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Veritas.


Enviado por   •  4 de Enero de 2013  •  Informe  •  1.175 Palabras (5 Páginas)  •  338 Visitas

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En la Carta encíclica Caritas in veritate, Benedicto XVI despliega la doctrina social de la Iglesia asumiendo como tema de enseñanza magisterial la cuestión del desarrollo integral del hombre en el nuevo contexto humano de la globalización. Una adecuada comprensión y solución respecto de esta nueva “cuestión social” requiere que su problemática sea reconducida a la dimensión antropológica de la que surge, y ésta, a su vez, debe ser considerada a la luz de su fuente teológica, pues el misterio del hombre se esclarece en el misterio del Verbo encarnado, Jesucristo. Una humanidad sin Dios es incapaz de engendrar un verdadero desarrollo humano; al contrario, propicia caminos que desembocan en un humanismo “inhumano”.

2. La dimensión social del desarrollo integral del ser humano en una sociedad planetaria

Todo ser humano es temporal, tiene un inicio y está en un continuo devenir. El hombre, por su condición temporal, es una realidad inacabada, abierta a la realización de posibilidades esenciales en el flujo de su tiempo existencial. Desde el momento que recibe el don de existir, cada hombre tiene consistencia propia, es un ser real que se mueve desde su misma interioridad, esto es, desde la intimidad de sí mismo. Se trata, por tanto, de un ser vivo.

Viviendo, el hombre despliega la realización gradual de las posibilidades no realizadas que él lleva en sí potencial y determinadamente en cuantoposibilidades: de manera potencial, porque son posibilidades no realizadas; de modo determinado, pues todo hombre en su ser real-temporal está estatuido con concreción y delimitación en cuanto a la esencia, esto es, respecto del contenido de sentido propio de su ser. De ahí que la realización de las posibilidades inmanentes del hombre sea el despliegue del significado específico y concreto que pertenece de suyo a la forma esencial de su ser real. El desarrollo del hombre como ser humano pasa necesariamente por la realización de las posibilidades de esencia que le son propias21.

Ahora bien, la vida de cada hombre es la vida de un “yo”. Todo hombre es un “yo” en persona, sujeto propio de sí mismo, pues en su ser es interior e íntimo a su propio ser. El hombre se encuentra abrazado y se abraza espiritualmente a sí mismo; por eso la mismidad de su ser es personal, o sea, se pertenece de suyo a él mismo en cuanto tal. Esto implica que el hombre está abierto y es para sí de modo indeclinable, irreducible a como lo está y lo es para cualquier otra realidad finita, y, a la vez, a como ningún otro ser finito lo está y lo es para él22. Lo incomunicable e inalienable del hombre es la tenencia propia de su propio ser o, dicho de otra forma, el ser sujeto de su mismidad. Esta incomunicabilidad del “yo” no hace del hombre un ser aislado ni lo encierra en el solipsismo. Al contrario, permaneciendo de continuo en su mismidad personal, el hombre, precisamente desde y por lo incomunicable de él, se encuentra a priori abierto y en comunicación con lo distinto de sí. La intimidad propia del hombre, siendo apertura interior a él mismo en cuanto tal, es de suyo una realidad abierta —no clausurada— capaz de acoger y de recibir en sí a lo otro en cuanto otro. En cuanto persona, el hombre es un ser relacional: en relación indeclinable consigo mismo por ser espíritu (ser que se tiene propiamente a sí mismo como tal); en relación de religación23 con el donador que lo ha donado a sí mismo como ser teniente de sí, pues sólo siendo dado es sujeto del propio ser; en relación de

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