El pasado marzo, a mitad de nuestro EMBA, empezaba uno de los viajes más esperados del año ¡¡¡San Francisco!!!

El pasado marzo, a mitad de nuestro EMBA, empezaba uno de los viajes más esperados del año ¡¡¡San Francisco!!! 

Todos hemos escuchado hablar de esta ciudad y de Silicon Valley, esa especie de Meca del siglo XXI en el que todos los emprendedores tecnológicos quieren triunfar. Es el lugar en el que se encuentran las marcas digitales más importantes,  es considerado el corazón de la industria tecnológica. Pero,  tras visitarlo, te das cuenta que  Silicon Valley no es solo un lugar, es un concepto. Es un lugar que reúne en poco espacio gran parte de las mayores compañías de tecnología del mundo. Sin embargo, lo más valioso es que cada año acuden más personas con talento para cumplir su sueño, desarrollar más rápido su startup. ¿Por qué? Por los contactos, los inversionistas, la forma distinta de hacer las cosas y el amor al riesgo  que se unen en este lugar. Todo esto crea un ecosistema único que favorece el desarrollo rápido y sin trabas. Sin embargo, creo que la clave del éxito es la unión de culturas, la concentración del talento, el optimismo, el dinamismo, la adaptación y la flexibilidad que atrae a profesionales altamente preparados.

Silicon Valley se ha convertido en un modelo a seguir por parte de muchos ecosistemas. Pero la copia del mismo puede ser un error, ya que cada  ecosistema es diferente y está influenciado por peculiaridades propias, difíciles de cambiar como la cultura. Por ello creo que lo más inteligente no es copiar, sino de adaptar buenas praxis que conduzcan a la mejor versión posible de nuestro ecosistema. Como por ejemplo:

• Formación continuada. Nunca dejar de desarrollar habilidades y estar al día con todas las novedades de tu entorno.
• Venderse. Algo en lo que los americanos son maestros y a nosotros nos queda un largo camino por recorrer.
• Aceptar el fracaso como parte natural del aprendizaje. En Silicon Valley el fracaso se ve como algo muy positivo, y muchas veces te piden que hayas fracasado previamente antes de invertir en tu empresa. Algo impensable en nuestra cultura, pero que poco a poco debemos adaptar ya que de un fracaso siempre se aprende más que de un gran éxito.
• El cliente es lo principal Crear experiencias teniendo en cuenta al cliente como meta final. Las ideas pueden ser geniales, pero si el usuario no lo quiere da igual lo buena que sea.
• Jerarquía horizontal. Estar receptivos a todo tipo de soluciones, tanto en su forma como en su origen. Cualquier persona puede aportar soluciones independientemente de su posición dentro de la empresa.
• Hay que ser ágil. Es normal que las cosas no salgan a la primera, así que hay que tener una velocidad de respuesta muy rápida frente a eventos no planeados.
• Comunicación clara dentro del equipo de trabajo. No perderse en reuniones de trabajo eternas que no conducen a nada. Hay que ir al grano, y si en 10 minutos se puede resolver el problema no alargarlo innecesariamente.
• Proponer metas realistas en los proyectos y registrarlas de forma constante. Las métricas es la mejor forma de realizar el seguimiento de un proyecto, y si las empleas puedes ver rápidamente si la estrategia funciona o no.

Todos estos consejos son muy valiosos para aplicar en nuestras empresas, pero hay un elemento que todavía no he mencionado.  Si algo hemos aprendido en nuestra estancia en San Francisco es que  las relaciones entre personas son el verdadero motor de la innovación

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