Características de la Crónica.
Enviado por prof.rominaduran • 30 de Junio de 2016 • Apuntes • 1.644 Palabras (7 Páginas) • 262 Visitas
La Crónica Periodística
Tanto las noticias como las crónicas se caracterizan básicamente por dar respuesta a cinco preguntas:
- ¿Qué (pasó)?
- ¿Quién (fue afectado / protagonizó el hecho)?
- ¿Cuándo (sucedió)?
- ¿Dónde (sucedió)?
- ¿Cómo (sucedió)?
¿Por qué o para qué (sucedió)? (puede omitirse)
Características | NOTICIA | CRÓNICA |
Tipo de Trama | Trama Narrativa:
| Trama Narrativa:
Incluye otras tramas:
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Organización | En una noticia la información se presenta en ORDEN DE IMPORTANCIA. | En la crónica, los acontecimientos se presentan por lo general en ORDEN CRONOLÓGICO. |
Forma | Una noticia debe ser breve y concisa. Tiene que escribirse con frases cortas, sencillas y con vocabulario de fácil comprensión. El hecho narrado debe ser de reciente data y actual. | Una crónica puede ampliar el relato en descripciones, incluir diálogos y anécdotas. No es necesario que el hecho narrado sea de reciente data mientras sea de importancia para la comunidad. |
Punto de vista | Se redacta en tercera persona y no se pueden introducir valoraciones personales. Debe ser OBJETIVA. | Se redacta en tercera persona pero se pueden introducir valoraciones personales. Éstas aparecen por medio de algunos adjetivos y expresiones con carga emotiva a las que llamaremos “SUBJETIVEMAS”. |
Ejemplo | Una joven fue encontrada muerta a las orillas del Río Paraná. El asesino habría sido su expareja. | La hermosa joven de La Plata fue encontrada sin vida a las orillas del Río Paraná. El espantoso asesinato fue cometido por la ex pareja de la víctima, un hombre corroído por los celos y con un pavoroso historial de violencia. |
SANTOS GODINO, EL PETISO OREJUDO
Por Jorge Camarasa
Octubre 2013
C
órdoba. Los psiquiatras forenses escucharon con alivio lo que les estaba diciendo aquel joven: “¿Qué culpa tengo yo si no puedo controlarme?” Con esa pregunta, el muchacho (1,53 metros de estatura, la cabeza rapada, los ojos saltones, las orejas descomunales en forma de asa y el traje a rayas de presidiario) admitía su propia conducta y casi les dictaba el informe que luego escribirían sobre él.
Entre otras cosas, ese informe diría: “El procesado es un alienado mental o insano o demente, en las acepciones legales. Es un degenerado hereditario, imbécil que sufre la locura moral, por definición, muy peligrosa (...). Ofrece, desde el punto de vista físico, numerosos estigmas degenerativos, los más característicos del tipo criminal (...). Es un caso de degeneración agravada por el abandono social de que ha sido víctima; por lo tanto no puede hacérsele responsable de sus crímenes, aun cuando su libertad sería peligrosa. Se halla atacado de alienación mental. Su alienación mental reviste la forma de imbecilidad, y esa imbecilidad es incurable”.
Con aquella pregunta tan llena de lógica que había hecho a los psiquiatras, Cayetano Santos Godino había firmado para siempre la muerte de su libertad.
Godino había nacido en Buenos Aires el 31 de octubre de 1896. Era hijo de inmigrantes calabreses y tenía siete hermanos. Desde el principio mismo, su vida no había empezado en una cuna de oro. Fiore, el padre, era un alcohólico golpeador que había contagiado sífilis a la madre de sus hijos, y Lucía, la mujer, hacía lo que podía por protegerlos. Cayetano iba a dormir con ella hasta que cumpliera diez años.
Hasta esa edad, justamente, el chico pasaría por media docena de colegios de los que cada vez sería expulsado por mala conducta. Lucía decía que eran los demás quienes lo molestaban y agredían, pero el tiempo no iba a darle la razón.
Cayetano aún no había cumplido ocho años cuando cometió su primer delito: llevó a un baldío a Miguel de Paoli, de veintiún meses, y había empezado a golpearlo con un ladrillo cuando fue detenido. Insólitamente, alegó que sólo se había defendido, y más insólitamente, le creyeron. Nadie se dio cuenta, pero estaba prefigurando una conducta que lo llevaría a cometer cuatro homicidios y otros muchos intentos antes de la mayoría de edad, y estaba empezando a escribir su propia página en los anales de la crónica policial, donde comenzarían a llamarlo “El Petiso Orejudo”.
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