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Esta investigación, se va a centrar en la obesidad. Nos dedicamos a buscar las causas del modo no por el cual gran parte de la población la padece y cuáles son sus consecuencias.


Enviado por   •  5 de Octubre de 2016  •  Monografía  •  3.978 Palabras (16 Páginas)  •  272 Visitas

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Introducción:

Esta investigación, se va a centrar en la obesidad. Nos dedicamos a buscar las causas del modo no por el cual gran parte de la población la padece y cuáles son sus consecuencias.

Objetivos:

Una persona a obesa para viajar en avión debe pagar dos pasajes pues ocupa dos lugares.

Hipótesis:

El estudio en cuestión nos llevara a determinar la discriminación por aspecto físico.

Desarrollo:

Por ejemplo, un hombre de 45 años que seguía 6 o 7 de estos hábitos tenía un 50 por 100 de probabilidad de llegar a los 78 años de edad; pero los que solamente seguían de 0 a 3 hábitos tenían una esperanza de 67 años de vida. Por lo tanto, se aprecio una diferencia de 11 años en la esperanza de vida entre el grupo que mantenía 6 o 7 hábitos de vida saludable y aquellos que, como máximo, practicaban 3 hábitos solamente. En las mujeres, las diferencias eran menos marcadas y solo representaban 7 años en la esperanza de vida.

Naturalmente, estos resultados estadísticos no tienen en cuenta los factores genéticos; hay que considerar que algunas personas están mejor equipadas que otras para resistir los efectos negativos de los malos hábitos,  717 personas analizadas en el estudio de 1965 ya habían fallecido en el año 1974, mostrando fehacientemente que las personas que tenían 3 o menos hábitos saludables de vida eran más propensas a una muerte prematura que las de los otros grupos.

Masculina, en tanto que en las mujeres representaba el 62 por 100. La tasa de mortalidad entre los hombres que seguían los 7 hábitos saludables de vida fue solamente el 43 por 100 de toda la población

Dentro de cada grupo de edad, aquellos que practicaban los 7 hábitos saludables por término medio poseían mejor salud física que aquellos que solo practicaban 6. Con la excepción del grupo de mayores de 75 años, se aprecio una evolución positiva de la salud en todas las edades, según aumentaba el número de hábitos practicados. Es de señalar que el estado de salud  física del grupo de edad de más de 75 años, que practicaba todos los hábitos era bastante parecido al del grupo de edad de 35-44 años, que solo practicaba 3 de ellos.

Pasemos ahora a analizar estos hábitos con más detalle.

La comida. Los que no eran regulares en sus hábitos de comida estaban menos sanos que aquellos que comían regularmente. Los que desayunaban todos los días y no comían entre horas disfrutaban de una condición física ligeramente mejor que la de los que no desayunaban o comían entre las comidas.

La población también fue agrupada de acuerdo con otro indicador de hábitos alimenticios: la relación peso/altura de acuerdo con la escala de pesos ideales realizada por la Compañía de seguros Metropolitana Rife.

La gente con exceso de peso estaba menos sana, especialmente los demasiado obesos. Los hombres con un 10 por 100 menos de su peso normal también tenían una condición física deficiente; pero las mujeres en este mismo caso no se veían afectadas. Los hombres que presentaban la mejor condición física estaban entre el 5 por 100 por debajo y el 20 por 100 por encima de su peso ideal.

Las mujeres más saludables estaban ligeramente por debajo de su peso ideal o hasta un 10 por 100 por encima del mismo.

Actividad física Se efectuó una encuesta a esta población sobre la frecuencia con que practicaban distintas actividades de ocio, como por ejemplo, nadar, pasear, trabajar en el jardín, realizar ejercicios físicos, ir de caza, de pesca, etc.

Los que practicaban algunas de estas actividades estaban en mejor estado físico que aquellos que no practicaban ninguna y, en consecuencia, los hombres que realizaban deportes físicos, lo mismo que las mujeres que nadaban o paseaban, solían estar más sanos que los que no lo hacían. Trabajar en el jardín o practicar el ejercicio físico con regularidad también demostraba ser una actividad beneficiosa.

La dieta constituye uno de los 3 factores de riesgo más importantes de las enfermedades cardiacas coronarias, siendo el hábito de fumar y la hipertensión los otros dos. Los estudios realizados en Gran Bretaña y en los Estados Unidos muestran claramente que abandonar el hábito de fumar y controlar la tensión arterial reduce bastante el riesgo de ataques cardiacos. Pero también se ha demostrado que la incidencia de enfermedades cardiacas coronarias es baja en comunidades que ingieren una dieta baja en grasas saturadas, incluso cuando existe el hábito de fumar, como ocurre en Grecia, o donde existe una alta incidencia de hipertensión, como en Japón.

La grasa y el corazón Entre 1968 y 1980 alrededor de 37 comités internacionales y grupos de expertos de todos los países desarrollados del mundo han estudiado las relaciones entre la dieta y las enfermedades cardiacas coronarias. Prácticamente todos han recomendado una reducción de la cantidad total de grasa en las comidas, especialmente una disminución del colesterol en la dieta, y muchos recomendaron, demás, un incremento del consumo de grasas poli insaturadas.

Finalmente, la obesidad, que es la causa de muchas molestias y enfermedades es la consecuencia de haber comido alimentos muy condimentados que aportan más energía de la que necesitamos cuando llevamos una vida con escasa actividad física.

No tiene mecho sentido cambiar nuestro hábitos alimentarios con el fin de no morirnos de una enfermedad si con ello solo logramos aumentar las probabilidades de sucumbir por otra. Pero no podemos tampoco ignorar los datos a favor de que el patrón alimenticio típico de los países ricos está relacionado con muchas de las causas más importantes de muerte y de enfermedad del mundo desarrollado.

Una cuestión de equilibrio El alto consumo de grasa no es la única característica de la dieta típica occidental. Esta también es más rica en azúcar y proteínas animales y más pobres en almodón, fibras y proteínas vegetales que las dietas de los países subdesarrollados, zonas del mundo donde enfermedades como la cardiaca coronaria, el cáncer, la diabetes y la obesidad son prácticamente desconocidas. A medida que las naciones se desarrollan cambian sus hábitos de comida de una forma notablemente similar. La FAO y la OMS (agencia técnica de las Naciones Unidas) han demostrado que los países más desarrollados tienen un mayor consumo de grasas, azúcar, carne y leche y menor proporción de cereales, legumbres y vegetales. En los países ricos, los adultos son los que tienen un mayor riesgo de enfermedad, en tanto que los niños están más sanos y crecen más con este tipo de dieta. En los países pobres muchos niños mueren por una combinación de las enfermedades infecciosas y la malnutrición, pero aquellos que sobreviven hasta ser adultos tienen una larga esperanza de vida. La evidencia histórica y médica, por lo tanto, sugiere que nosotros deberíamos cambiar algunos de nuestros hábitos alimenticios para reducir sus excesos, pero no hasta el punto de llegar a perder las ventajas de nuestra forma actual de alimentación.

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