La Santidad Signo De Credibilidad De Nuestra Vida Consagrada

LA SANTIDAD, SIGNO DE CREDIBILIDAD DE NUESTRA VIDA CONSAGRADA

Escuchemos la exhortación de nuestro seráfico Padre San Francisco: “Buscar siempre el Espíritu del Señor y u santa operación”, es decir, el Hermano@ Menor en todas las cosas debe siempre buscar la voluntad de Dios y su gracia.

San Francisco fue un hombre del Espíritu; vivió su vida en una atmósfera de confianza y amor, propia de la condición de los hijos de Dios. Y san Pablo afirma: “Los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios”; una sabiduría que nuestro seráfico Padre no aprendió de ningún hombre, sino como el mismo Señor le reveló.

• ¿Qué es el Espíritu del Señor en Francisco? Es la Presencia de Dios en la vida del hombre que se deja guiar por el Señor que da seguridad, confianza, amor y fe. Es el Espíritu Santo que mora en nosotros y nos da la íntima certeza de ser hijos. Tomás de Celano nos narra cómo para Francisco su única preocupación era conocer la voluntad de Dios y se propuso no perder ninguna visita del Señor por negligencia y no tomar ninguna decisión, grande o pequeña, sin recurrir a la oración.

• Secundar la acción del Espíritu Santo en nuestra vida personal y buscarla en el diálogo fraterno es el camino franciscano de la santidad. A la escuela de Francisco y de nuestros santos debemos dejarnos guiar por el Espíritu del Señor que reposa en cada uno de los Hermanos, sea en los que mandan y en los que obedecen, en los doctos y sencillos que buscan la voluntad de Dios.

San Francisco intuía si un hermano es guiado por el Espíritu del Señor o por la carne. Espíritu de la carne no solamente se entiende por las inclinaciones desordenadas del cuerpo, sino por la resistencia del propio yo al Espíritu. La suprema aspiración del Hermano Menor debe ser poseer al Espíritu del Señor y su santa operación; ser totalmente dóciles al Espíritu; ser Hermanos espirituales: esta debe ser la forma mentis del franciscano, en el espíritu de familia y de caridad, que debe reinar y respirarse en nuestras fraternidades.

Guiado por el Espíritu del Señor, el Hermano Menor actúa libremente, según el Señor le inspira “acepta libremente y vive la libertad guiado por la caridad que suscita el recto obrar y la calidad en el servicio.

El camino regio de la santidad para nosotros capuchinos, según el lenguaje de san Francisco, es vivir el santo evangelio de nuestro Señor Jesucristo en pobreza, castidad y obediencia por el camino de las bienaventuranzas. El secreto de la santidad se da en la humildad y en la pobreza de corazón, sin la cual no existe ninguna virtud, ya que los soberbios son ladrones de la gloria de Dios.

• El programa de santidad trazado por el Concilio Vaticano II en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium, al capítulo V, proclama la vocación a la santidad de todos los cristianos. La santidad es, pues, la meta del camino. Y el fundamento de la santidad parte de la visión de la Iglesia como misterio, sacramento de salvación, pueblo de Dios convocado en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que pertenece al Dios tres veces santo (Is 6,3).

• Confesar a la Iglesia santa es reconocer en ella el rostro de la Esposa de Cristo, por la cual Cristo se entregó a fin de santificarla (Ef 5,25). El don de la santidad es ofrecido a todos los bautizados como gracia que debe traducirse en la tarea que abarca toda la existencia cristiana. Hablamos, así, de una santidad ontológica y de santidad moral.

El mismo programa lo proclama el Papa Juan Pablo II en su carta inaugurando el tercer milenio “Novo Milenio Ineunte”, proclamando que la exigencia de la santidad en la Iglesia brota de su misma realidad, en cuanto pertenece a la Trinidad Santa.

Es, pues, indisoluble el vínculo entre

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