El culto al cuerpo
Enviado por vgh93 • 16 de Enero de 2019 • Ensayo • 2.096 Palabras (9 Páginas) • 313 Visitas
El Culto al Cuerpo
Víctor González Hidalgo
El culto al cuerpo se basa en una obsesión por el estado del propio físico que se traduce en un modo de vida centrada en una serie de ritos para conseguir o mantener un determinado aspecto, casi siempre joven. El culto al cuerpo está ligado a la apariencia, y a una sociedad de la apariencia, en la que ya no se trata de ser joven, sino más bien de aparentarlo. Este culto al cuerpo responde al hedonismo, a una búsqueda del placer, y a la vez alejar todo dolor y sufrimiento de nuestra imagen corporal. Este culto al cuerpo nace en una sociedad tecnológica, occidental y rica. La estética del culto al cuerpo la inauguraron los nazis, promoviendo una visión del cuerpo humano como perfección. Riefenstahl descubrió el poder social y cultural de la belleza, la belleza conmueve al hombre, de tal modo que todos se identifican en ella. Los nazis se reconocían en el ideal de belleza, ideal que representaban sus héroes, que no eran otros que atletas. La belleza era una forma de captar a la masa más efectiva incluso que el temor.
Cuando sólo nos preocupamos de sobrevivir y, por lo tanto, de cubrir las necesidades del cuerpo, nuestra vida está bastante cerca de una vida irracional y animal. Estamos en el mundo gracias al cuerpo, gracias a él nos relacionamos con el exterior y los otros, somos seres relacionales. Una de las principales preocupaciones de la sociedad occidental del bienestar es la preocupación por el cuerpo. Esta obsesión por el cuerpo ha alcanzado tal extremo que para algunas personas se ha convertido en el centro de su propia vida. El cuerpo como dedicación, y mucho más allá, el cuerpo como sentido de la vida. El culto a cuerpo, tal y como lo vive occidente, no tiene precedentes. Esto nos ha llevado a idolatrar el cuerpo, estableciendo una religión del cuerpo, cuyas iglesias son los gimnasios, en los que no se cree ya en Dios sino en uno mismo, o lo que es lo mismo, en el Dios que podemos llegar a ser. Pero este culto no termina en el gimnasio, está en continua renovación, inventando nuevos ritos o métodos para el perfeccionamiento del cuerpo, como los consejos dietéticos, los centros de belleza, las liposucciones, las inyecciones de toxina botulínica o la mesa de quirófano, entre otros tantos ejemplos. Como si la felicidad anhelada por toda persona precisara de un cuerpo perfecto.
El creciente interés por el cuerpo ha abierto la puerta a un negocio muy beneficioso para la economía del país. Por ejemplo, estudiando el caso de España, encontramos a este país como el primero de la Unión Europea en intervenciones de cirugía estética, unas 400.000 intervenciones de cirugía estética al año. Esta preocupación por la imagen corporal no es solo autoimpuesta sino que hay una presión externa. La sociedad (a través principalmente de de la publicidad y la moda) nos dicta y nos impone un ideal de belleza, que hoy consiste esencialmente en mantenerse joven, sin ninguna arruga, y en ser delgado para poder meter el cuerpo en la talla más pequeña. Esto hace que muchas personas reciban la idea equivocada de que el cuerpo perfecto es imprescindible para el triunfo y la felicidad. Por lo que la sociedad crea la necesidad, para luego prometerte la satisfacción. Es decir hace acomplejar a muchas personas que no se ajustan a ese ideal de belleza para luego brindarle la solución. El problema del cuerpo se relación con el de la mirada.
Sartre y Merleau-Ponty han estudiado e el fenómeno de la mirada humana, llegando a observaciones interesantes. El mirar nos constituye en sujetos, en seres pensantes (en Cogito), porque siempre pensamos sobre algo (intencionalidad de la conciencia). Ahora bien, el ser mirados nos constituye en objeto para otro; y en la mirada entre dos personas no hay sólo dos ojos que se encuentran, en la mirada hay una gran intimidad porque descubrimos al otro que hay aquí, más allá, pero en ellos, de los ojos que me miran. El sujeto que mira, escapa a la misma mirada, es el sujeto trascendental de Kant, es el sujeto difícil de ser conocido. Nada hay más imposible que conocerse a sí mismo, a pesar del consejo de Sócrates. Este sujeto se nos oculta, es un sujeto misterio, un sujeto personal. Este sujeto se muestra a los demás, porque es objeto de mundo y está sometido a las leyes físicas. Este sujeto se muestra al mundo de la manera en que quiere ser mirado. Nos construimos nuestra imagen para ser mirados, no tanto para nosotros mismos sino para los otros. Esa mirada trasciende de los otros a nosotros mismos, dando sentido a nuestro yo. Somos seres en el mundo, gracias al cuerpo podemos sentir y percibir y dar sentido: sin el cuerpo imposible, sólo con el cuerpo imposible. Pero nuestra relación con nosotros mismos no es tan carnal: sólo mantenerse en forma, deforma. En el muro de Berlín alguien escribió: “Las almas, como los cuerpos, también se mueren de hambre”. La búsqueda de la vida buena, más allá de la supervivencia, es autorrealización.
Por lo tanto, la expresión “culto al cuerpo” es claramente peyorativa, y lo es en dos sentidos: por un lado, por olvidar la complejidad humana que está más allá del reduccionismo materialista por el cual todo es cuerpo y materia; por otro lado, por la hipertrofia que el crecimiento humano padece cuando se dedica “en cuerpo y alma” a cultivar el cuerpo y sólo el cuerpo. La solución al culto del cuerpo es el equilibrio, no es bueno la desconsideración del cuerpo, pero es malo la idolatración del cuerpo. Como muy bien ha observado Habermas, la tecnología ha difuminado la frontera entre lo dado (por la naturaleza y sus leyes, el azar, o la lotería biológica y cultural), y lo puesto conscientemente por la voluntad humana. El cuerpo, gracias a la cirugía estética, gracias a que, como diría J. Elster, hemos domado la suerte, deja de ser aquello dado, objeto, para convertirse en sujeto de su propia configuración.
El cuerpo se ha convertido en una entidad propia. El mismo lenguaje no es exacto al hablar de cuerpo; lo trata como un objeto, nombrándolo como una propiedad privada (incluso, a veces, transferible, negociable). Por eso pronunciamos frases como “es mi cuerpo y hago con él lo que yo quiero”. El cuerpo objeto se convierte así en una posesión y, por lo tanto “cosa mía” a disponer e indisponer a voluntad. Existe el peligro de que el cuerpo objeto monopolice todas las dimensiones humanas, invadiendo todos los pensamientos. De tal manera que toda la cultura y las relaciones sociales se centren y se vean reducidas al cuerpo y sólo al cuerpo.
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