Guias Metodologicas
Enviado por rosanacar • 16 de Agosto de 2013 • 434 Palabras (2 Páginas) • 387 Visitas
EL CURA SIN CABEZA
Recogida en Tambo, Distrito de la Provincia de
Islay, Departamento de Arequipa, por Ester
Barreto, alumna del cuarto año de media del
Colegio Nacional “Miguel Grau” de Magdalena
Nueva, Lima.
Hace mucho tiempo por
la imaginación de los
habitantes del pueblo de
Tambo corre la historia
de un difunto sacerdote
que relacionó su vida con
la mezquindad humana,
teniendo que penar sus
culpas.
Dicen que solía aparecer
a las doce de la noche, junto al altar mayor de la
capilla, donde él había sido capellán; pero era curiosa y
fantástica su aparición, puesto que lo hacía sin su
cabeza.
A la media noche, todo el que pasaba, veía las luces
encendidas, y llevados por la curiosidad atistaban el
altar; y pasmábanse al ver “el cura sin cabeza”, como le
llamaban.
Plan Lector / EBA
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Cuentan que un día, después de la debidas ceremonias,
se cerraron las puertas de la capilla, desalojando la
sala; un joven que se había dormido quedó aprisionado
en el pequeño templo y cuando despertó temió de su
situación: encerrado y con velas encendidas
misteriosamente, Empezó a llamar a gritos y a golpes,
siendo vanos sus llamados a tan altas horas.
¡Cuál no sería su asombro al ver aparecer en el altar
una figura! ¡El cura sin cabeza! Sus piernas flaqueaban,
y ya desmayaba, cuando el famoso cura le hace un
gesto, llamándole. Y escuchó una voz que le decía que
se acercase, que no temiera, que él sólo quería
celebrar una misa y que para esto necesitaba quien le
escuchase; y le rogaba que él fuera su oyente.
Enmudecido de espanto el joven determina arrodillarse
y atenerse a las circunstancia. Se celebró una misa. Se
apagaron las luces; y desapareció para siempre ese
fantasma de la capilla. El joven salió disparado hacia la
puerta, todavía cerrada. Se estrelló y cayó desmayado.
Plan Lector / EBA
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EL MERCADER DE SAL Y EL ASNO
Fábula de Esopo
Llevó un mercader a su asno a
la costa para comprar sal.
En el camino de regreso a su
pueblo pasaban por un río, en
el cual, en un hueco, su asno
resbaló mojando su carga.
Cuando se levantó sintió
aliviado su peso
considerablemente, pues
bastante de la sal se había
diluido.
Retornó el mercader de nuevo a la costa y cargó más
sal que la vez anterior.
Cuando llegaron otra vez al río, el asno se tiró de
propósito en el mismo hoyo en que había caído antes, y
levantándose de nuevo con mucho menos peso, se
enorgullecía triunfantemente de haber obtenido lo que
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