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EUTANASIA: ¿DECISIÓN JUSTA U HOMICIDIO JUSTIFICADO?


Enviado por   •  17 de Junio de 2015  •  4.036 Palabras (17 Páginas)  •  282 Visitas

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EUTANASIA: ¿DECISIÓN JUSTA U HOMICIDIO JUSTIFICADO?

POR: JOAQUIN RABAL NUM. LEGAJO 113685/7

LEANDRO BASCHAR NUM. LEGAJO 113912/9

Autores: Leandro Baschar – Joaquín Rabal

Tema: Eutanasia: ¿decisión justa u homicidio justificado?

Materia: Introducción al Derecho

Cátedra: 3

Comisión: 41

Profesora Titular: Podrez Yaniz

Profesora Adjunta: Mónica Bornia

Introducción:

Esta cuestión comienza desde tiempos remotos, de cuando los griegos aceptaron el concepto de euthanasia, que significa buena muerte (thanatos). En la antigua civilización griega, donde el Estado aprobó suicidio. Los magistrados disponían de veneno para aquellos que deseaban morir. Lo único que se necesitaba era un permiso oficial: «Quien no desee vivir debe exponer los motivos al Senado y una vez lo haya recibido, puede quitarse la vida. Si existencia te resulta odiosa, muere; si el destino te es adverso, bebe cicuta. Si la pena te abruma, abandona la vida. Dejad que el infeliz relate su desgracia, dejad que el magistrado le proporcione el remedio para que él mismo pueda ponerle fin». Sócrates y Platón pensaban que una enfermedad dolorosa era buena razón para dejar de vivir. En La República, el filósofo condena al médico Herodoto, profesor de Hipócrates, por «fomentar las enfermedades e inventar la forma de prolongar la muerte». Quizá el mejor indicio de que en Grecia se practicaba el suicidio como una forma de eutanasia reside en el hecho de que había grupos que condenaban esa práctica: los pitagóricos, aristotélicos y epicúreos. En todo caso, fue un logro de los griegos despojar al suicidio de muchos de primitivos horrores y supersticiones.

En Roma sólo se penalizaba el suicidio irracional. Se consideró, por ejemplo que el enfermo terminal que se suicidaba tenía motivos suficientes para hacerlo. Para los romanos vivir noblemente significaba también morir noblemente. Aristócratas condenados se les permitía a menudo suicidarse en lugar de ser ejecutados. Séneca el estoico escribió: «Hay una gran diferencia entre un hombre que prolonga su vida o su muerte. Si el cuerpo ya no sirve para nada, ¿por no debería liberarse al alma atormentada? Quizá sería mejor hacerlo un poco antes, ya que cuando llegue ese momento es posible que no pueda actuar».

Sociedades mas evolucionadas fueron las encargadas de poner en controversia este tema.

Con el inicio del dominio de la religión cristiana en el mundo occidental, el suicidio se condenó sin paliativos; cualquiera que atentara contra su propia vida no recibiría cristiana sepultura. Esta condena también tuvo influencia sobre legislación civil: no solamente se confiscaban las propiedades y los bienes de la víctima, sino que ésta recibía un entierro ignominioso: se empalaba su cuerpo, para abandonarlo después en la vía pública. No se hacían excepciones, ni siquiera para aquellos que habían soportado largos sufrimientos a causa de enfermedades incurables. Era impensable recibir cualquier tipo de alivio compasivo, aunque el sufrimiento fuera muy intenso. Hacia el siglo IV San Agustín describió el suicidio —contrario al quinto mandamiento, «No matarás»— como «detestable y abominable perversidad». Asimismo, sostenía que el suicida usurpaba las funciones de la Iglesia y del Estado. Dios otorga la vida y los sufrimientos, por lo tanto es obligación cristiana el soportarlos.

La actitud respecto al suicidio cambió radicalmente durante el Renacimiento, como resultado del renovado interés por el individualismo. Este cambio contribuyó a que las decisiones morales sobre la vida y la muerte fueran más flexibles y al mismo tiempo más complejas. En 1516, Tomás Moro publicaba su obra Utopía, en la que describía una sociedad ideal en que la eutanasia voluntaria se autorizaba oficialmente. Por su parte, Montaigne afirmó que la dignidad y habilidad del hombre para valorarse a sí mismo en la escala de la naturaleza, hacían que el suicidio estuviera justificado. Escribió cinco ensayos sobre este tema, y concluyó que es una elección personal, y racional bajo algunas circunstancias.

Desde su origen hasta los días de hoy la eutanasia fue un tema de debate por donde pasó. Al evolucionar fuimos viendo cómo se la dejo de lado por la llegada del cristianismo, pero su espíritu fue y sigue permaneciendo de maneras diferentes (algunos a favor, otros en contra) dentro de cada persona. En algunos estados está permitido actualmente, y en otros condenada seriamente, las sociedades se dividen en diferentes bandos para dar sus veredictos frente a este gran tema, ¿Qué está bien? ¿Qué está mal?, ¿Qué es correcto y qué no?, obviamente nuestras pretensiones en esta monografía no buscan lograr finalizar esta controversia dado que no existe una verdad universal que abarque y satisfaga a todas las personas por igual, solo se limitan en hacer un análisis sobre el tema, e investigando, poder llegar a una opinión concreta. Dada la magnitud del tema plateado, nosotros también nos encontramos con la disyuntiva de estar a favor o en contra.

Al no poder llegar a un acuerdo (al igual que intentaron miles de personas a lo largo de la historia sin hacer discriminación de profesión), cada uno hizo su valoración personal acerca de la eutanasia, es entonces donde Joaquin Rabal, argumenta en su contra, y Leandro Baschar, en su favor, intentado llegar a una conclusión en común.

A lo largo de la monografía trataremos su valoración (tanto negativa como positiva) y su vinculación con los temas tratados en esta materia y con los entes gubernamentales más poderosos.

En fin los invitamos a sumergirse en el mundo de la eutanasia…

Desarrollo:

Eutanasia: el término eutanasia deriva del

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