LLegó el primer día de clase

Cuando llegó el primer día de clase, después de una larga vacación,  estaba consciente de que no resultaría fácil emprender un nuevo año.  En otras circunstancias hubiese resultado sencillo  dominar los nervios, que es algo común para todos aquellos que como yo  sentimos miedo ante lo desconocido,   pero aun así el cambio que representaba concurrir a una nueva escuela, la preocupación excesiva por el temor a quedarse sin amigos, o peor aún a ser tildado de extraño, contribuían al nerviosismo que me aquejaba en ese entonces. Pero han pasado, casi siete años desde aquel remoto día, y sigo aún aquí, dispuesta a acabar este año más, como quien sueña con entrar a formar parte de la galería que se encuentra ubicada en la sala Beumer,  que alberga  a todos aquellos que lograron traspasar la frontera que simboliza la etapa escolar.

He pasado los últimos meses, tratando de recordar las cosas más significativas que me han pasado a lo largo de este trayecto,  para luego plasmarlas en un papel. De tal modo que si bien el tiempo alguna vez lograse desgastar mi memoria, se abstendría empero a envejecer mi corazón dado que anécdotas  como esas que ocurren a uno en el colegio, no podrían jamás apagar la llama que atiza en cada uno de nosotros, y que convierten las sonrisas en lágrimas y lágrimas en sonrisas sin que uno pueda por fin decidirse si es que va a llorar o reír.  

Sin embargo a pesar de la alegría que conlleva la mera idea de terminar la etapa escolar, es inevitable pensar en la forma en la que uno habrá de continuar una vez traspasado el umbral.  Después de largas y hondas cavilaciones, aún no lo tengo claro, y es que estar en la promoción, no significa que se está en la cúspide de la madurez, más  bien creo yo que aún conservamos la inocencia de la etapa infantil y de la cual aún no estamos completamente desligado.

Durante el proceso de aprendizaje, todos alguna vez hemos experimentado la frustración así como también el triunfo. Durante casi todos estos años hemos aprendido a enmendar nuestros errores cuando sabíamos que estábamos cometiendo uno y aceptar con humildad nuestras faltas,

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