Intervencion Social En El Medio Abierto

CASO 4: INTERVENCIÓN SOCIAL EN MEDIO ABIERTO

(RESOLUCIÓN DEL CASO)

Contexto

Este caso se desarrolla en una de las barriadas de una gran población, en una zona donde, en los últimos años, ha aumentado notablemente la población inmigrante, mucha de ella sin permiso de residencia en el país.

Planteamiento del caso

Un educador social que trabaja en medio abierto ha recibido, durante un mes de agosto, el encargo institucional de hacer un recuento de los menores sin documentación, estudiar sus hábitos y averiguar si se albergan o no en algún centro, si están de paso por la ciudad o parece que quieren quedarse y si tienen familiares –por ejemplo, hermanos mayores- en pisos patera o en otras situaciones.

El educador tiene que cumplir con el encargo pero piensa aprovecharlo para establecer contacto con los menores y ver las posibilidades de iniciar con ellos –o con algunos de ellos- una intervención educativa.

Decide hacer acto de presencia en una de las plazas más concurridas por este tipo de población. De entrada, para iniciar un proceso de contacto y de creación de primeros vínculos, se personará en la plaza cada tarde, más o menos a la misma hora, y se quedará allí durante 2-3 horas.

Desenlace del caso

El educador social que intervino en medio abierto o de calle se planteó la meta de mejorar las expectativas de vida de jóvenes en riesgo dentro un área en específico, aún desde antes de hacer acto de presencia en el medio de trabajo y planeó sus estrategias de intervención con la apertura para flexibilizarlas o replantearlas en la medida que las circunstancias lo fueran requiriendo.

El primer paso que realizó el educador social fue sensibilizarse y apropiarse de las perspectivas que los jóvenes en riesgo tienen de la sociedad y su entorno, así como de sus expectativas de vida para tratar de asimilar sus experiencias sociales; así como también de tener un inventario de recursos para ofrecerlos como alternativas para los jóvenes.

El segundo paso consistió en sentarse en la orilla de la plaza, siempre en el mismo lugar para que su presencia fuera absorbida paulatinamente por el entorno; al cabo de tres semanas de asistir cotidianamente a la plaza, el educador se había vuelto parte del paisaje del entorno, se había mimetizado y por lo tanto, para los que apresuradamente tenían que cruzar la plaza para llegar o salir de sus trabajos, las parejas de novios que buscaban la complicidad de la noche para compartir su amor, los vagabundos que tenían la plaza como su hogar y los que acudían a ella como un espacio donde dejar volatizar sus penurias, entre otros; la presencia del educador ya les resultaba familiar.

Tanto era así que los drogadictos ya no reparaban en él para consumir sus dosis, ni despertaba desconfianza en las mamás que llevaban a sus hijos a jugar a la plaza; por decir algo.

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