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Niebla (1914)


Enviado por   •  27 de Octubre de 2014  •  Ensayo  •  952 Palabras (4 Páginas)  •  156 Visitas

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Niebla (1914) , escrita dos años después de la publicación de Del sentimiento trágico de la vida, supone el más abierto enfrentamiento desde el campo de la novela con el problema central del autor y del hombre Miguel de Unamuno: el de la realidad del ser hombre, el de la mortalidad o inmortalidad del alma individual. Es «la novela del absurdo existencial, del hombre perdido en la angustia de una vida sin finalidad. La vida es niebla» (Stevens y Gullón op. cit. ). Para Eugenio García de Nora (La novela española contemporánea, Madrid, Gredos 1973), «el personaje mismo, el fantasmal Augusto Pérez, empieza siendo ya un personaje un ente dudoso y nebuloso... un personaje inventado para “presentar” , más bien que para “encarnar” , la precariedad, la nihilidad de la existencia humana». De hecho, el personaje sólo adquirirá una identidad personal (la existencia precede a la esencia) cuando conoce a Eugenia y se enamora. Cuando ésta se fuga con otro, será consciente del problema de su auténtica existencia y piensa en el suicidio.

Es entonces cuando Unamuno introduce un recurso entonces novedoso: le hace ir a Salamanca para entrevistarse y pedir consejo al escritor Miguel de Unamuno. Cuando Unamuno le contesta que él, Augusto, no puede tomar ninguna decisión sobre suicidarse o seguir viviendo, ya que es un ente de ficción creado por el propio Unamuno, que tiene decidido que no se suicide. Augusto le contesta con palabras que tiene escritas y publicadas Unamuno, quien había escrito en su Vida de Don Quijote y Sancho que en cierto sentido los personajes de las novelas están más vivos que sus propios autores, que (como Don Quijote respecto a Cervantes) los personajes crean en cierto sentido a sus autores. Ahora es el personaje el que quiere seguir viviendo y el autor, enojado por la osadía de su personaje de querer decidir sobre su destino, le dice que lo “matará”, que esa misma noche ha de morir:

—¡Bueno, basta!, ¡basta!, ¡basta! ¡Esto no se puede tolerar! Vienes a consultarme, a mí, y tú empiezas por discutirme mi propia existencia, después el derecho que tengo a hacer de ti lo que me dé la real gana, sí, así como suena, lo que me dé la real gana, lo que me salga de...

—No sea usted tan español, don Miguel.

—¡Y eso más, mentecato! ¡Pues sí, soy español! Español de nacimiento, de educación, de cuerpo, de espíritu, de lengua y hasta de profesión y oficio; español sobre todo y ante todo, y el españolismo es mi religión, y el cielo en que quiero creer es una España celestial y eterna, y mi Dios, un Dios español, el de Nuestro Señor Don Quijote, un Dios que piensa en español y en español dijo: «¡Sea la luz!», y su verbo fue verbo español...

—Bien, ¿y qué? —me interrumpió, volviéndome a la realidad.

—Y luego has insinuado la idea de matarme. ¿Matarme? , ¿a mí?, ¿tú? ¡Morir yo a manos de una de mis criaturas! No tolero más. y

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