Impacto de los transtornos mentales en la salud pública
Enviado por AbrahamCab • 12 de Agosto de 2018 • Ensayo • 5.231 Palabras (21 Páginas) • 203 Visitas
Los trastornos mentales como problema de salud pública en México |
Elaboró García Ojeda Andrea Judith Docente: Dr. Vital Márquez Francisco Javier |
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Justificación
Los trastornos mentales representan un lugar importante de la enfermedad en el mundo, sin embargo, tienen una baja prioridad dentro del sistema de salud en la mayoría de los países de ingresos medios y bajos, por ende, las políticas en salud mental tienen una pobre inversión presupuestaria.
En México, el Instrumento de Evaluación para Sistemas de Salud Mental (IESM), de la Organización Mundial de la Salud (OMS), mostró la falta de información y planificación del sistema de salud; el modelo de atención dificulta el acceso al servicio insuficiente y mal distribuido, y establecimientos que pueden estar mal regulados.
Objetivo general
Identificar los procesos patológicos de origen mental que aquejan a la población mexicana mediante la revisión de la bibliografía disponible de sus inicios a la fecha
Objetivos específicos
Marco teórico
Salud mental es definida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como “bienestar que una persona experimenta como resultado de su buen funcionamiento en los aspectos cognoscitivos, afectivos y conductuales, y en última instancia el despliegue óptimo de sus potencialidades individuales para la convivencia, el trabajo y la recreación”.
La enfermedad mental es una alteración de los procesos cognitivos y afectivos del desenvolvimiento considerado como normal con respecto al grupo social de referencia del cual proviene el individuo. Esta alteración se manifiesta en trastornos del razonamiento, del comportamiento, de la facultad de reconocer la realidad y de adaptarse a las condiciones de la vida.
Dependiendo del concepto de enfermedad que se utilice, algunos autores consideran más adecuado utilizar en el campo de la salud mental el término “trastorno mental” (que es el que utilizan los dos sistemas clasificatorios de la psicopatología más importantes en la actualidad: la CIE-10 de la Organización Mundial de la Salud y el DSM-IV-TR de la Asociación Psiquiátrica Americana). Sobre todo en aquellos casos en los que la etiología biológica no está claramente demostrada, como sucede en la mayoría de los trastornos mentales.
El concepto enfermedad mental aglutina un buen número de patologías de muy diversa índole, por lo que es muy difícil de definir de una forma unitaria y hay que hablar de cada enfermedad o trastorno de forma particular e incluso individualizada ya que cada persona puede sufrirlas con síntomas algo diferentes.
Marco histórico
Una revisión histórica muestra que México se había adelantado a otros países de América en la obra pía de tomar bajo su custodia a los dementes que, mal alimentados y semidesnudos, deambulaban por las calles o eran alojados en las cárceles, ya que el primer hospital en América dedicado al cuidado de tales enfermos, el hospital de San Hipólito, fue fundado en 1566 en esta ciudad por Bernardino Alvarez. Desafortunadamente, la obra de este precursor no influyó en la situación general, y hasta el siglo pasado, los enfermos mentales continuaron, sin asistencia que mereciera tal nombre, guardados, en el mejor de los casos, en edificaciones improvisadas que surgían donde había donantes compasivos. El cuidado de los enfermos mentales no mejoró en México durante su primer siglo de vida independiente ni aun después de la secularización de las instituciones consagradas a la asistencia médica.
En 1910 ocurrió un evento importante. Porfirio Díaz inauguró en terrenos de la hacienda de la Castañeda, el "Manicomio General". Su edificación siguió el modelo arquitectónico de la época para esta clase de establecimientos. En realidad, la atención que durante décadas se prestó a los asilados en el manicomio de la Castañeda, al que hemos de recordar como la cuna de la psiquiatría pública, fue deficiente, pero no peor que en otros países. Se carecía entonces de conocimientos científicos, de recursos terapéuticos efectivos y se asumía que el deterioro mental de los enfermos era consecuencia natural, del avance de su enfermedad y no, como ahora sabernos, de su aislamiento y abandono. Hacia la misma época y en las dos décadas siguientes, algunas instituciones privadas suplieron al Estado en su función de cuidar a los enfermos mentales y contribuyeron también a impulsar el desarrollo de la psiquiatría como una especialidad de la medicina en nuestro país. Hacia 1935, con la introducción del coma insu1ínico y las terapéuticas de choque, por primera vez se pudo ofrecer tratamiento eficaz a una población de enfermos. Es en 1933 y 1952, el escenario académico y científico de la psiquiatría en México fue ocupado por una reducida generación de médicos que se hizo notar por su dedicación a los desórdenes mentales y neurológicos y fueron quienes iniciaron la asistencia propiamente médica de los enfermos mentales en los escasos centros asistenciales públicos y privados dedicados a su cuidado, e instauraron la enseñanza formal de la neurología y la psiquiatría. Desde 1948, el Servicio de Psiquiatría del Hospital Español, primer servicio abierto de psiquiatría en un hospital general, se convirtió en el sitio principal de enlace entre la psiquiatría y la medicina. Este servicio ha sido, desde sus inicios, un importante centro de adiestramiento y punto de partida de otros desarrollos. La década que se inició en 1950 fue rica en acontecimientos, tanto locales como generales, en el campo de la psiquiatría. En cuanto a los primeros, es de mencionarse que en 1952, siendo Raúl Fournier Villa Director de la Facultad de Medicina, se separaron los programas de enseñanza de la neurología y de la psiquiatría, hasta entonces unidos, lo cual facilitó el desarrollo de la psiquiatría como una disciplina independiente. Entre 1950 y 1960, el avance de la psicofarmacologfa tuvo importantes consecuencias en cuanto a la atención de los enfermos mentales. En ese afio se empezaron a usar en la clínica nuevos fármacos con propiedades no conocidas hasta entonces como son el restaurar el contacto con la realidad y estabilizar el humor abatido o exaltado. Una consecuencia de este avance terapéutico fue un fuerte impulso al estudio del cerebro como sustrato de la mente y de la conducta. Otra consecuencia fue una mejor actitud hacia los enfermos mentales, que ya no fueron vistos como casos perdidos sino como personas con posibilidades de ser reintegradas a la sociedad y por lo tanto merecedoras de mayor interés y de un trato más humano. Como en otros países, en el nuestro, los nuevos tratamientos estimularon la atención a los enfermos mentales como tarea de salud pública.
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