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Abraham Jahir Hurtado Martínez. Arte y comunicación.


Enviado por   •  4 de Noviembre de 2015  •  Resumen  •  1.916 Palabras (8 Páginas)  •  188 Visitas

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Abraham Jahir Hurtado Martínez.

Arte y comunicación.

Reporte Capítulo VI y VII.

Para inicia el capítulo sobre la luz, Arnheim indica el parámetro esencial de su estudio. Dado que la luz constituye un elemento con el cual se familiariza desde el nacimiento, debido a su influencia en la vida cotidiana, naturalizamos todos los procesos y experiencias que de ella se desprenden, limitándonos a incorporar los conocimientos que la ciencia de la física ha establecido hace tiempo, y que difieren absolutamente con lo que nuestros sentidos son capaces de experimentar. Para Arnheim, la concepción artística del fenómeno de la luz, radica en la observación sensible que permite al ojo revelar aquella escala de claridad y sombra que define el volumen de un objeto, observación que se fundamenta a partir del testimonio de la vista, y que es el puntapié inicial para la representación del mundo, ya sea en un espacio bidimensional como tridimensional.

Dentro de la discrepancia entre la física y la percepción, el autor establece diferentes vertientes a tratar, las cuales comprenden siempre la temática en cuestión.

Una de ellas tiene que ver con la Claridad relativa, la cual hace referencia al grado de claridad que las cosas tienen. Desde la visión científica, la claridad de una superficie se determina claridad que las cosas tienen. Desde la visión científica, la claridad de una superficie se determina según su poder de reflexión y según la cantidad de luz que incide sobre ella, pero dado que el observador carece de la capacidad para distinguir entre poder de reflexión e iluminación (es decir, la claridad del objeto y la de la iluminación), no obtiene ningún dato acerca de la proporción en que cada componente contribuye al resultado. Por el contrario, el ojo humano solo recibe la intensidad de luz que resulta de la combinación de dichos componentes, de manera que la claridad del objeto depende siempre de la distribución de los valores de claridad del campo visual total, es decir, del contexto que lo rodea. A partir de analizar diferentes casos, Arnheim afirma que lo relativo del fenómeno de la luminosidad es lo que le ha permitido a la pintura realista representar convincentemente un cielo, el fuego o la luz de una vela.

La Iluminación es otra de las vertientes que difiere en el modo en que la física encara el problema. Desde esa visión, el concepto se entiende como abarcador de todo lo que se ve, puesto que si un objeto no recibe luz (no está “iluminado”), entonces permanece invisible para nuestros ojos. Pero para el artista puede hablarse de iluminación solo cuando se trate de un fenómeno que los ojos pueden discernir directamente. El autor menciona en el texto un ejemplo claro: “Un objeto iluminado de modo parejo no muestra indicios de que recibe su claridad de fuente alguna. Su luminosidad se presenta como una propiedad inherente al objeto observado.” “Pero la iluminación es otra cosa” sostiene Arnheim, y fundamenta su teoría explicando que: Puede haber una fuente luminosa sin que se perciba iluminación alguna, como es el caso de un objeto que se encuentra iluminado de manera regular; o bien, puede que se perciba iluminación aun cuando no hay una fuente luminosa correspondiente, cuyo caso podría ser una fotografía o una pintura realista.

Ahora bien, a partir del análisis que el fenómeno de la iluminación requiere, se desprende inevitablemente el análisis de la iluminación, e inevitablemente la necesidad de tratar la problemática del sombreado. Según la definición artística del concepto, una sombra es una capa (o volumen) de oscuridad que se ve sobre un objeto, y que tiene valores de claridad y de color diferentes a los del objeto. De esta manera, la práctica pictórica de la pintura medieval lo ejemplifica, puesto que consistía en darle al objeto representado un color y claridad uniformes, para luego aplicar sobre una parte oscuridad y sobre la otra, acentos de luz. En contraposición a dicha técnica, surge en el siglo XIX el impresionismo, el cual trabaja a partir de pequeñas pinceladas de variados colores puros, dejándole al ojo la tarea de percibir el todo de un modo definido y a su vez, dentro de ese todo, de separar aquellas propiedades que pertenecen al objeto, de aquellas que son producto de la iluminación.

Pero de cualquier manera, la sola presencia del sombreado es un indicio acerca de que la estructura se divide en un sector de color y claridad uniformes y un sector que posee una “película de densidad graduada”, es decir con gradientes, los cuales permiten acceder a la tridimensionalidad. Como ha sido explicado anteriormente, el concepto de iluminación se entiende a partir de que los ojos disciernen directamente algo, esto es, la percepción de volumen y profundidad que se hace visible en todos los objetos esto es, la percepción de volumen y profundidad que se hace visible en todos los objetos iluminados (no de manera regular y pareja, no desde la concepción física de la palabra). Es así como se convierte el sombreado en un factor decisivo para percibir el aspecto tridimensional de un objeto, y a su vez, en un medio para representarlo de manera bidimensional, generando la sensación de la tercera dimensión. Por ejemplo, al dibujar una esfera, es el cambio de gradiente lo que determina la curvatura de la misma. Cuando se trata de representar un objeto de forma compleja, se produce el relieve espacial a partir de la distribución de los valores de claridad, los que a su vez, se hallan en relación con las áreas de orientación espacial similar, de manera que el ojo pueda percibirlas agrupadamente.

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