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Enviado por   •  3 de Diciembre de 2013  •  Tesis  •  1.895 Palabras (8 Páginas)  •  414 Visitas

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El tema del proceso de socialización del ser humano tiene como finalidad principal dar a conocer los seres humanos no nacemos "programados" en nuestro código genético para pertenecer a esta interacción social de la vida, cada ser humano tiene que aprender, desde el momento de su nacimiento, a ser parte de su red de interrelaciones objetivas y subjetivas, es decir , de su sociedad..

La socialización es el proceso social por el cual aprendemos a ser miembros de una comunidad humana y a interiorizar los valores y roles de la sociedad en que hemos nacido y habremos de vivir. Es decir, a través de la socialización aprendemos a vivir dentro de un grupo, a ser miembros competentes de la sociedad en que hemos nacido

La socialización del ser humano se inicia con el nacimiento y concluye con la muerte, Este proceso implica el progresivo y constante adaptación del individuo en el aprendizaje de normas, costumbres, tradiciones y formas de valoración existentes entre el medio social.

La antropología del parentesco, llamada también estudios de parentesco, constituye una de las áreas con las que dio origen el desarrollo de la antropología moderna durante la segunda mitad del siglo XIX. El parentesco fue, para los precursores del pensamiento antropológico, un campo de especial interés, en tanto que advirtieron su importancia en cuestiones como la pertenencia a un grupo social, la transmisión de la herencia y los derechos de un linaje, e incluso influía en la dinámica de las relaciones sociales, especialmente en las sociedades que en aquel tiempo eran calificadas de primitivas.

Es indudable que los humanos se caracterizan por poseer cualidades morfológicas y fisiológicas muy particulares, lo que evidencia su separación respecto de los demás animales en su comportamiento. Sin embargo, algunos de los rasgos de ese comportamiento también se encuentran, aunque de forma rudimentaria, en ciertos animales, si bien en el hombre están más desarrollados y, además, organizados en pautas de comportamiento exclusivas de la especie humana. El comportamiento cultural ha mantenido una estrecha relación con las características orgánicas del hombre hasta convertirse en motor de la evolución de la especie, y es importante comprender cómo se comportó el hombre primitivo, y a través de qué pautas se desarrolló.

Los testimonios del comportamiento del hombre primitivo son, en general, indirectos. Se obtienen a través del estudio del medio ambiente en que vivieron y en donde se han hallado restos materiales, y en las limitaciones que les eran impuestas por su estructura biológica. Otra de las características que permiten elaborar hipótesis sobre el comportamiento de los primeros hombres consiste en el estudio de los grupos humanos modernos que aún viven en condiciones similares en lugares recónditos del planeta.

Otra vía de estudio de los hábitos y costumbres de nuestros lejanos ancestros es el análisis de las especies más parecidas en muchos aspectos a los primitivos humanos: la de los simios antropoides (el chimpancé y el gorila, principalmente). La línea de los póngidos, a la que pertenecen estos animales, se separó de la línea de los animales, se separó de la línea de los homínidos hace aproximadamente 4 millones de años, pero su cerebro era relativamente pequeño y el grado de similitud que comparten con el hombre es, desde luego, difícil de precisar y sigue siendo objeto de controversia y polémica.

La visión estructuralista del parentesco parte de que el matrimonio es la base de la sociedad en tanto que permite establecer vínculos entre distintos grupos por medio de la unión de sus miembros. La orientación estructuralista en el análisis antropológico del parentesco recibe el nombre de teoría de la alianza. Mientras que para los funcionalistas-estructurales la importancia del parentesco se encontraba en la descendencia de un matrimonio y las reglas que definen la herencia en cada sociedad, para los estructuralistas la esencia de esa institución es la alianza matrimonial. Este concepto abarca no sólo el lazo conyugal entre los miembros de un matrimonio, sino los vínculos que se crean entre los grupos de los que estos provienen.

Las reglas matrimoniales en cada sociedad tienen su base en la prohibición del incesto, que obliga a los varones a renunciar a los derechos sobre las mujeres de su propio grupo y les obliga a intercambiar mujeres con los hombres de otros grupos (Héritier, 2008: 9). Lo que han descubierto los especialistas es que en todos los sistemas de parentesco conocidos son los hombres los que intercambian mujeres, pero no ocurre lo contrario. Lo que intercambian los grupos no son personas, sino símbolos, y en el caso de las mujeres lo que adquiere un grupo mediante el reclutamiento de esposas es la capacidad de reproducirse. Para Francoise Héritier las diferencias biológicas entre el hombre y la mujer son la base de una atribución diferenciada de significado para los sexos, y que hasta el momento no se ha conocido un solo sistema donde las mujeres no se encuentren sometidas al hombre por causa de la valoración diferenciada de los sexos.

El parentesco es considerado por los antropólogos como un lazo social en el que las relaciones biológicas entre dos personas no necesariamente son relevantes para la adscripción a una parentela. Desde una base constituida por innumerables investigaciones etnográficas en centenares de sociedades, las teorías antropológicas coinciden en que no todas las sociedades conocen la existencia de la consanguinidad biológica, en el sentido que se entiende en Occidente. En otras palabras, existen algunos pueblos para los que la concepción de un nuevo ser no tiene qué ver en lo absoluto con la cópula. Por otra parte, existen casos en los que, conociendo el vínculo entre el acto sexual

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