El Verdadero Amor
Enviado por kj258 • 12 de Diciembre de 2013 • 1.877 Palabras (8 Páginas) • 234 Visitas
El Amor
El amor es una palabra hartamente repetida en canciones, obras literarias, exposiciones gráficas, televisión, cine, redes sociales, y demás sistemas de expresión. Sin embargo es una palabra con acepciones tan diversas y, en ocasiones, tan inconsistentes entre sí, que me han llevado a discernir que, en realidad, el amor no existe. La frase “el amor no existe” es tan común como la misma palabra “amor”. Mas, decir que el amor no existe, en mi caso, no es con ánimos pesimistas, sino todo lo contrario: el amor no existe, porque el amor se crea, se hace, se produce, se inventa, se reinventa, se practica.
Ésta es la propuesta del presente ensayo, no me avocaré a conceptualizar el amor como un objeto de estudio ni como una emoción, sino que pretenderé justificar por qué el amor no es ninguna de las anteriores, sino una práctica, un ejercicio; en términos precisos: una conducta.
Primeramente demostraré que el amor no es, no existe per se, sino mediante un acto. En esta sociedad estamos acostumbrados a definir a todos los seres que nos rodean a partir de lo que hacen, así llamamos a unos roedores, otros mamíferos, otros carnívoros, otros agradables, otros responsables. Sin embargo uno no nace responsable, uno se hace responsable a partir de sus actos, es decir, si actúa responsablemente. Pero la responsabilidad no es un estado de ser, si así lo fuera unos estarían predeterminados a siempre actuar responsablemente y otros a siempre actuar irresponsablemente. Lo mismo sucede con el amor, uno no puede ser amoroso, pero sí puede devenir amoroso a partir de tener prácticas amorosas. Esta postura es coincidente con la de Platón durante el Diálogo de Protágoras o de los Sofistas, donde afirma “…no es posible ser virtuoso, es decir, perseverar siempre en este estado; pero es posible hacerse o devenir virtuoso, como es posible devenir vicioso”.1 Y siendo la virtud una propensión, facilidad y prontitud para conocer y obrar el bien; no puede ser más que la expresión del amor misma.
Así mismo, el amor no es una emoción. Primero se nos enseña social y erróneamente que las emociones se encuentran en el corazón y el día de San Valentín atestiguamos en cada esquina un espectáculo de corazones: globos, chocolates, arreglos florales, tarjetas, todo con forma de corazón. Mientras tanto el hipotálamo sufre a solas que nadie reconozca sus funciones. Después se nos enseña que ciertas reacciones fisiológicas engloban la experiencia amorosa, pero son sólo reflejos hacia un estímulo agradable. Si estuviéramos presenciando la ejecución del “ser amado”, nuestras reacciones fisiológicas no responderían ante ese ser, sino ante la experiencia de desagrado del acto homicida. El enamoramiento no es más que la exacerbación de ciertas reacciones fisiológicas ante un estímulo que discriminamos como más agradable que otros. Y la emoción con que se define apropiadamente a este conjunto de reacciones fisiológicas es la alegría.
Ya descartamos que el amor sea una emoción y tenga existencia per se. Entonces, ¿cómo podemos definir el amor? Si es que es, ¿qué es? Acepto el reto de contestar esta pregunta no sin antes reconocer que es tarea ardua y que las probabilidades de que el lector coincida totalmente con mi postura podrían no ser muy favorables. Con miras a esto me permito citar a Osho quien argumentaba que “El amor es una experiencia. Se ha de experimentar, como el sabor. Si no has probado la sal no hay forma de explicar a qué sabe”.2
Como dije previamente, si el amor es, es sólo a través de hacerse, a partir de que alguien lo actúe. El mismo Jesús, ícono de la teología cristiana, confirma el hecho de que el amor no es una emoción ni es por sí solo sino a partir de un acto, y es así que pronuncia en los Evangelios “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen y orad por los que os ultrajan y os persiguen”.3Evidentemente no podemos esperar tener una reacción fisiológica agradable hacia un estímulo que nos parece desagradable, entonces Jesús no nos está pidiendo que experimentemos una emoción positiva hacia ese ser. Jesús sabe que el amor no existe entre ese ser y tú al menos que ejerzas una acción bondadosa por el bienestar de éste.
Platón y otros filósofos griegos dedicaron un espacio significativo al análisis del amor. Ellos proponen tres tipos de amor: eros, filos y ágape.4 Personalmente no creo que existan divisiones en el amor a través de su expresión, el amor tan sólo es el acto bondadoso que procura el bienestar del prójimo. Sin embargo, aunque la expresión sea siempre la misma, el motivo que nos lleva a manifestarla puede provenir de distintas fuentes.
En el caso que nos atañe con los griegos, el amor denominado “eros” proviene de los impulsos del placer, cualquier apetito físico humano. Habremos de ser muy cuidadosos con no confundir y creer que se puede tener amor a la comida, al sexo o al sueño, estos tres placeres son únicamente el motivador. Sólo puede ser una manifestación de amor erótico el cuidar del árbol porque disfruto comer sus frutos, procurar el bienestar del ser deseado y de mí mismo porque gozo vincularme sexualmente, o atender el lugar donde duermo porque me regocijo en dormir.
Por su parte, filos significa una atracción intelectual hacia algo o alguien que se transforma en una forma de amor. Igualmente se procura el bienestar del ser o el objeto que así mismo nos brinda bienestar, lo mismo que decir, le amamos porque sabemos que somos amados. Es a partir de filos que
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