LA SANTIDAD EN LA VIDA DEL CRISTIANO
Enviado por rolho777 • 8 de Octubre de 2013 • 3.691 Palabras (15 Páginas) • 4.254 Visitas
LA SANTIDAD EN LA VIDA DEL CRISTIANO (Primera parte)
En estricto sentido, la palabra SANTO es una palabra extraña, en cualquier lenguaje que la podamos encontrar lo es; cuando buscamos en el diccionario su significado, esperamos encontrar una definición clara y precisa de la misma, sin embargo realmente no hay un diccionario que nos dé una explicación clara y precisa del término SANTO.
Y la dificultad de encontrar el significado exacto empieza del variado uso que la misma Palabra de Dios hace de ella. En un sentido, se usa relacionada con la bondad divina, definiendo santo como algo puro, libre de mancha, totalmente perfecto e inmaculado en cada detalle. Y la mayoría de nosotros lo entendemos de esa manera.
La palabra “santo” tiene también una significación de “apartado” o “separado”, o cómo de “algo que está por encima de lo demás”
Sin embargo, cuando el término santo es aplicado a la persona de Dios, estas definiciones queda muy, muy cortas en su significado.
Por tanto es importante entender el significado de la palabra “santo” desde dos perspectivas: la santidad de Dios y la santidad del creyente.
En primer lugar debemos entender que la santidad de Dios es más que separación, su santidad es trascendencia, trascendencia en su sentido más literal de “ascender a través de…”, “de exceder los limites usuales”; cuando hablamos de la trascendencia de Dios, estamos diciendo que Él está por encima y más allá de nosotros.
La santidad de Dios es algo inherente a Él, DIOS ES SANTO, porque esa es su naturaleza… Dios es santo porque es Dios… en ese sentido la santidad de Dios es algo, que podríamos decir, de naturaleza extraterrestre; de alguna manera podemos considerar que la santidad de Dios es por sí misma ajena a su creación en lo más básico, por cuanto no es humana ni terrenal.
Cuando la Biblia llama a Dios santo, significa primariamente que El es trascendentalmente separado. Está tan por encima y más allá de nosotros que nos parece casi totalmente extraño. Ser santo es ser "otro," ser diferente en una manera especial.
Mire, cuando los ángeles y serafines cantan “santo, santo, santo…” no solamente están diciendo “puro, puro, puro…” o “separado, separado, separado…”, en realidad están cantando y expresando esa trascendencia, están declarando que Él está por encima y más allá de nosotros, cantan su absoluta y suprema grandeza.
Cuando hablamos de las características de Dios no podemos poner unas más altas o en mayor medida que otras, es decir, si hablamos de su poder, de su omnisciencia, de su misericordia o de su eterno amor, todas y cada una de estas cosas son parte de lo que Dios es, son un reflejo de su santidad. Es como cuando vemos un arco iris, cuando la luz pasa a través de las gotas de lluvia o a través de un prisma de cristal podemos ver espectros de luz de diferentes colores: verde, roja, azul, etc., cada uno de estos colores forman parte de lo que conocemos como luz. Pero lo que nosotros vemos normalmente es eso: la luz como un todo; así es con las virtudes de Dios: todas y cada una de ellas son parte de la santidad de Dios.
La santidad de Dios es pues reflejo de su pureza ética y moral, es la expresión plena de la perfección de su ser, es algo que trasciende todo lo creado.
Ahora bien, en Génesis 3:17, leemos “…maldita será la tierra por tu causa”, la creación no es “santa por sí misma” sino que necesita que su Creador le dispense la santidad, la haga “santa”, es decir la aparte o separe para Él.
Así pues, “santificar” es apartar o separar algo por Dios y para Dios, fundamentalmente para realizar un servicio para Él.
Si nos vamos un poco a la historia en el AT vemos como Dios aparto para sí a un pueblo y entonces lo declaró santo, la tierra que piso Moisés cuando vio la zarza ardiente fue hecha santa por la presencia de Dios, vemos que ciertos objetos eran declarados santos en tanto que eran para el servicio a Dios, separo a hombres que fueron consagrados para su servicio, incluso un día de la semana era santo dado que estaba destinado única y exclusivamente a Dios. En todos estos casos, la “santificación” no entraña cualidades o atributos éticos previos, sino la separación del uso común de las cosas y las personas para consagrarlas a Dios.
Así pues, solamente Dios puede santificar; podemos ver que los rituales del AT tenían como fin el que las personas fueran limpias de su contaminación y una vez limpias entonces podían ser santificadas; el mismo Dios determino el cómo y el qué, determino los materiales, los animales y en algunos casos hasta la fecha en que una persona podría ser santificada.
En el sentido más amplio de su significado, la santificación es el proceso mediante el cual Dios ha estado y está limpiando al mundo y sus habitantes. Él anhela que todas las cosas y todas la personas sean purificadas y se quite de ellas toda mancha de pecado o impureza.
¡Y la más grande muestra de ese anhelo es Jesús en la cruz!
En sentido la santidad divina se nos imparte al momento de nuestra aceptación de Cristo como Salvador y Señor en nuestras vidas, es en ese gran momento en que nuestra alma es regenerada por el Espíritu de Dios que somos hechos “santos” por la gracia de Dios, es decir, a partir de ese momento somos “apartados” por Dios… pero recordemos que ser santo también implica ser separado de lo ordinario con un propósito: Servir a Dios.
Y es también a partir de ese momento que ese mismo Espíritu de Santidad obra en nosotros una transformación interior, transformación que es gradual en tanto vamos renovando nuestro entendimiento mediante su Palabra, en tanto vamos creciendo y madurando espiritualmente a través de la prueba.
Es decir, así como la justificación nos libra de nuestro merecido castigo por nuestros pecados, la santificación nos hace libres de la contaminación del pecado y de sus consecuencias.
¿Recuerda que la semana pasada Alicia nos menciono que, como parte de sus vestiduras, los sacerdotes llevaban una tiara en la frente con la inscripción “SANTIDAD A JEHOVA”?, yo creo que en su conjunto todas las vestiduras de un sacerdote eran algo sobresaliente, la túnica, el efod, todo… pero esta tira era algo que resaltaba sobre todo lo demás… de igual manera nuestra santidad como hijo de Dios debe ser evidente a la vista del mundo.
Nuestra santidad debe ser manifiesta a través de una rectitud moral y ética, de pensamientos santos y espirituales, de una vida piadosa y llena de bondad para con los demás.
¿Recuerda la imagen del arcoíris cuando hablamos acerca de las virtudes de Dios?
Lo mismo sucede con nosotros, cuando reflejamos el carácter de Dios no
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