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Lucas 24, 14-15


Enviado por   •  9 de Septiembre de 2013  •  1.077 Palabras (5 Páginas)  •  381 Visitas

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El Señor nos ha bendecido con la dicha de ser testigos fieles y vivenciales de la grandeza de la Experiencia de Emaús, de ser testimonio del Camino de Emaús, que era tan solo un polvoriento y primitivo sendero como muchos otros de su tiempo, transitado a diario por muchos, quienes iban dejando un origen, un pasado y a la vez buscando un futuro, un destino.

En este sendero aparecen dos viajeros comunes y corrientes; dos personas aparentemente normales como cualquier otro. Como cualquier par de compañeros de viaje van conversando; discuten sobre su pasado, de donde vienen y lo que acaban de vivir; discuten sobre la amargura y la decepción que traen consigo.

Pero aun cuando se vean como dos hombres comunes, tienen algo en particular: ellos han conocido al Mesías, al Salvador, son discípulos de Jesús; le han acompañado, le han escuchado, han sentido vida en su palabra; pero en este momento Jesús es solo parte del ayer y tratan de alejarse de Él.

Aunque tienen un destino, no hablan del futuro, no ven hacia adelante; traen tras de sí un pasado aún muy vivo, un pasado de muerte, de desilusión, un pasado que causa dolor y sufrimiento en sus corazones y que les impide mirar hacia adelante. Solo tratan de alejarse de la pesadilla de lo desastrosamente vivido en Jerusalén.

Es tan fuerte su padecer que tan solo logran compadecerse mutuamente y solo hallan consuelo el uno en el otro sin notar a aquel que silencioso se acerca y les da alcance, apenas percatándose de ese otro viajero que se ha acercado para acompañar su caminar.

Saben que allí está, sienten su presencia, la presencia de un tercero junto a ellos; lo ven pero no logran reconocerle; no saben de quien se trata y no les interesa. Una vez más Jesús se manifiesta en la comunidad, ahora conformada por estos dos discípulos que discuten sus sentimientos encontrados. El texto no dice que Jesús haya cambiado su rostro o sus vestidos; simplemente el poder secreto de su humanidad gloriosa actúa como una fuerza superior sobre sus ojos y los sentidos ya no sirven para reconocerlo; además, en este momento, Jesús solo es un recuerdo, un triste y doloroso recuerdo. La utopía que les había arrastrado a seguirlo, había dado paso a la más absoluta desesperanza. Pero en sus corazones aún estaba Él, aunque ahora no le reconozcan a su lado.

Los discípulos de Emaús no son personas concretas, no tienen un nombre específico; son personajes comunes y corrientes; digamos que se trata de ti y de mí; ellos muestran lo que está pasando cada día a los seguidores de Jesús y en ellos estamos representados todos.

En estos versículos queda claro que en el camino de la vida y después de su muerte, Jesús va siempre acompañando nuestro caminar en el sendero de Emaús. Pero también queda claro que es posible caminar junto a él y no reconocerlo, aun cuando le hayamos visto, aun cuando hayamos vivido la vida en su palabra y hayamos tenido las más grandes experiencias espirituales o hayamos logrado los más altos ministerios sirviendo en su Iglesia.

Pero, ¿dónde está ese Jesús vivo que ha resucitado para darnos la salvación?

No lo vamos

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