El Amor En Tiempos De Colera
Enviado por PATOCABELLO67 • 17 de Mayo de 2013 • 3.959 Palabras (16 Páginas) • 263 Visitas
El amor en los tiempos del cólera es una novela de amor de Gabriel García Márquez, Premio Nobel en 1982, publicada en 1985. Es, principalmente, un compendio acerca del amor y sus múltiples variantes, un estudio sobre el paso del tiempo que destruye y reconstruye almas y ciudades, sobre la memoria y sus infinitos laberintos.
La trama se desarrolla en Centroamérica a principios de siglo, época en la cual, según el narrador, los signos del enamoramiento podían ser confundidos con los síntomas del cólera. Al igual que el caudaloso Magdalena, a cuyas orillas se desarrolla, la historia serpentea y fluye, rítmica y pausada, y prosa abajo va narrando a través de más de sesenta años la vida de los personajes principales, Fermina Daza, Florentino Ariza y el doctor Juvenal Urbino de la Calle. Y poco a poco, este escenario y estos personajes, como una mezcla tropical de plantas y arcillas que la mano del autor modela y fantasea, van desembocando en los terrenos del mito y la leyenda, acercándose a un oscilante y tenue final feliz.
Sin duda, la temática es profunda, rica, realista y conmovedora. García Márquez hace hincapié en cuestiones trascendentales en la vida del hombre, tales como la familia, la amistad, el amor en las diferentes etapas de la vida, la fidelidad, la convivencia conyugal, y la muerte, apelando para ello a un recurso ampliamente descriptivo.
Mediante un lenguaje lleno de riqueza y versatilidad, el escritor colombiano narra el esquema complejo, verosímil y esperanzado de un mundo que se asemeja, más de lo que nosotros pensamos, al mundo en que vivimos. De esta manera nos demuestra una vez más que la vida no es otra cosa que el trabajo interminable para el que los seres humanos fuimos creados.
2.Introducción:
No es sencillo analizar un amor que, a pesar de ser contrariado, se basa desde una de las partes en un juramento de amor y fidelidad lo suficientemente fuerte como para conservarse intacto durante toda una vida. Tal es el caso de Florentino Ariza.
En cambio, para Fermina Daza, el amor nació de la simple curiosidad. Florentino no era el tipo de hombre que hubiera escogido, y a pesar de ello, suscitó en ella una curiosidad difícil de resistir; ella nunca imaginó que fuera otra de las tantas celadas del amor. Así terminó pensando en Florentino como nunca se hubiera imaginado que se podía pensar en alguien, presintiéndolo donde no estaba, deseándolo donde no podía estar, despertando de pronto con la sensación física de que él la contemplaba en la oscuridad mientras ella dormía. Ni el uno ni el otro tenían vida para nada distinto de pensar en el otro, para soñar con el otro, para esperar cartas con tanta ansiedad como las contestaban.
No obstante, desde que se vieron por primera vez hasta que él le reiteró su determinación medio siglo más tarde, no tuvieron nunca una oportunidad de verse a solas ni de hablar de su amor. Es por ello que no se puede afirmar que el de Fermina y Florentino halla sido un noviazgo en el sentido que comúnmente se le otorga a la palabra, ya que la relación no se basaba en el trato personal. Cuando aparece este factor en la relación, más precisamente en el día del reencuentro luego del viaje del olvido, Fermina cae en el abismo del desencanto, y se da cuenta de que su amor platónico se transforma repentinamente en una ilusión, una quimera, un espejismo que se desvanece.
Con el paso del tiempo, Florentino repasa sus amores de ocasión, los incontables escollos que tiene que sortear para alcanzar un puesto de mando, los incidentes sin cuento que le causa su determinación encarnizada de que Fermina Daza sea suya, y él de ella por encima de todo y contra todo, y cae en la cuenta de que la vida comienza a escurrírsele entre los dedos.
3.El concepto de amor entre Fermina Daza y Florentino Ariza:
El doctor Juvenal Urbino de la Calle era el soltero más apetecido, intacto y tentador, hasta que sucumbió sin resistencia a los encantos plebeyos de Fermina Daza.
Le gustaba decir que aquel amor había sido el fruto de una equivocación clínica. En ese momento todavía era demasiado joven para saber que la memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y que gracias a ese artificio logramos sobrellevar el pasado. Solía contar que no experimentó ninguna emoción cuando conoció a la mujer con quien habría de vivir hasta el día de su muerte. Ella fue más explícita: el joven médico de quien tanto había oído hablar a propósito del cólera le pareció un pedante incapaz de querer a nadie distinto de sí mismo. Sin embargo, con él se casó, tuvo hijos, y se creyó la elegida del destino: la más feliz. Y a pesar de las diferentes crisis matrimoniales sufridas a lo largo del tiempo, hubiera vuelto a preferir a su marido entre todos los hombres del mundo si hubiera tenido que escoger otra vez.
Fermina decidió casarse con él en la época en que tomó conciencia de que estaba sola en el mundo, y aunque no lo admitiera, la acongojaba la idea de que, para bien o para mal, Florentino Ariza era lo único que le había ocurrido en la vida. Cuando Fermina tuvo que enfrentar la decisión de casarse con Juvenal Urbino sucumbió en una crisis mayor, al darse cuenta de que no tenía razones válidas para preferirlo después de haber rechazado sin más a Florentino Ariza. En realidad, lo quería tan poco como al otro, pero además lo conocía mucho menos, y sus cartas no tenían la fiebre de las cartas del otro, ni le había dado tantas pruebas conmovedoras de su determinación.
La verdad es que las pretensiones de Juvenal Urbino no habían sido nunca planteadas en términos de amor, y era por lo menos curioso que un militante católico como él sólo le ofreciera bienes terrenales: la seguridad, el orden, la felicidad, cifras inmediatas que una vez sumadas podrían tal vez parecerse al amor. Pero no lo eran, y estas dudas aumentaban su confusión, porque tampoco estaba convencida de que el amor fuera en realidad lo que más falta le hacía para vivir.
Tomó la decisión crucial de casarse con el doctor Urbino en un minuto que se convirtió en crucial en su vida, sin tomar en cuenta para nada la belleza viril del pretendiente, ni su riqueza legendaria, ni su gloria temprana, ni ninguno de sus tantos méritos reales, sino aturdida por el miedo de la oportunidad que se le iba y la inminencia de los veintiún años, que era su límite confidencial para rendirse al destino. Le bastó ese minuto único para asumir la decisión como estaba previsto en las leyes de Dios y de los hombres: hasta la muerte. Entonces se disiparon todas las dudas, y pudo hacer sin remordimientos lo que la razón le indicó como lo más decente: pasó una esponja sin lágrimas por encima
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