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UN TESORO EN VASOS DE BARRO


Enviado por   •  20 de Mayo de 2014  •  2.906 Palabras (12 Páginas)  •  197 Visitas

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UN TESORO EN VASOS DE BARRO

El título de este escrito está tomado de la segunda epístola a

los Corintios, donde Pablo nos enseña acerca de la vida de

Cristo en nosotros como algo glorioso, pero al mismo tiempo

señala la paradójica realidad de nuestras limitaciones

humanas.

La ilustración nos recuerda el tiempo en que la gente

guardaba sus monedas de oro en un puchero de barro cocido,

más o menos grande y después sellaban la boca con más

barro. El tesoro quedaba encerrado en el barro y solo

rompiéndolo se podía ver y disfrutar de su contenido. Veamos

el pasaje:

“Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la

luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para

iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de

Jesucristo. Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para

que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” 2ª

Corintios 4:6-7

Cuando nos predicaron el evangelio hablándonos de

Jesucristo como el Salvador del mundo, y su amor nos

enterneció, y arrepentidos abrimos nuestro corazón para que

Él entrara, Dios hizo de nosotros una nueva creación. Igual

que “al Principio Él mandó que de las tinieblas resplandeciese

la luz” así su presencia en nosotros es nada menos que “el

resplandor de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” que

alumbra las tinieblas de nuestros corazones. Este resplandor

ilumina el conocimiento de la realidad de la potencia de

Cristo viviendo en nuestras vidas. ¡Cristo vive en mí! Esto es

una realidad desde ese momento que nadie puede quitar ni

cambiar, ¡Él es el tesoro! y nosotros somos los recipientes, el

vaso de barro.

Este es un contraste y fuerte con el que hemos de saber

convivir y tratar, aunque no es fácil ¿Cuál es el valor del

barro? Si encontráramos un puchero con un tesoro dentro

¿Qué valor daríamos al recipiente? ¿No lo haríamos pedazos

para recoger el oro? En nosotros vemos el valor del tesoro que

llevamos dentro y el poco valor del recipiente que lo contiene.

Hasta el punto que muchas veces quedamos desorientados y

dudamos si de verdad tenemos tal tesoro dentro de nosotros

obsesionados por el poco valor del barro que somos.

El barro es figura de Adán y sus descendientes, nos dice la

Palabra que “Dios hizo al hombre del polvo de la tierra”

Génesis 2:7. Así que la Gloria del Cielo está envuelta en

nosotros por la naturaleza humana con todas sus

limitaciones y complicaciones, con sus debilidades y miserias.

Aunque ya hemos oído que Dios ha tratado con nuestra vieja

naturaleza (el barro) en la cruz, de tal manera que cuando

Cristo murió, nosotros morimos con El, para librarnos del

dominio del pecado; lo cual describe el apóstol

ordenadamente en los capítulos 5 al 8 de Romanos. En este

pasaje que estamos considerando, Pablo trata otros aspectos

del barro que no tienen que ver con el pecado en sí, sino con

nuestra limitaciones humanas, que se hacen patentes

cuando enfrentamos situaciones que nos desbordan como

son las tribulaciones, amarguras, sinsabores, los apuros, las

persecuciones, los agotamientos, las enfermedades, etc.

Leamos los versículos 8 y 9:

“Que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en

apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no

desamparados; Derribados, pero no destruidos;” 2ª Corintios

4:8-9

¿Quién no pasa por estas cosas? ¿Quién no las experimenta?

¡Cuánto presumimos cuando somos jóvenes! Nos parece que

podemos comernos el mundo, pero la vida nos va enseñando

que no somos tan fuertes como creemos, y así nos pasa en la

vida cristiana, inevitablemente llegan los momentos de

debilidad, nos damos cuenta que nuestras fuerzas son

insuficientes, que no llegamos a las metas que nos

proponemos, nos desbordan los retos que la vida nos plantea.

Estamos experimentando la incapacidad del barro que

somos, ¿Qué hacemos entonces? ¿Nos desanimamos? ¿Nos

damos por vencidos? ¿Nos rendimos? ¿Tiramos la toalla?

¿Pensamos que no hay más? ¿Escondemos la cabeza? En los

versículos de arriba el apóstol también experimenta estas

facetas del barro, pero habla también de recursos que le

sostienen. ¡Sí! Atribulados en todo, mas no angustiados. ¡Sí!

No le faltaban los apuros, pero tampoco faltaba la esperanza.

Perseguidos, pero no sin amparo. Derribados, caídos, pero no

aniquilados ni destruidos.

No cabe duda que nos está hablando de recursos celestiales,

de la manifestación del tesoro que contiene el barro y ¡Es que

esa es la enseñanza que quiere comunicarnos! Tenemos

dentro de nosotros la vida de Cristo mismo, no solo para

darnos victoria sobre el pecado, sino también para darnos

poder en nuestra debilidad. ¿Pero cómo? De la misma

manera que nos consideramos muertos con Cristo en la

cuestión del pecado, así nos consideramos muertos con Él en

el aspecto de la debilidad humana, las limitaciones de cada

día y sus achaques. Leamos cómo lo expresa:

“llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de

Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en

nuestros cuerpos. Porque nosotros que vivimos, siempre

estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que

también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne

mortal. De manera que la muerte actúa en nosotros, y en

vosotros la vida.” 2ª Corintios 4:10-12

EL TESORO MANIFESTADO

¡La vida de Jesús manifestada en nuestros cuerpos! ¡En estos

vasos de barro! Pero para que eso sea posible es necesario

que el barro se rompa, ¿Y cómo se rompe? Con nuestra

muerte con Cristo. Pablo dice que para que la vida de Jesús

se manifieste en su cuerpo, lleva en ese mismo cuerpo la

muerte de Jesús. No hay vida sin muerte, Dios nos dice en su

palabra que cuando Cristo murió, nosotros morimos con Él, y

que cuando Él resucitó,

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