturas aborígenes de esencia, ya venían con conocimiento del mundo espiritual y les resulta más comprensible entenderlo.

En conjunción con todas estas cosas y ante las necesidades imperiosas de establecer justicia divina dentro de los estamentos eclesiásticos, es que en este capítulo inicial, la idea central sea la de arrojar un poco de luz sobre el tema de la sujeción condicional o incondicional y colocarlo, si Dios nos respalda con su sabiduría y esencialmente con su palabra, amén de su poder de convicción, en el justo y exacto lugar en que debe estar; ni más allá, ni tan acá: en orden y decentemente. Es decir: en el preciso sitio donde Dios quiero colocarlo.

Lo que sucede es que somos más proclives a sentirnos como los grandes justicieros de la tierra, que a manejarnos en el ámbito del Espíritu, tal como lo hizo Jesús. Jesús no fue ni subversivo, ni guerrillero, ni populista, ni diplomático ni revolucionario social. Jesús fue puro Espíritu Santo, puro Dios. - ¡Bueno! ¡Él era el hijo de dios! ¡Qué gracia! ¡Así cualquiera! No te equivoques. Él hizo lo que hizo no sólo desde la perspectiva de un hombre de carne y hueso, sino con todas sus posibilidades similares. Su lo hubiera hecho como Dios, hubiera transgredido sus propias leyes.

A nosotros, hoy, nos parece mucho más productivo y “lógico” salir en ruidosa manifestación popular a reclamar justicia e igualdad con iglesias paganas, que llevar adelante esa batalla en las regiones celestes con oración y ayuno. Se dice que la gran diferencia en el crecimiento que hay entre las iglesias latinas y sajonas con relación a las africanas y asiáticas, radica en que, mientras nosotros estamos educados democráticamente para debatirlo o discutirlo todo, aquellos han sido formados por su historia cultural para obedecer sin chistar. Siervos-siervos.

LA SUJECIÓN EN LA IGLESIA

De todas las sujeciones, una de las que más trabajo le cuesta a la mayoría de los creyentes, y al mismo tiempo una de las que mayores dolores de cabeza les ha dado a los líderes de las iglesias, ha sido precisamente esa: la sujeción al liderazgo de una congregación local. En la carta a los Romanos, encontramos un punto que, de tan controvertido, muchos quisieran que nunca jamás hubiera sido escrito; ¡y hasta llegan a cuestionar al propio Pablo por haberlo hecho!

(Romanos 13: 1)= Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas.

Si examinamos Tito 3:1, veremos que este texto respalda da alguna manera al antes mencionado, cuando dice: “Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra”. No es el único. 1 Pedro 2:13, al respecto, agrega que: “Por causa del Señor, someteos a toda institución humana” (Y aquí también entra la iglesia, desde su ángulo de institución humana que es) “Ya sea al rey como a superior”. Jesús, ya se lo he dicho, no resistió a las autoridades de su tiempo, no fue un subversivo social ni un guerrillero tira bombas. En el evangelio de Juan 19:11, leemos lo que le dice a Poncio Pilatos: “Ninguna autoridad tendrías contra mí, sino te fuese dada de arriba” Esto ya había sido adelantado por Daniel cuando, en 2:21 de su libro, dijo: “Él muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos.” ¡Y pensar que la vanidad de los sabios y los científicos los lleva a esmerarse toda una vida en utilizar esos conocimientos para demostrar la no-existencia de Dios!

En descargo de Pablo y en mérito a la interpretación correcta de estas cosas, tendré que decir que el apóstol de ninguna manera sugiere que Dios puede aprobar un gobierno corrupto, tanto en la esfera del mundo, donde los hay a montones, como también dentro de la iglesia, donde lamentablemente tampoco faltan. Dios tampoco aprueba a los funcionarios que gobiernan lo que sea sin someterse a Él. Este principio es muy importante porque reglamenta bíblicamente toda clase de sometimiento y sujeción. El principio, es: sujeción a autoridad sujeta a autoridad.

Tampoco es de Dios defender legislaciones injustas. Algunas veces, sin embargo, y en respuesta a los pecados de la gente, o por algunas razones que sólo Dios conoce, el Señor permite temporariamente que gobernantes malvados detenten el poder, tal como los profetas del Antiguo Testamento lo testificaron frecuentemente. En teoría, Dios concede autoridad para servir a fines elevados, pero el modo en que se ejerce esa autoridad, es un problema que cada uno deb4erá afrontar, confrontar y finalmente ser pasible y responsable, ya que los resultados les serán requeridos a quienes la hayan recibido.

Claro está que si bien el hecho de obedecer a las autoridades de este mundo es la regla general, un claro principio bíblico es que deberíamos desobedecer si ese gobierno, directa o indirectamente obliga a cualquier forma de pecado. Porque la lealtad hacia Dios siempre tiene prioridad sobre cualquier autoridad humana. Ester lo hace en el capítulo 4 y verso 16, cuando declara que aunque no sea conforme a

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