Catedra Mantalvina
Enviado por jazzbelen • 15 de Diciembre de 2013 • 1.579 Palabras (7 Páginas) • 314 Visitas
CATEDRA MONTALVINA
RESUMEN
Este ensayo analiza la prosa panfletaria de Juan Montalvo desde el punto de vista del humor. Montalvo, además de dedicar muchas páginas a disertar sobre la risa, buscó con frecuencia insertar efectos humorísticos en su estilo, encaminados a ridiculizar a sus enemigos políticos. ¿Hasta qué punto un autor eminentemente moralista, un libelista cáustico como Montalvo, que echa mano del insulto, la burla y el sarcasmo, puede considerarse un humorista? Para comprender esta ambigüedad entre un Montalvo solemne y otro burlón, entre un Montalvo austero y otro irónico se analizan aquí ciertos recursos literarios que utiliza este autor y con los que provoca efectos que lindan con lo humorístico.
CAPITULOS
Antes que un aserto, este ensayo plantea de entrada, un interrogante. Juan Montalvo es uno de esos escritores que, luego de leerlo, nos deja ambiguas impresiones. Discurra o disienta de esto o de aquello se encarama siempre a la peana del moralizador. Aun en la diatriba toma aliento para elevarse al púlpito de los admonitores y, desde allí, condenar vicios, defectos y flaquezas humanas; y todo en un tono de Savonarola, y todo con la autoridad de un padre de concilio para, luego, y casi sin transición, resbalar a la befa, la burla, la ironía o el sarcasmo que restallan cual chasquidos de zurriago en la piel de sus enemigos. Su obra y su estilo no son sino un reflejo de su vida y su compleja personalidad jalonadas, ambas, por un impulso intelectual hacia un racionalismo de sabor dieciochesco y, por otra parte, por una tendencia, instintiva y romántica, a la desmesura pasional. El mensaje moralizante no es, en ningún momento, abandonado; machacón y con frecuencia farragoso se vierte en el ese lujoso recipiente de la prosa montalvina, una prosa medida siempre, rica en evocación castiza y ennoblecida por la tradición clásica. Sin embargo, no es por el contenido de sus prédicas, no es -desde luego- por su tendencia a un estoicismo melancólico, ni tampoco por su concepción pesimista del ser humano -fruto de experiencias propias y reflejo de amargas lecturas de pensadores franceses del siglo XVII: La Bruyère, La Rochefoucault y Vauvenarges sobre todo, quienes encontraron en la filosofía un tardío consuelo a sus fracasos- que Montalvo ocupa un lugar de privilegio en la historia literaria; lo es fundamentalmente por el arte implícito en su prosa. Si Montalvo permanece como un paradigma en las letras americanas no es tanto por sus ideas, hoy rezagadas para el gusto de las nuevas generaciones, sino por esa búsqueda suya, constante y no claudicada, de encontrar a cada paso nuevas resonancias al idioma castellano.
Estas consideraciones justificarían la pertinencia del interrogante planteado al inicio de este ensayo; en efecto, se trata de una pregunta que, en el fondo, entraña una duda: ¿es que el humor, entendido como esa disposición jovial del ánimo para descubrir el lado ridículo o jocoso de la vida, tiene realmente cabida en las páginas de Juan Montalvo? Y más aún: ese sarcasmo que, sin piedad, vierte el escritor sobre sus enemigos, ¿es, acaso, fruto de una visión humorística de los demás o es, quizás, otra cosa? ¿Es que se puede hablar de humor en las páginas de Las Catilinarias, de La Mercurial eclesiástica, El Cosmopolita o de Los capítulos que se le olvidaron a Cervantes? Además, que yo conozca, nadie se ha ocupado de tan peliagudo asunto en relación con la literatura de Montalvo. Digo "peliagudo" porque esto del "humor" es cosa muy seria de dilucidar.
Estas ambigüedades tan frecuentes en Montalvo han llevado, a no pocos de sus lectores, a catalogarlo como un autor que, no obstante el tono adusto que en él domina, se desahoga, de rato en rato, en humor; ese humor suyo que no parece desprenderse de la sana alegría sino, más bien, se asemeja a un regodeo en cierta opaca melancolía. Ante estas dubitaciones bien cabe, entonces, preguntarnos ¿qué clase de humor es éste de Montalvo? No es desde luego, ese humor que brota del desborde de lo vital y desemboca en la risa jocunda de un Arcipreste de Hita o de un Rabelais ¿Es, acaso, el humor de un Miguel de Cervantes que mira el mundo como una paradoja y enfrenta la vida con una alegría continua? ¿Es ese humor del Quijote que busca divertir a sus lectores, procurando -como su autor lo dijo-: "que el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente"? Aunque cervantino por confesión y convicción, el humor de Montalvo está lejos de aquel de su modelo español, pues según todo parecería indicar, éste se desprendería más de la indignación que de la alegría. Satírico a lo Molière y desollador a la manera de Aristófanes, el autor de la Mercurial Eclesiástica practica un humor grotesco que linda con ese "vértigo de la hipérbole" del que un día habló Baudelaire. Lo suyo fue la sátira,
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