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EL FLUCTUANTE DISCURSO DE LA IDENTIDAD


Enviado por   •  20 de Junio de 2013  •  Síntesis  •  7.825 Palabras (32 Páginas)  •  463 Visitas

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ETNIA, REGION Y NACION:

EL FLUCTUANTE DISCURSO DE LA IDENTIDAD

(NOTAS PARA UN DEBATE)

Jorge Orlando Melo

I

El tema de la “Identidad Nacional” se ha movido siempre en ámbitos sospechosos: para muchos de nosotros evoca esas descripciones sobre los rasgos psicológicos de un pueblo o una región que esconden generalmente vanidades y prejuicios, y que carecen de toda posibilidad de validación sistemática. Sin embargo, el tema es hoy esencial en Colombia, en términos del resurgimiento de formas de afirmación regional o étnica, de los procesos políticos que cuestionan nuestros cien años de soledad centralista, de las perplejidades que provoca la crisis política y estatal que enfrentamos. ¿Hay una identidad nacional en Colombia, o se está disolviendo, amenazada, por un lado, por la cultura cosmopolita de los medios de comunicación trasnacionales y por otro, por la afirmación de tensiones regionales o étnicas que pueden aumentar la crisis del sistema institucional? Vale la pena discutir estos temas, y es difícil pensar en un ámbito más adecuado que un congreso de antropólogos, donde puede presumirse que las inclinaciones profesionales e ideológicas se orientan a buscar aquellas respuestas que no contrapongan la identidad nacional con el mantenimiento de la diversidad cultural, apoyada en tradiciones regionales o en afirmaciones étnicas.

Por supuesto, esta discusión debe superar el carácter improvisado y amateur que puedo darle hoy: no ha sido este tema objeto de estudio sistemático por mi parte, sino de preocupación permanente pero puramente contextual: una pregunta que anda al lado de todas las demás que puede uno formularse sobre el país, que no puede eludirse, pero que no ha sido centro de investigación personal. Por eso mi contribución no puede ser más que la de un abrebocas relativamente liviano: hacer algunas anotaciones sobre elementos que me parece que habría que considerar al estudiar en forma más sistemática este problema.

II

El concepto de identidad nacional es radicalmente ambiguo. La primera tentación que debe descartarse es la de construirla mediante la identificación de una serie de características y rasgos culturales determinables empíricamente, desde fuera, por un observador neutral: este procedimiento llevaría probablemente a una sucesión de niveles de aproximación en los que podría definirse con tanta validez una nación hispanoamericana de la que haríamos parte como, en el otro extremo, una nación pastusa o antioqueña. Debemos verla más bien como una forma de autopercepción, en la que cada colombiano define su pertenencia a Colombia en cuanto reconoce a los demás como miembros de la misma comunidad y se ve como parte de ella al ser reconocido por los otros como tal. En cierto modo, se trata de algo especular, de una identidad que se crea en el momento y en el proceso mismo en que se reconoce por el otro. Es algo además, que se dibuja en la compleja trama que relaciona región y nación, lo propio y lo extranjero, lo popular y lo elitista, pasa y presente, presente y destino posible.

La identidad nacional se forma en interrelación con otras formas de identidad, que coexisten con ella: el sujeto se reconoce al mismo tiempo como miembro de una región, de un pueblo, de un grupo “racial”, de una clase social, de una profesión. La coexistencia de estas identidades no es, sin embargo, amorfa: algunas dominan en ciertos momentos de la historia o se refuerzan a la luz de determinados proyectos políticos, culturales o históricos.

Esa identidad es esencialmente un discurso: sus universidades formativas son las imágenes, los términos y palabras que recibimos en la infancia, en la escuela, en los periódicos, en todas las formas de comunicación. Los discursos sobre la identidad se configuran con símbolos, frases, mitos, estereotipos, nociones vagas, imágenes colectivas. Las descripciones de ella son elementos en su formación misma. Además, se trata de un discurso que es predominantemente elitista: los grupos populares hacen parte de grupos primarios, en los que todos se conocen, pero no conforman espontáneamente comunidades abstractas como la nación o la clase social, que requieren un discurso para definir como miembros de ella y permitir que se reconozcan como tales sujetos individuales. [1]

III

La descripción de esa identidad no ha sido, por lo común, asunto de estudios eruditos, sino de ensayistas, periodistas, viajeros, literatos. Es una forma de sociología o psicología social primitiva, que ha tratado de responder a la pregunta normal: ¿qué es ser colombiano? O, en una sociedad que percibe como importantes sus diferencias regionales, ¿qué diferencia un complejo cultural regional de otro? El único estudio erudito al que puedo aludir en este sentido es conocido por todos, y más que los rasgos de una posible identidad nacional trata de identificar la base empírica de las identidades regionales: me refiero a los esfuerzos por definir los principales complejos culturales del país y determinar ante todo las estructuras familiares y los sistemas de valores ligados a ellos efectuada por Virginia Gutiérrez de Pineda en sus estudios ya clásicos. Además, a la luz de lo dicho antes, no debe olvidarse que se trata en este caso de la definición de variaciones en las pautas culturales y de comportamiento de diversas regiones del país, y que este problema no es idéntico al de la identidad regional, que supone el manejo que quienes se definen como miembros de un grupo hacen de su percepción de esas pautas y formas de comportamiento

IV

Esas descripciones y en general los discursos que tratan de describir al colombiano, al americano, o a los tipos regionales, permiten seguir una secuencia en el proceso de definición de lo colombiano. Tales descripciones, por supuesto, no se desarrollan en forma simultánea ni lineal: varían según las regiones, las clases sociales, los grupos culturales, las orientaciones ideológicas. Un inventario relativamente amplio de ellas y un análisis siquiera somero de sus variantes está fuera de mis posibilidades. Me limito, pues, a señalar algunos hitos y a exhibir algunos ejemplos.

1. En el Mundo Ilustrado

Los primeros esbozos identificables de una conciencia nacional parecen surgir en la segunda mitad del siglo XVIII, en el contexto de las luchas entre los ilustrados locales

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